ARGENTINA: POR LA RECONSTRUCCIÓN DEL FRENTE NACIONAL ANTIIMPERIALISTA

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Publicado el 01/04/2009

Centro de Estudios Nacionales Scalabrini Ortiz - Socialismo Latinoamericano 

 

I

Argentina arrastra desde hace más de tres décadas el ciclo de crisis y estabilización provisoria, típico de un capitalismo atrasado y dependiente, cuyas manifestaciones distintivas son, entre otras, la extranjerización de los resortes claves de su economía combinada con una marcada concentración y centralización del capital; la distribución en extremo desigual de la renta nacional, con importantes niveles de subconsumo en importantes capas marginadas, y una deuda pública que a pesar de sucesivas renegociaciones sigue creciendo, y afecta seriamente el proceso de acumulación.

 

II

El golpe de Estado de marzo de 1976 marcó un corte en la historia nacional, cuyas consecuencias siguen gravitando decisivamente sobre el presente. Cerró el ciclo histórico abierto en octubre de 1945 y puso fin al patrón de acumulación característico del proceso de industrialización sustitutivo de importaciones iniciado a mediados de la década del 30, produjo una reestructuración a fondo de la economía y la sociedad, e imprimió un brusco cambio en el balance de las fuerzas políticas y las clases sociales.

 

III

Marzo de 1976 fue una contrarrevolución en toda la línea, destinada a reorganizar el bloque dominante con centro de gravedad en los grupos económicos locales y el capital financiero trasnacional, quebrar toda resistencia social al programa de reconversión capitalista, y liquidar a los cuadros del movimiento obrero y popular y a la vanguardia militante que apuntaba a radicalizar la crisis política.

 

IV

La caída del gobierno peronista en descomposición y con fuertes tendencias a la capitulación, dejó al desnudo la existencia de un límite histórico infranqueable para el movimiento fundado por Perón tres décadas antes. Ese límite ya se había hecho presente en septiembre de 1955, momento en que el programa nacional burgués que perseguía la construcción de un capitalismo nacional con apoyo obrero, quedó fijado en los marcos del régimen de propiedad existente, manteniendo intacta la fuente material del poder terrateniente. La crisis dejó en claro que las tareas nacional-democráticas pendientes sólo podían ser llevadas a cabo mediante métodos revolucionarios, métodos que estaban más allá del horizonte político-ideológico de la conducción burguesa del frente de clases del 45.

 

V

Las transformaciones impuestas por la dictadura y el terrorismo de Estado fueron mantenidas, profundizadas y consolidadas durante el período constitucional. Bajo el alfonsinismo, tras la derrota de la guerra en Malvinas, el democratismo abstracto de clase media y la ideología de la desmalvinización, se constituyeron en los componentes fundamentales del proceso de reconstrucción hegemónica desarrollado por las clases dominantes. El resultado de tal operación, sostenida por el discurso del sentido común proveniente de las usinas de difusión locales y extranjeras, fue la instalación de una democracia colonial en los cuadros de un aparato institucional vaciado de toda expresión de soberanía popular. Durante la década menemista, la “revolución conservadora”, restauración del capitalismo afirmada en la derrota del movimiento obrero metrolitano, en la destrucción del antiguo patrón keynesiano de la relación capital-trabajo, y en una nueva fase de mundialización y financiarización del capital, impactó fuertemente sobre la economía, la sociedad y la política locales, al igual que en el resto de América Latina. En Argentina ese programa significó la conclusión de las tareas que dejó pendientes la dictadura, liquidando las estructuras estatales que quedaban en pie del período peronista, destruyendo la legislación laboral y produciendo una apertura irrestricta de la economía en favor del capital extranjero. La Alianza de radicales y “progresistas” mantuvo intactas esas “conquistas” del imperialismo y las grandes corporaciones locales, e incluso en el plano legal desequilibró aún más la relación capital-trabajo.

 

VI

La política económica de los gobiernos de Menem y De la Rúa colapsó en diciembre de 2001 y, sin embargo, las estructuras centrales del modelo neoliberal se mantuvieron sin grandes alteraciones en los años que sucedieron a esa crisis: presencia dominante del capital extranjero en el proceso de acumulación, control por parte de las compañías trasnacionales de recursos naturales claves como el petróleo y la minería, marcado nivel de apertura comercial y financiera. La crisis de 2001 provocó una recomposición en la cúpula del poder, desplazando del centro de las decisiones al capital financiero y las corporaciones extranjeras ligadas a al explotación de los servicios públicos, y ubicando en su lugar a la gran burguesía industrial, exportadora de bienes y también de capital. Sin embargo, ese viraje no puso en cuestión la unidad de los círculos dirigentes del capitalismo argentino.

 

VII

El programa político que reflejó esa recomposición, aplicado primero por Duhalde y luego por el kirchnerismo, logró consolidarse como consecuencia del reflujo que sucedió a la movilización de masas que terminó con el gobierno de De la Rúa. Tras cuatro años de recesión (los dos últimos con fuerte sesgo depresivo) y ante un régimen que era la continuidad plena de la década infame anterior, que frente a la crisis aplicaba nuevos y más brutales ajustes; en presencia de una dirigencia política corrompida, que redujo la democracia a un tramposo ritual electoral y de instituciones desprestigiadas por su subordinación al poder de turno, el estallido de diciembre de 2001 dejó al desnudo la existencia de una profunda crisis de representatividad, con repercusión sobre la hegemonía de los círculos dirigentes. Su consigna convocante –“Que se vayan todos”– expresó claramente el estado de ánimo de una heterogénea masa de trabajadores, empleados, desocupados, baja clase media arruinada y pequeños ahorristas estafados. Sin embargo, se trataba de una consigna sin dirección política, sin programa y mucho menos organización. Desde este punto de vista el rasgo distintivo de esta crisis fue la existencia de un vacío político: la ausencia de la clase trabajadora a través de una dirección en condiciones de organizar las distintas líneas del levantamiento popular y unificar en un mismo discurso las distintas interpelaciones populares, nacional-democráticas y clasistas. Tal organización política no existía, y las fracciones sindicales que sostuvieron el enfrentamiento con el menemismo y el gobierno radical, atados a una práctica centralmente reivindicativa y ceñidos al horizonte ideológico del peronismo o del centro izquierda, no estaban en condiciones de resolver en esa dirección la crisis.

 

VIII

Esto no oscurece en absoluto el hecho de que diciembre de 2001 es un punto de partida insoslayable. El último Frente Nacional se desintegró a mediados de la década del 70, poco después de la muerte de su fundador, mientras que las tareas que dejó pendiente el peronismo en marzo del 76 siguen irresueltas. Sin embargo, las condiciones históricas que posibilitaron el surgimiento de un frente de clases de contenido nacional bajo una conducción burguesa, ya no existen. Las transformaciones estructurales que impuso la contrarrevolución tres décadas atrás, junto a los cambios que experimentó el capitalismo a escala mundial, han creado exigencias de orden muy distinto al programa revolucionario. La burguesía nacional nunca desempeñó un papel dirigente en ese frente y mucho menos podría desempeñarlo en el presente, mientras que el Estado de la década del 40, emergente del proceso de industrialización que sucedió a la crisis del 30, fue desmantelado, y el aparato sobreviviente tiene escasa gravitación en presencia de un patrón de acumulación dominado por las formas más concentradas del capital extranjero. 

 

IX

Estas nuevas condiciones han desplazado la correlación de clases en el campo nacional, confiriendo al proceso de reconstrucción del frente un marcado carácter antiimperialista, e impregnado las tareas nacional-democráticas aún inconclusas de un definido contenido socializante. Esto quiere decir que las líneas constitutivas del futuro Frente Nacional Antiimperialista se reorganizan desde su ala izquierda. Significa al mismo tiempo que el proletariado fabril y rural, la pequeña burguesía asalariada y las capas bajas y empobrecidas de la burguesía nacional, son componentes de ese frente. Significa, por fin, que el centro de gravedad político está constituido por la práctica de una vanguardia militante surgida de los cuadros de la clase trabajadora y de las grandes masas explotadas.

 

X

El ciclo histórico abierto por la “revolución conservadora” en las metrópolis hace casi tres décadas atrás, se cierra en estos días con un colapso generalizado que está arrastrando estructuras enteras del capitalismo mundializado a la quiebra, hundiendo en el descrédito el discurso hegemónico del neoliberalismo y sepultando definitivamente las ilusiones que ponían fin a la historia bajo el reinado eterno del capital. Este quiebre determina que todos los problemas de la lucha de clases y la revolución se planteen desde una nueva perspectiva. A menos que los trabajadores, las capas no proletarias aplastadas por el capital monopolista, los pueblos de la periferia semicolonial, tomen la iniciativa guiados por un programa de transformaciones revolucionarias, el capitalismo, tarde o temprano, terminará saliendo de la crisis, destruyendo una parte de los bienes y valores que hoy no tienen posibilidades de realización, recomponiendo sus cuadros, e iniciando un nuevo ciclo de acumulación. En América Latina la crisis del neoliberalismo se adelantó, abriendo una importante brecha en el bloque contrarrevolucionario que caracterizó los años 90. La presencia de regímenes nacionalistas revolucionarios y antiimperialistas en Bolivia, Venezuela y Ecuador, han imprimido un giro hacia la izquierda al conjunto de la situación. Una política revolucionaria que se proponga la reconstrucción del Frente Nacional debe tener esto muy en cuenta, y guiarse por la conclusión decisiva de que las tareas a realizar deben plantearse en el marco general de lucha antiimperialista por la reunificación socialista de América Latina.

 

Rosario, 7 de marzo de 2009

Centro de Estudios Nacionales Scalabrini Ortiz

Socialismo Latinoamericano