SOCIALISMO LATINOAMERICANO ARGENTINA

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Publicado el 01/11/2009

HAY QUE ROMPER LA TRAMPA DEL CONTINUISMO OFICIALISMO-OPOSICIÓN

Apostar a lo “menos malo” es renunciar a construir una alternativa independiente. Por el contrario, una política que se proponga poner en el orden del día las tareas de contenido nacional, democrático, antiimperialista, no puede siquiera formularse si no es a partir de romper la continuidad instaurada desde 1976.


Los actos de celebración del 17 de octubre realizados por kirchneristas y antikirchneristas, dejaron al desnudo la distancia insalvable que separa, a unos y a otros, de los orígenes peronistas que pretendían conmemorar. El justicialismo, en cualquiera de sus versiones, está plenamente integrado al régimen partidocrático, al punto que en los últimos veinte años los gobiernos surgidos de sus filas, han sido instrumentos políticos perfectamente adaptados a las exigencias de alguna de las fracciones del gran capital.

 

Respecto a los gobiernos de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández no hay demasiado margen para engañarse. Sin embargo, hay quienes, tras destacar los supuestos condicionantes que los han limitado y los siguen limitando, aseguran que el futuro puede ser sin duda peor. Así, por ejemplo, sostienen que en caso de ganar la oposición las próximas elecciones presidenciales, el giro a la derecha sería cerrado y la vuelta al pasado, inevitable. En consecuencia, habría que inclinarse por lo “menos malo” o, lo que es lo mismo, votar por el “mal menor”. ¿Es cierto esto?

 

Está fuera de discusión el contenido antinacional de los programas que desde la derecha del PRO, y el centro de radicales, cobistas y cívicos con su ala izquierda socialista, convergen en el campo opositor. Sin embargo, el interrogante no es si alguna combinación de estas fuerzas puede llegar a ganar las elecciones, sino qué consistencia puede alcanzar un gobierno de este tipo. La derecha que se unifica en torno a Macri y De Narváez no tiene suficiente consistencia social: cuenta con la adhesión de la alta clase media y ha organizado su propia política clientelística entre las capas más sumergidas del Gran Buenos Aires, pero una cosa es el voto y otra muy distinta la densidad social mínima sobre la que sostener un programa de gobierno.

 

¿Y un ensamble que logre reunir en una fórmula a algunas de las “grandes figuras republicanas”: Carrió, Morales, Cobos, Binner…?  En este caso salta inmediatamente a la memoria la experiencia de la Alianza de radicales y “progresistas”, y su triste final tras dos desastrosos años de gobierno, en los cuales quedó al desnudo la ambigüedad, la hipocresía y, en definitiva, la ausencia de política propia por parte de la pequeña burguesía, y su falta de consistencia de clase para sostenerse en el gobierno.

 

En verdad, el principal riesgo para la continuidad kichnerista parece estar encerrado en al aparato del PJ. A partir del enfrentamiento con el bloque agrario el oficialismo ha experimentado importantes desprendimientos en provincias claves como Santa Fe y Córdoba, mientras que en Buenos Aires la zapa de Duhalde ha comenzado su silencioso y paciente trabajo. En definitiva, los giros de la política nacional de las últimas dos décadas se han producido a través de los cuadros del aparato justicialista.

 

Pero el problema sigue siendo el mismo: ¿si el kirchnerismo no sobrevive al 2011 se avecina un período de cruda reacción?, ¿un retorno a la etapa negra de los 90’? En este punto hay que tener en cuenta lo siguiente. Todo giro en un sentido de reacción que implique cambios estructurales en la situación política y económica e impacte socialmente, es siempre precedido por modificaciones materiales en la correlación entre las clases y las fuerzas partidarias: los fusiles del terrorismo de Estado en marzo de 1976; el poder del terrorismo hiperinflacionario de “los mercados”, en febrero de 1989. Sin un disciplinamiento brutal del conjunto de la sociedad es imposible sostener programas como los que lograron imponer la dictadura y el menemismo. Hoy, la primera variante no tiene consenso alguno en los círculos del poder económico, ni aún entre sus fracciones más a la derecha, pues esta vez no encontraría la base social necesaria en la clase media. La segunda no interesa a quienes habitualmente son sus grandes beneficiados: la fuga de capitales ha disminuido y los bancos no compran dólares sino títulos de la deuda, que en la actualidad constituyen un jugoso negocio.

 

El apoyo a lo “menos malo” siempre ha sido garantía de continuidad para los círculos del poder pues, tanto lo menos como lo más malo son la cara y la contracara de un programa que, en lo sustancial, reproduce las condiciones de dominación. Apostar a lo “menos malo” es renunciar a construir una alternativa independiente. Por el contrario, una política que se proponga poner en el orden del día las tareas de contenido nacional, democrático, antiimperialista, no puede siquiera formularse si no es a partir de romper el círculo del hierro de esta continuidad. Seis décadas atras, el campo de fuerzas, las ideas y las prácticas políticas que dieron lugar a la conjunción nacional-popular del 45 fueron contruidas desde el Estado, como consecuencia de una ruptura radical con el pasado. Hoy las condiciones han variado por completo. Es a partir de la iniciativa de las grandes masas obreras y populares, de la decisión de la militancia, de la organización de una voluntad colectiva, que las fuerzas de un gran Frente Nacional-Antiimperialista se pondrán nuevamente en marcha.

 

por Socialismo Latinoamericano • Izquierda Nacional