LOS HERMANOS LANZA Y EL CULTO A LOS HEROES

Por:
Ramiro H. Loza Calderón

Publicado el 01/05/2010

Poco se puede esperar de los pueblos que no valoran su historia ni honran a sus héroes. Podemos decir que si alguna sociedad careciese de ellos sería necesario inventarlos para insuflarles seguridad en su destino y una supervivencia garantizada en la historia. Estas apreciaciones se hacen patéticas en las circunstancias actuales, cuando la “refundación” del Estado ha trazado una línea divisoria entre el pasado y lo que vendrá después de 2009, año de la promulgación de la nueva Constitución Política del Estado, separación artificiosa que no sólo reniega sino que execra de todo el contexto nacional anterior a dicha fecha. En consecuencia, se trata de imponernos una amnesia colectiva y por un afán apátrida convertirnos en pueblo sin pasado y sin historia, pero reverente ante el Estado Plurinacional pretendidamente sustitutivo de la República de Bolivia, heredad que recibimos del denuedo y patriotismo de los héroes, que ahora se pretende negar.

Ni los regímenes más extremos surgidos de revoluciones sangrientas e ideológicamente irreconciliables con lo que podría llamarse el ancien regime, pudieron proyectarse sin ataduras con el pasado. Los cambios radicales engendran resistencias de propios y extraños, así, por ejemplo, la Revolución Francesa apeló a los emblemas borbónicos y aun al recuerdo de las legiones galas para defenderse frente a la Santa Alianza. La URSS de Stalin recurrió a las epopeyas de la Santa Rusia para insuflar al Ejército Rojo el coraje de vencer a la Wehrmacht de Hitler. En lo político, estas revoluciones burguesa y bolchevique terminaron arriando sus banderas y de la primera sólo se mantuvo a la postre la igualdad política y jurídica de los ciudadanos, antes desconocida, sobre la que se erige la estructura básica de los Estados contemporáneos.

Esa actitud característica de negación de los actuales momentos, se hace más caprichosa por cuanto nuestro pasado histórico es rico y no carece de acciones heroicas y de albergar exponentes de calidad en todos los campos del quehacer humano. Es decir que no caminamos huérfanos por el deambular de los tiempos. Tampoco podemos desandar lo andado y nuestro deber es afirmarnos en el verdadero espíritu nacional y en la forja de un perfil definido y libre de enclaustramientos mentales para el hombre boliviano.

La reposición del culto a nuestros héroes, con énfasis en los precursores de la Patria, cual los Protomártires de la Independencia, aunque sean amenazados por una furia indígena iconoclasta de bajarlos de los pedestales de las plazas públicas donde la gratitud de sus hijos los colocó, no significa tacha ni olvido de los Tomás Catari, Túpac Katari o Zárate Vilca, pues también a ellos se debe páginas memorables, pero se advierte fácilmente que los afanes de suplantación que nos cercan, son parte predilecta de las finalidades de confrontación del partido oficial, en préstamo de la contraposición dialéctica de “los contrarios” del marxismo.

Con estos antecedentes, es de elemental justicia recordar en relación con el Bicentenario de la Revolución del 16 de Julio de 1809, a los hermanos Victorio García Lanza, Gregorio García Lanza y José Miguel Lanza, revolucionarios gestores del fuego de la libertad hasta ver la fundación misma de la República. Digna y sobrecogedora por su valor, fidelidad y consecuencia es la obra de estos patriotas, quienes en rara trilogía histórica de sacrificio nos ofrecen un verdadero paradigma de bolivianidad. Cada uno asumió un rol específico en la epopeya, confluyendo en la construcción de una patria soberana e independiente.
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