RÉQUIEM PARA UN MODELO

Por:
Mario Blacutt Mendoza

Publicado el 01/01/2009

No es necesario ser marxista (yo no lo soy) para darse cuenta de que el  modelo neoclásico (base del sistema económico del neoliberalismo) está dando sus últimos estertores.

Hasta los neoclásicos más recalcitrantes se van dando cuenta de que la aplicación de ese modelo a la realidad, especialmente, a la de los países subdesarrollados como el nuestro, se hace imposible.

Existen varias razones para que, por lo menos los países subdesarrollados, entonemos la gran Oda de la Alegría como un adiós a un modelo malvado, hecho exclusivamente para que los ricos exploten más a los pobres.

 

El modelo no es sino un recetario para que los grandes oligopolios maximicen sus beneficios y las naciones industrializadas expolien, a tasas crecientes, los recursos humanos y naturales de los países subdesarrollados.

 

La tendencia a la reducción de la tasa de ganancia ya está vigente, por lo que las grandes corporaciones se ven en la necesidad perentoria de invertir en países que les permita mano de obra y RR.NN baratos.

 

De este modo, las empresas buscan ventajas comparativas, las que les permite rebajar costos; pero, también buscan ventajas competitivas mejorando sus tecnologías, sistemas administrativos, de mercadeo…….

 

Para lograr ventajas competitivas, cada empresa busca introducir en su sistema productivo una tecnología de punta; pero sucede que las tecnologías de punta están diseñadas para ahorrar, preferentemente, mano de obra.

 

Si todas hacen lo mismo, entonces es lógico comprender el por qué las grandes corporaciones transnacionales se convierten, con la globalización, en las máximas productoras de desempleo del planeta.

 

Con la producción de desempleo, esas corporaciones se convierten también en las máximas productoras de miseria en el mundo.

 

La competencia, columna vertebral del modelo neoclásico, es continuamente minada por la recíproca actitud de las empresas, las que tienen por misión principal eliminar del mercado a las firmas rivales.

 

Los viejos objetivos, al ritmo de los cuales se habían erigido las primeras empresas capitalistas, se basaban en la necesidad de ofrecer al consumidor un producto garantizado, necesario y a bajo costo.

 

Tal como lo planteó uno de los ejecutivos de una de las corporaciones más grandes del mundo: “nadie está en el negocio de producir bienes o servicios; todos estamos en el negocio de producir ganancias”

 

De esta manera, gran parte de los capitales, que inicialmente se invertían en la producción de bienes y servicios se dedican a la especulación en contra de la economía de los países.

 

No olvidemos que las grandes crisis del planeta en los últimos tiempos, han surgido por la acción de los capitales especulativos en pos de lograr una tasa de ganancia mayor.

 

Cuando los defensores de un sistema encuentran contradicciones como la que mostramos ahora, están obligados a reconocer que la historia ya ha decidido tañer las campanas del Réquiem definitivo.

 

Al ver lo que el modelo neoclásico, convertido en un modelo de la especulación, hace en el mundo, sería irresponsable no participar de la tarea conjunta de buscar modelos alternativos.

 

Tal como lo he afirmado varias veces, la búsqueda de modelos alternativos no significa, necesariamente, el reemplazo del sistema capitalista por uno de planificación central.

 

La lección que nos han dado los detentadores del modelo soviético, hombres de panza pringada, y faltos de condición humana, nos previene del intento de repetir una experiencia tan horrísona.

 

Por mi parte tengo estructurada los principios básicos de un modelo que puede ser aplicado a nuestro país y a muchos otros tan subdesarrollados como el nuestro.

 

Está basado en la necesidad de lograr una cooperación estrecha entre la Empresa y el Estado.

 

Mi modelo considera que el empresario tiene un objetivo fundamental: maximizar los beneficios y, con ello, satisfacer los intereses de los accionistas de la empresa.

 

La pregunta al respecto es: ¿coinciden los intereses de los empresarios y de los accionistas con los intereses de la nación? mi respuesta es No; la Nación tiene intereses muy diferentes a la de los accionistas.

 

Si los intereses de los accionistas en particular no coinciden con los del país en general, ¿sería razonable imponer sobre la empresa privada la responsabilidad de convertirse en el “nervio motor  “del desarrollo nacional?

 

Mi respuesta es NO; aunque eso no significa restarle un ápice de importancia a la iniciativa privada en la búsqueda de los mejores senderos para concretar las grandes aspiraciones nacionales.

 

Por el otro lado ¿vamos a considerar al Estado como la suma del Poder Absoluto para que el país pueda llegar a plasmar sus más caras aspiraciones históricas? Mi respuesta, como la de la mayoría, es NO.

 

El Estado tiene responsabilidades cuyo cumplimiento le ha sido otorgado por la sociedad, pero la sociedad no le ha otorgado el derecho absoluto de decidir sobre los destinos de la sociedad misma.

 

¿Qué queda de todo esto?

 

La necesidad de entender que, en el momento histórico que nos toca vivir, la sociedad debe otorgar al Estado y a la Empresa Privada, la responsabilidad de convertirse en la dínamo fundamental para que el país cumpla con sus más grandes objetivos; esto es, conciliar el interés privado con el interés nacional, y ambos, con los de la Sociedad Civil.

 

Es sobre la base de esta responsabilidad compartida: Estado-Empresa-Sociedad Civil que he estructurado la trama fundamental del modelo que voy a proponer.

 

Por el momento me permito adelantar el nombre: se llama “El Modelo por la Vida”.