
Antecedentes: Estados Unidos (EU) intensificó la temible guerra de las divisas –a lo que Bajo la Lupa se adelantó dos meses– mediante su segunda facilitación cuantitativa (eufemismo de la vulgar impresión masiva de dólares) diseñada por el israelí-estadunidense Ben Shalom Bernanke: otro brujo aprendiz de la teología del monetarismo centralbanquista friedmanita (con su caricatura itamita en México), quien prosigue la demolición de las finanzas mundiales para beneficiar exclusivamente a los banqueros de Wall Street, en detrimento de los propios ciudadanos estadunidenses y del resto de la humanidad (ver Bajo la Lupa, 7.11.10).
En medio del repudio generalizado
a Shalom Bernanke (nada extrañamente con la enternecedora excepción de México,
miembro del G-20, que prefirió criticar a China; lo que exhibe el grado de
esclavitud al que ha llegado Calderón con EU), hasta Paul Volcker (AP,
5.11.09), último mohicano sensato de las finanzas y anterior gobernador de la
hoy vilipendiada Reserva Federal, reconoce la futilidad de las medidas
nihilistas de Shalom Bernanke.
La dictadura global del monetarismo centralbanquista –cuya quintaesencia la
representa el sionismo financiero mundial–, iniciada por el
israelí-estadunidense Alan Greenspan en la Reserva Federal 24
años atrás mediante el espejismo de la masa monetaria con el avieso fin
inconfeso de controlar al mundo, hace mucho que perdió de la desregulada globalización financierista.
Las elites financieras globales también se han fracturado en la cúpula y nada
menos que el luterano alemán-estadunidense Robert Bruce Zoellick, presidente
del Banco Mundial –pese a ser un fanático del mercantilismo libre-cambista
neoliberal–, en su ya célebre escrito en The Financial Times (7.11.10),
de manera insólita y desesperada propuso recurrir al salvavidas del oro, con el
fin de anclar los movimientos desquiciantes de las divisas, en vísperas de la
cumbre disfuncional del G-20 en Seúl.
Muy bien diagnosticaba el geoestratega Zbigniew Brzezinski que las elites de EU
están fragmentadas cuando las voces relativamente sensatas del sistema (desde
Volcker hasta Zoellick) reclaman políticas menos desreguladas frente a la
vorágine permanente de la dictadura del monetarismo centralbanquista ejecutada
por la dupla Greenspan-Bernanke y especulada bajo la la teoría cuantitativa
(sic) del dinero formulada desde la Universidad de Chicago por su supremo teólogo,
Milton Friedman (con un Premio Nobel de Economía a cuestas; ¡para lo que
sirven!): tres miembros prominentes del sionismo financiero global.
A escala personal, amén que siempre defendí públicamente desde hace mucho al
oro y a la plata –al unísono del petróleo, el trigo y el uranio como
componentes de una canasta de materias primas para un nuevo patrón múltiple–
como anclas monetarias para un nuevo Bretton Woods, hace alrededor de seis años
abordé en corto a Robert Mundell (otro Nobel de economía; padre del euro;
teórico del alucinante ofertismo fiscal y de la zona óptima de las divisas)
durante un congreso internacional para preguntarle su opinión sobre el retorno
del oro, lo cual desechó despectivamente.
Tal es la principal sicopatía que padece cierto tipo de economistas, pese a
poseer mentes brillantes, quienes se vuelven adictos inveterados a sus propias
teorías hoy abortadas por el principio de la realidad (la madre de la salud
mental).
Hoy, ¿dónde quedó la reputación de la pletórica fauna de economistas neoliberales
con todo y sus hilarantes Premios Nobel?
Hechos:
El antídoto a la hiperinflación de Shalom Bernanke es el oro híbrido de Bruce Zoellick, quien considera que el mundo necesita un nuevo régimen para sustituir el Bretton Woods II de flotación de las divisas, por cierto, impuesto unilateralmente por Nixon en 1971 al desacoplar al dólar del metal amarillo con el fin de financiar su guerra en Vietnam.
Paradojas de la vida: la reliquia
barbárica, como John Maynard Keynes degradó al oro, puede ayudar a recomponer
la economía global. Según Bruce Zoellick, reconvertido milagrosamente, aunque
los libros de texto vean al oro como viejo dinero, los mercados (¡súper-sic!)
usan hoy al oro como una alternativa de activo monetario.
Pues serán los libros del fundamentalismo monetarista teológico de la Universidad de Chicago
(y su caricatura itamita) porque existen otros libros de texto, aún en EU, ya
no se diga en otras universidades del mundo, que nunca cesaron de promover al
oro como ancla.
¿Cuál era, entonces, el propósito para que los bancos centrales (con la
excepción delirante del México neoliberal que todo lo ha hecho pésimo y al
revés), además del FMI, dispusieran de cuantiosas reservas de oro?
Bruce Zoellick da a entender entre líneas la adopción de una hibridación del
oro –un patrón global modificado (sic)– con lo que queda de divisas fuertes (si
todavía se atreven a llamarles así): el dólar, el euro, el yen nipón, la libra
esterlina y el renminbi/yuan chino (ya con su libre convertilidad). Se trata de
una mezcla del oro con los derechos especiales de giro (SDR, por sus siglas en
inglés) del FMI que usa las cuatro primeras divisas citadas, sumadas ahora al
renminbi/yuan.
La libra esterlina no tiene nada que hacer en la nueva hibridación, lo cual
provocará, amén del repudio, un (in)tenso debate de los otros integrantes del
BRIC, así como de otras divisas poderosas de la anglósfera, como los dólares de
Canadá y Australia, ya no se diga el won de Sudcorea.
Bruce Zoellick aboga por un programa (sic) de recuperación y crecimiento con un
plan (sic) para construir un sistema monetario co-operativo (sic) que considere
usar al oro como punto de referencia internacional de las expectativas del
mercado sobre inflación, deflación y el futuro de los valores de las divisas.
Admite que tomará tiempo. Pero se necesita empezar.
Ante todo, Bruce Zoellick necesita vencer las poderosas reticencias de los
teólogos del monetarismo centralbanquista, como Fred Bergsten, director del
influyente Peterson Institute for International Economics, con sede en
Washington, quien desechó la idea de usar al oro como menor (sic) y realmente
irrelevante (sic). Bergsten se pronunció por un sistema con múltiples reservas,
además del dólar.
El nudo gordiano de la grave crisis financiera, creada por los banksters
(banqueros gangsteriles) de Wall Street, radica en que no existe un basurero
global ni oro suficiente para reciclar los dólares-chatarra estadunidenses que
han inundado y desquiciado la vida de los humanos, además de haber subsidiado
sus guerras permanentes.
Conclusión:
Será el sereno, pero el oro rompió la barrera sicológica de mil 400 dólares la onza (la plata está a punto de penetrar la de los 30 dólares la onza y el petróleo la de los 90, el barril).
Se cumple exquisitamente nuestra hipótesis multidimensional de la primavera de 2004 –cuando se supo que EU y Gran Bretaña, las dos principales potencias monetaristas centralbanquistas globales, ya no podían controlar el petróleo de Irak y, por tanto, el billete verde (a estos niveles la libra esterlina y el nuevo shekel israelí ni pintan) se quedaba sin un protector tangible: la cotización del dólar es inversamente proporcional al petróleo, oro y plata. Ce qu’il fallait démontrer.