LA PREGUNTA MAS IMPORTANTE PARA LOS BOLIVIANOS

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Publicado el 01/07/2009

Hace algunos días, el ex Vicepresidente de la República, Víctor Hugo Cárdenas, públicamente afirmó: “Aritmética y matemáticamente Evo Morales es derrotable, se le puede ganar en las elecciones”. Asimismo Cárdenas aseveró que el apoyo del 53,7 por ciento obtenido por Morales en las anteriores elecciones, se redujo a tan sólo un 30 o 40 por ciento.

 

El ex vicepresidente suma así en el grupo que lanzó la idea de que existen posibilidades relativamente sensatas de vencer al actual Mandatario en las elecciones de diciembre. Ya el hecho de que use las palabras “aritmética y matemática” muestra lo difícil de la apuesta. Hasta recuerda a esos técnicos de la Selección Boliviana de Fútbol que, tras cada derrota, hacen números. Luego indican que ganando el resto de los partidos será posible llegar al próximo Mundial.

 

Tarea extremadamente difícil resulta derrotar al MAS en diciembre. Sin embargo, en el sector oficialista también surge otro tipo de políticos que juegan o buscan forzar los números. Se trata de aquellos que asumieron al casi 54 por ciento de los votos que recibió el MAS como si se tratara del 99,9 por ciento. Peor aún, hasta hay quienes tomaron la cifra como una cheque en blanco y un acta de sometimiento voluntario de los bolivianos al nuevo Gobierno.

 

Si bien el 54 por ciento logrado expresó un importante respaldo, en esa elección el país también le hizo llegar al MAS dos mensajes: Primero, que a nivel nacional estaba obligado a concertar, puesto que no obtuvo mayoría en el Senado. Segundo, que tenía que aprender a gobernar de manera conjunta con los poderes regionales, ya que seis de los nueve departamentos fueron ganados por la oposición.

 

Sin embargo, con el tiempo, Evo Morales y el MAS han buscado posicionar la imagen de que después de él no hay nada ni nadie. Esa idea caló profundamente en buena parte del imaginario colectivo. Las razones de su éxito no se encuentran precisamente en la propaganda oficialista ni en las virtudes ni en la capacidad del gobernante. Tampoco se hallan en los resultados del mal llamado “cambio”. Al contrario, dichas causas se encuentran sobre todo en los groseros defectos y errores de sus opositores.

 

De ahí que mirando los pasados 50 años de historia, se podrían sacar algunas lecciones que se deben analizar.

 

Primera lección: una combinación fatal para Bolivia fue gobiernos autoritarios y populistas en épocas de bonanza económica basada en altos precios de los recursos no renovables. En esos casos las políticas prebendalistas, bonos y dádivas de por medio, sembraron la miseria nacional para cosechar votos. Hubo experiencias tan grotescas como la  del dictador Hugo Banzer. Este personaje, pese a haber encabezado una de las gestiones más corruptas y torpes de la historia boliviana, acabó, 20 años más tarde, elegido en las urnas. Su segundo gobierno resultó en extremo desastroso. Claro, ya no había bonanza.
¿Pasará algo similar en el futuro masista?
 
Otra lección: la izquierda boliviana sirve para criticar, no para gobernar.  En el periodo 1982 al 2005 la debacle udepista nos enseñó extraños conceptos de democracia obrera y ética marxista. No pocos pretendieron cobrar la factura de su oposición a las dictaduras asaltando las arcas estatales. El pueblo quedaba en segundo plano.
¿Son síntomas de aquello las inconductas híbridas de violencia y corrupción de los actuales “movimientos sociales”?
 
Tercera lección: el manejo irresponsable de la economía, a larga tiene consecuencias que, otra vez, las pagan los pobres. Resulta extremadamente difícil hallar alguna ex autoridad sosteniéndose con el fruto del esfuerzo honesto y sacrificado de su propio trabajo. Pero muchas, al dejar el poder, aparecen con los dones del rey Midas. Lo fácil es ver que Bolivia sigue figurando entre los países con los peores índices de pobreza del continente.
¿Veremos a los actuales ministros y gobernantes en el futuro paseándose en autos de lujo y comprando mansiones? Bueno, Santos Ramírez ya lo estaba haciendo.

 

Cuarta lección: El servilismo de los sectores liberales hacia los dictados del imperio del norte y las  transnacionales surgen siempre después de cada desastre. Los políticos y “grandes” empresarios nacionales, como aves de carroña, caen sobre los despojos de la Patria una y otra vez.
 
Así sucedió durante los años sucesivos a la instauración del duro 21060. Los gobernantes, en varios casos izquierdistas renegados, aceptaron, con carácter sagrado, los dictados del FMI y el Banco Mundial. Abrieron las puertas al saqueo nacional, tanto que uno de los agentes de las transnacionales fungió como Presidente de la República. ¡Hasta fue reelegido! 
 
Luego, los operadores políticos de la época se encargaron de minar, prostituir, corromper y socavar el avance democrático a través del copamiento de las instituciones, la prebenda, el asalto del erario publico y el uso del aparato estatal para destruir al oponente.
 
Soberbios, insensibles, incapaces, mentirosos, sectarios  y protectores de la corrupción, envilecieron la política. En su goce engendraron al sucesor que, a tres años y cinco meses de gobierno, ha demostrado ser un aventajado heredero de esa vieja forma de hacer política. Por ello, hoy no vivimos el comienzo de una nueva era, sino la continuación y profundización de la vieja crisis de Estado.

 

Cabe entonces la pregunta: ¿será posible derrotar a Evo? Tal vez la pregunta a estas alturas debería ser otra: ¿Cómo salvar a la Patria de tanto desgobierno y engaño?