
Las divisas
son un problema económico muy particular. Porque las divisas son la verdadera
relación donde unos ganan y otros pierden. Sean cuales sean los méritos de la
revaluación o devaluación de una divisa particular, estos méritos son ganancias
sólo si otros pierden. No puede todo mundo devaluar al mismo tiempo. Es
imposible lógicamente y por tanto carece de sentido en lo político.
La situación mundial es bien conocida. Hemos estado viviendo en un mundo donde
el dólar estadunidense ha sido la divisa mundial de reserva. Esto, por
supuesto, le ha dado a Estados Unidos un privilegio que ningún otro país tiene.
Puede imprimir su divisa a voluntad, siempre que piense que al hacerlo resuelve
algún problema económico inmediato. Ningún otro país puede hacer esto; o más
bien ningún otro país puede hacerlo sin penalización mientras el dólar se
mantenga como la divisa de reserva aceptada.
Es también muy conocido que, por algún tiempo ya, el dólar ha estado perdiendo
su valor en relación con otras divisas. Pese a las fluctuaciones continuas, la
curva ha sido descendente tal vez durante 30 años por lo menos.
Los países del noreste de Asia –China, Corea y Japón– han emprendido políticas
relativas a las divisas que otros países han criticado. De hecho éste es un
asunto que es objeto de una atención constante en los medios. Sin embargo, para
ser justos, en este momento no es de ningún modo fácil establecer la política
más sabia, aun desde la perspectiva egoísta de cada país.
Yo considero que el asunto subyacente es más simple que las enredadas
explicaciones de la mayoría de los analistas de política. Comienzo con unos
cuantos supuestos. El estatus del dólar como divisa de reserva del
sistema-mundo es la última ventaja importante con que cuenta Estados Unidos en
el sistema-mundo de hoy. Es por tanto entendible que Estados Unidos hará lo que
pueda para mantener esta ventaja. Para hacer eso requiere de la voluntad de
otros países (incluidos, notablemente, ésos del noreste de Asia) no sólo para
que usen el dólar como modo de calcular las transferencias sino como algo en lo
cual invertir sus excedentes (particularmente en bonos del Tesoro
estadunidense).
No obstante, la tasa de cambio del dólar ha ido deslizándose constantemente.
Esto significa que tales excedentes invertidos en bonos del tesoro valen menos
conforme pasa el tiempo. Llega un punto en que las ventajas de tal inversión
(siendo la principal ventaja el sostener la capacidad de las empresas
estadunidenses y los consumidores individuales para pagar por sus
importaciones) serán menores que la pérdida del valor real de las inversiones
en bonos del Tesoro. Ambas curvas se mueven en direcciones opuestas.
El problema es uno que está presente en cualquier situación de mercado. Si el
valor de unas acciones está cayendo, los dueños querrán deshacerse de ellas
antes de que caigan muy bajo. Pero si un accionista grande se deshace de ellas
muy rápido, esto puede impeler a que otros corran a vender, lo que ocasiona
pérdidas aún mayores. El juego es siempre encontrar un momento elusivo para
deshacerse de las acciones, uno que no sea ni demasiado tarde ni demasiado
pronto, ni demasiado lento, ni demasiado aprisa. Esto requiere un sentido
perfecto del tiempo, y la busca de esta sincronía perfecta es el tipo de juicio
que con frecuencia se tuerce.
Esto es lo que veo como retrato básico de lo que está ocurriendo y ocurrirá con
el dólar estadunidense. No puede continuar manteniendo el grado de confianza
mundial de que alguna vez gozó. Tarde o temprano, la realidad económica se le
empatará. Esto puede ocurrir en una conmoción de cinco minutos o en un proceso
mucho más lento. Pero cuando ocurra, la pregunta clave es ¿qué pasará entonces?
No hay hoy otra moneda que tenga el equilibrio necesario para remplazar al
dólar como divisa de reserva. Siendo ese el caso, cuando el dólar caiga no
habrá divisa de reserva. Estaremos en un mundo multipolar de divisas. Y un
mundo multipolar de divisas es un mundo muy caótico, en el cual nadie se siente
a gusto porque los constantes virajes repentinos de las tasas de cambio hacen
muy precarias las mínimamente racionales predicciones económicas a corto plazo.
El director administrativo del Fondo Monetario Internacional, Dominique
Strauss-Kahn, en este momento advierte públicamente de que el mundo se está
hundiendo en una guerra de divisas, cuyo resultado podría tener un impacto
negativo y muy dañino en el más largo plazo.
Una posibilidad real es que el mundo pueda revertir, a mí me parece que ya lo
está haciendo, a acuerdos de trueque de facto, una situación que no es
en realidad compatible con el funcionamiento efectivo de la economía-mundo
capitalista. ¡Caveat emptor!, ¡compren a su propio riesgo!