EL VIEJO Y EL MAR

Por:
Carlos Antonio Carrasco

Publicado el 01/03/2009

La alegoría de Ernest Hemingway, inspirada en Cuba, que se lee en su célebre novélela, nos relata la sabiduría y la sana terquedad en los principios que norman ciertas vidas ejemplares. Es ésa,  la vena que nutre las meditaciones de Fidel Castro, particularmente como singular espectador de los acontecimientos mundiales. Su última entrega, en la que pasa revista a la visita que le hizo la presidenta chilena, ha provocado una cascada de refutaciones en la prensa mapochina por la firme posición de Fidel relativa al enclaustramiento geográfico de Bolivia.

 

Al calificar el asalto chileno de 1879, como una injustificada "humillación histórica", Fidel  resume las consecuencias de esa artera invasión sentenciando: "No solo le arrebataron la costa marítima y la salida al mar, sino que privaron a ese país, de origen auténticamente americano, sobre todo aimaras y quechuas, de extensos territorios muy ricos en cobre que constituían la mayor reserva del mundo, que habiendo sido explotada durante 130 años, hoy su producción se eleva a 5 millones 364 mil toneladas anuales y aporta a la economía chilena alrededor de 18 mil 452 millones de dólares anuales..."

No es necesario multiplicar por 130 los beneficios que esa explotación, además del guano y del salitre, permitieron la acumulación de riqueza en Chile, mientras que simultáneamente Bolivia, encerrada en sus montañas, se  sumía en la pobreza y el atraso, principalmente por falta de  una salida al mar.

 

 

Pensamos que con la presidenta Bachelet  se evocó  privadamente este tema y que Fidel demandó la reparación histórica de semejante injusticia.

 

 

Sin embargo, en  Chile, la noticia causó gran revuelo, con críticas acres a ambos contertulios. Ciertamente, es un tema sensible para un año eleccionario donde los "momios" de derecha y de izquierda se aliaron para descalificar al ex presidente cubano con adjetivos desmesuradamente groseros.

 

 

Empero, Fidel, volvió a la carga al día siguiente, con argumentos aún más contundentes, al expresar "no tengo otro compromiso que con la verdad histórica, y la historia consigna que el Libertador de América, Simón Bolívar, al proclamar él la independencia de Bolivia, asignó una amplia franja en la costa pacífica de Sur América entre los paralelos 22 y 23. También registra que el desierto de Atacama fue incluido en el territorio de la naciente Bolivia, al producirse la victoria contra el imperio español"

 

La lectura inicial que puede hacerse acerca de los comentarios de Fidel es que no habrá paz en América, mientras se impida de manera obstinada y anacrónica la aspiración boliviana de acceder al Océano Pacífico por un puerto útil y soberano.

 

 

También puede inferirse que el hidalgo alegato de Fidel, es parte, a esta altura de su vida, de su testamento histórico a las nuevas generaciones.

 

 

Por último, creemos que con sus reflexiones, Fidel induce a la diplomacia boliviana a mantener como parte sustantiva de su vinculación con Chile, la reivindicación marítima, ante la inminente posibilidad de un retorno al poder de las fuerzas oligárquicas chilenas.

 

Finalmente, es una voz de alerta a la Cancillería nacional para que de la alborotada agenda con 13 puntos adjetivos e intrascendentes, solo uno merece la pena retenerse y ése es precisamente el que con tanto coraje y sentido histórico reclama Fidel: soberanía y utilidad sobre la costa pacífica.

 

 

 

 

* Ex embajador boliviano y actual catedrático del Centro de Estudios Diplomáticos y Estratégicos de Paris.