LA BURBUJA BOLIVIANA DEL GAS

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Publicado el 01/10/2010

Hace aproximadamente ocho años varios “expertos” y políticos de la catadura de Carlos Sánchez Berzaín nos hablaban de una virtual “Bolivia Saudita”. Supuestamente teníamos demasiado gas y había que venderlo cuanto antes. Se nos decía, inclusive, que debíamos evitar que la tecnología lo trascienda y nos quedemos sentados sobre esa riqueza cuando ya nadie la quiera. El plan de los “expertos” y ministros de los gobiernos de Jorge Quiroga Ramírez y Gonzalo Sánchez de Lozada consistía en llevar el gas no sólo a Brasil y Argentina, sino a California en buques metaneros, y, de paso, a Chile. 
Precisamente en uno de los debates de ese tiempo Sánchez Berzaín llegó a decir: “Sumando lo que vamos a exportar a los vecinos y la proyección del consumo interno, nos quedaría gas como para 200 años. Hay que concretar el negocio con California”. El convencimiento empezó a hacerse generalizado. Las certezas pasaron a sumar no sólo las reservas de gas ya constatadas sino las “probables” y las “posibles” como un hecho. Para ello las consultoras y las petroleras de aquella temporada también se colaron a los discursos en los que ya no se vertían palabras, sino trillones de burbujas.
El pleito nacional trascendió la constatación y decantó por la disputa del fabuloso tesoro supuestamente hallado. Pasó una odisea política. Pasó casi una década de exportación intensiva a Brasil y Argentina, así como un creciente consumo nacional. Y nos enteramos que, en concreto, nos queda gas como para apenas ocho años. 
Hacia el año 2020 el contrato de gas con Brasil habrá expirado casi junto con nuestras reservas, si es que no hallamos nuevos campos. Somos, como, lo empieza a reconocer el propio presidente de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), Carlos Villegas, “el país que creía tener gas”. 
La historia es rica en experiencias de este tipo. El gas, el petróleo suelen “aparecer” cuando las transnacionales y las potencias los necesitan. Vaya uno hoy a saber si entre Petrobrás, Total, Repsol y compañía ya exprimieron lo que querían bajo la cancioncita de los 25 Trillones de Pies Cúbicos (TCF). Quién sabe, tal vez en unos meses “alguien” se tope justo con un megacampo, justo cuando otros cedan al gusto del cliente. Desafortunadamente la fórmula de inteligencia, honestidad y patriotismo hace mucho que anda incompleta por estas tierras. Pero, como si las lecciones nunca fueran aprendidas, la historia parece repetirse con su respectivo estribillo de pesadilla. Sólo falta la voz nasal de Carlos Sánchez Berzaín y variar algunas palabras para completar la calca. 
Apenas se reventó la burbuja del gas, han aparecido quienes inflan la del litio. Ya empezamos a sumar miles de millones de dólares y a ver el mundo del próximo siglo funcionando con baterías LI “made in Bolivia”. Curiosamente, proyecciones de las propias fuentes gubernamentales apenas señalan que dentro de un lustro los ingresos alcanzarían a cerca de 350 millones de dólares. 
¿No será ya la hora de empezar a proyectar una Bolivia que no dependa de las burbujas de la politiquería sino de una planificación estratégica y consciente? ¿No será ya hora de olvidarnos para siempre de voces como las de Sánchez Berzaín?