QUE LA OEA SE QUEDE EN WASHINGTON

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Publicado el 01/03/2010

Aun no le han puesto nombre, pues se lo está mencionando solamente como “Nueva Organización Americana”.

En México, donde se está reuniendo el que llaman Grupo de Rio se está cocinando, sin embargo, varios asuntos importantísimos para nuestro continente y el de la posible desaparición de la Organización de Estados Americanos, OEA, no es el más simple ni el menos audaz.

Lo niegan, por supuesto y más bien han abundado las declaraciones de que se trataría de un organismo complementario a la AOE. Y surge la pregunta: ¿Complementario en qué? ¿Acaso la OEA hace algo relevante.

El ánimo al cuestionar esto no es ofender. No faltaba más. Pero si hay algo que hace años se preguntan muchos es ¿Qué hace realmente la OEA?

Que los Estados Unidos sean miembro de esa Organización le da, de entrada, una asimetría que vuelve ridícula cualquier “integración”. Eso quedó demostrado cuando Estados Unidos resolvió que había que expulsar a Cuba de la OEA, porque estaba coqueteándole a la Unión soviética y eso Washington no lo podía tolerar. Estaba en plena “guerra fría”.

Y Cuba fue expulsada nomás, para vergüenza histórica de casi todos los demás países latinoamericanos.

La OEA tenía un tribunal de arbitramento y otros mecanismos que nunca funcionaron realmente.

Tampoco funcionó la OEA cuando Argentina (uno de sus miembros) se enfrentó con Gran Bretaña en la ahora muy recordada Guerra de las Malvinas. Por supuesto, Estados Unidos en esa oportunidad tomó partido por su Madre Patria Británica y no por su hermana Argentina. Eso no se olvida.

Después de 52 años de creada en Bogotá, casi en forma simultánea con una de las conmociones más violentas que vivió Colombia por el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán, poco se puede mostrar como resultado positivo, real de medio siglo de vida de la OEA. Declaraciones, viajes, misiones de observación que siempre resultan anodinas y una burocracia internacional indudablemente costosa, muy costosa, especialmente en costos de oportunidad.

El caso más reciente de esa inocuidad (por llamarla de alguna manera) de la OEA fue su intervención, más bien desairada, en el conflicto interno hondureño, donde fue expulsado impunemente un presidente… y al final nada pasó.

Se luce, por supuesto, como en Colombia actualmente donde modernos vehículos recorren de aquí allá, con grandes letras: MAPP, que finalmente supimos que quieren decir Misión de Apoyo al Proceso de Paz. ¿Proceso de Paz? ¿En Colombia? Si allí no existe ni está en proceso de existir.

 En fin.  Si los gobernantes del Grupo de rio finalmente arman esa nueva organización que parece que se está gestando, sería bueno que fuera, como ellos mismos lo dijeron: “más flexible y con menos burocracia” que la OEA, pero no tiene sentido eso de que se anticipen a decir que será compatible con ella, con la OEA.

La integración latinoamericana es un sueño antiguo y una lucha larga. Es la dolorosa construcción de esa Patria Grande que imaginaron hace más de dos siglos algunos latinoamericanos y que muchos todavía mantenemos como una meta, más que como una ilusión.

¿Y la OEA? Por algo su sede está en Washington. Que se quede ahí