BOLIVIA Y LA ILUSION PERMANENTE

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Publicado el 01/03/2012

Otra gran burbuja de ilusiones se perfora día a día en Bolivia, la enésima. Ya no despierta alarma. Por el contrario da una patológica sensación de normalidad. 

No otra cosa se puede concluir al observar el decepcionante trabajo que realiza la Jindal Steel en el célebre reservorio del Mutún. Tras casi un lustro de negociaciones, disputas y tortuoso avance para que empiece su labor en Bolivia lo único que realiza es exportar hierro en bruto hacia Paraguay.

 

Sucede tal cual acaba de denunciar el experto Saúl Escalera en una minuciosa evaluación: la concesionaria acabó realizando la misma labor que la Corporación Minera de Bolivia (Comibol) hizo ya hace 40 años. Se vuelve a la recurrente fatalidad de exportar materia prima, por manos extranjeras.   

“La explotación a cielo abierto del mineral hematita del Mutún –asegura Escalera- es una simple operación mecánica seguida de una operación de trituración primaria en chancadoras comunes seguida de una de molienda del mineral en molinos. Los técnicos de la COMIBOL las conocen muy bien”.

Más adelante respalda su afirmación explicando que “en la planta de concentración de hierro, se utiliza el proceso de flotación inversa con colectores catiónicos (aminas primarias) y espumantes (MIBC) para producir concentrados de hematita con 65 por ciento de ley de hierro. Los bolivianos son expertos flotadores de minerales porque han practicado este proceso por décadas en las plantas de Catavi, Colquiri y Huanuni”.

Para colmo, los hindúes y las autoridades bolivianas, cada uno con sus respectivas contradicciones y enredos, ingresaron en un litigio internacional de difícil pronóstico. Parece la repetición de una conocida pesadilla. Hace cinco años se desató una parafernalia para anunciar que “por fin” Bolivia aprovecharía la quinta reserva de hierro más grande del mundo. La perspectiva de alimentar a un planeta sediento de acero con los correspondientes ingresos que ello generaría volvía, una vez más, a ilusionar. Un sueño repetido desde hace 40 años. Sobre el caso reina el silencio oficial.

 

No resulta el único. Bastará revisar las declaraciones y especulaciones que hace cuatro años se generó en función al litio del Salar de Uyuni. “La Arabia Saudita del Litio”, han titulado incluso reportajes internacionales. Sin embargo, quienes sí han avanzado a paso firme en la explotación de aquel metal resultan nuestros vecinos, Chile y Argentina. Se convirtieron en proveedores del mercado mundial apelando a estrategias comerciales y tecnológicas antes que a las verbales dedicadas a la tribuna. ¿Cuándo Bolivia empezará a recibir ingresos importantes por el litio? es la interrogante de la que las autoridades a estas alturas huyen.

 

Hoy, pese a la dependencia que el país tiene de sus exportaciones, el gas también sabe a frustración. Basta ver los propios anuncios gubernamentales que advierten sobre el creciente costo de las subvenciones al GLP, el diesel y la gasolina. Mientras tanto las reservas se fueron acabando mucho antes de lo esperado tras consumirse generosamente en Brasil. La industrialización del energético no empieza y no se sabe si algún día empezará, dado el silencio de las autoridades.

 

¡Cuánto discurso, cuánto papel, saliva, tinta, y material magnetofónico gastado para tanta frustración! Y eso que sólo citamos tres casos entre decenas. Se puede recordar proyectos que deberían ingresar a la antología de la estafas. Desde fundidoras como Karachipampa hasta fabricas de azúcar como San Buena Aventura siguen en papeles desde hace 40.

 

De lo que se llega apenas a concretar lo normal resultan las ganancias para quienes vinieron tomaron y se fueron. En el país quedan algunas sobras y eso. Los ejemplos suman sin tregua. Esta semana, mientras se inauguraba otra fase de explotación del megacampo Sábalo, la comunidad, Tucainti, reclamaba. Sus habitantes viven en la miseria, pero encima del rico reservorio que lleva gas a la Argentina. 

 

Décadas para una historia repetida. ¿Décadas? Tal vez mucho más. Valga la coincidencia que muestra estas semanas el final de la disputa entre España y la empresa Odissey que rescató el mayor tesoro de las profundidades marinas, conocido hasta la fecha. Se trata del navío Nuestra Señora de Las Mercedes y sus miles de millones en monedas de plata. La plata provenía de Potosí. Ninguna autoridad ha cantado siquiera una copla al respecto.

 

Así, lo de la Jindal raya, nomás, en la normalidad.