En diálogo con “La emergencia indígena en América Latina” de José Bengoa

Artículo publicado en la Revista Nueva Sociedad No. 238 marzo-abril 2012
La emergencia indígena en América Latina es, a diferencia del resto de sus trabajos,
un intento por analizar el surgimiento de las demandas y organizaciones
indígenas de los diversos países latinoamericanos a fines del siglo xx. Este
libro es parte de una extensa bibliografía sobre movimientos indígenas en
América Latina. Están, por ejemplo, los trabajos de Bartolomé Clavero2, Héctor
Díaz Polanco3, Deborah Yashar4, Raquel Irigoyen5, Xavier Albó6, Donna
Lee Van Cott7, Nancy Postero8, Willem Assies9 y Rachel Sieder10, entre varios
otros. En el marco de esta profusa bibliografía, que tiende a especializarse
cada vez más en algunos aspectos de los movimientos y demandas indígenas
(los cambios en las constituciones, el pluralismo jurídico, la educación intercultural,
la constitución de gobiernos locales, género y pueblos indígenas), el
libro de Bengoa analiza los rasgos generales de este movimiento explorando
sus orígenes en un permanente diálogo con las corrientes indigenistas
de décadas pasadas. El libro está organizado en tres partes: en la primera,
analiza la emergencia de las organizaciones y demandas indígenas desde
fines de la década de 1980 hasta principios de 2000; en la segunda, describe el
surgimiento de las ideas indigenistas en América Latina desde comienzos del
siglo xx, un proceso protagonizado principalmente por ideólogos no indígenas;
y en la tercera, detalla la irrupción y los avances de los derechos indígenas en
la legislación internacional. Estos tres planos de análisis ayudan a entender las
2. Derecho indígena y cultura constitucional en América, Siglo xxi Editores, México, df, 1994 e Indigenous
Peoples, Constitutional States and Treaties or Other Constructive Arrangements between Indigenous
Peoples and States, Martinus Nijhoff, Leiden, 2005.
3. La cuestión étnico-nacional, Línea, México, df, 1985; Autonomía regional. La autodeterminación de los
pueblos indios, Siglo xxi editores, México, df, 1991 e Indigenous Peoples in Latin America. The Quest for
Self-Determination, Westview; Colorado, 1997.
4. Indigenous Politics and Democracy: Contesting Citizenship in Latin America, wp No 238, Helen
Kellog Institute for International Studies, University of Notre Dame, Notre Dame, 1997.
5. Pautas de coordinación entre el derecho indígena y el derecho estatal, Fundación Myrna Mack, Guatemala,
1999.
6. Raíces de América. El mundo Aymara, Alianza, Madrid, 1988; Movimientos y poder indígena en
Bolivia, Ecuador y Perú, Centro de Investigación y Promoción del Campesinado, La Paz, 2008; X.
Albó y Carlos Romero: Autonomías indígenas en la realidad boliviana y su nueva constitución, Vicepresidencia
de la República, La Paz, 2009.
7. Indigenous Peoples and Democracy in Latin America, St. Martins Press / Inter-American Dialogue,
Nueva York, 1994; The Friendly Liquidation of the Past: The Politics of Diversity in Latin America, University
of Pittsburgh Press, Pittsburgh, 2000; y From Movements to Parties in Latin America: The Evolution
of Ethnic Politics, Cambridge University Press, Cambridge, 2005.
8. N. Grey Postero y León Zamosc: The Struggle for Indigenous Rights in Latin America, Sussex Academic
Press, Brighton, 2004.
9. W. Assies, Gemma van der Haar y André Hoekema (eds.): El reto de la diversidad: pueblos indígenas
y reforma del Estado en América Latina, El Colegio de Michoacán, México, df, 1999; y W.
Assies y Hans Gundermann (eds.): Movimientos indígenas y gobiernos locales en América Latina,
iiam, Santiago de Chile, 2007.
10. Multiculturalism in Latin America: Indigenous Rights, Diversity, and Democracy, Palgrave Macmillan,
Houndmills, 2002.
particularidades de los movimientos indígenas de la actualidad en contraste
con las corrientes indigenistas del pasado, en términos de liderazgos, actores
y demandas.
Bengoa señala que mientras en el pasado –especialmente las décadas de 1960
y 1970– los indígenas reivindicaban su identidad campesina y de clase, en el
presente las organizaciones han puesto
de relieve sus particularidades étnicas.
Mientras que las demandas campesinas
se enfocaron en la reforma agraria, hoy
los indígenas rescatan esencialmente su
derecho al reconocimiento y a la afirmación
de su identidad. Mientras en la
primera parte del siglo pasado los actores
más activos políticamente y con
mayor visibilidad en la escena nacional
eran los campesinos que fueron sujetos
al sistema gamonal de las haciendas, en los últimos años los indígenas que
viven en lo que antes se pensaba como regiones aisladas y marginales han
tomado la delantera en la agenda política pública11.
En el surgimiento de estos movimientos, el autor rescata el rol fundamental
que jugaron la Iglesia católica y las organizaciones no gubernamentales (ong)
desde fines de la década de 1970. Bengoa apunta, por ejemplo, al papel que
tuvieron los curas salesianos en Ecuador al iniciar un lento proceso educativo,
principalmente a través del uso de las radioemisoras. Esta labor permitió
a los shuar de la Amazonía ecuatoriana y peruana, que hasta comienzos de
los años 70 vivían casi en aislamiento, conformar una de las primeras federaciones
de indígenas de América Latina12. Con relación a organizaciones
internacionales y ong, habría que mencionar también el rol que jugaron la
Organización Internacional del Trabajo (oit) y el Instituto Interamericano de
Derechos Humanos (iidh), y organizaciones internacionales como el Banco
Mundial (bm), el Fondo Indígena, Oxfam, etc.
Uno de los contrastes más llamativos con las organizaciones indígenas del pasado
es el carácter ecologista que tienen hoy estas organizaciones. «Si se analiza el
discurso indigenista de los años 50 o 60, la cuestión ecológica o medioambiental
11. J. Bengoa: ob. cit., p. 62.
12. íbid., p. 64.
Mientras en el pasado
–especialmente las décadas
de 1960 y 1970– los indígenas
reivindicaban su identidad
campesina y de clase, en el
presente las organizaciones
han puesto de relieve sus
particularidades étnicas n
no existía. El discurso de los antiguos indios estaba concentrado en el lenguaje
de la explotación», recuerda Bengoa. En la década de 1970 comenzó a desarrollarse
un fuerte discurso medioambientalista en los países desarrollados,
y «las externalidades no controladas del desarrollo capitalista comenzaron a
preocupar a crecientes sectores de la sociedad en los países desarrollados». A
partir de distintos foros internacionales, las demandas indígenas se acercaron
a las propuestas ambientalistas y en 1992, en la Cumbre de la Tierra, se consolidó
el encuentro entre estos dos discursos: «Los indígenas entrado el siglo xxi
se han transformado en actores principales en la defensa del medio ambiente.
La defensa de la tierra ha dejado de ser una lucha de corte agrarista para pasar
a ser una lucha en sentido ecologista». Para Bengoa, la recreación de este culto
a la naturaleza retrata bien lo que ha sido el comportamiento de los indígenas
respecto al ambiente y refleja la conciencia y el respeto que han mostrado hacia
la «madre tierra». Pero no cabe duda de que, al mismo tiempo, como apunta
Bengoa, la articulación con el discurso ecologista les ha permitido a los movimientos
indígenas establecer una sagaz alianza con los sectores posmodernos
de la demanda social13.
Estas nuevas características permiten al autor hablar de un proceso de etnogénesis.
Es decir, no se trata simplemente de la recuperación de rasgos que ya
existían en el pasado, sino de una «relectura urbana de la tradición indígena
realizada por los propios indígenas en función de los intereses y objetivos
indígenas. No cabe duda de que muchos elementos de la visión indígena del
pasado existían previamente, pero tampoco puede caberle duda al observador
desapasionado de que muchos de esos elementos constituyen una idealización
del pasado». En efecto, se ha ido construyendo una nueva discursividad
de carácter híbrido, una cultura indígena pastiche en el marco de la
cual se reinventan ritos y ceremonias.14 Se ha producido también un proceso
de etnogénesis en el sentido en que apunta Christian Gross, quien describe
cómo en Colombia se produjo una resurrección de los indígenas kankuamo
de la sierra de Santa Marta en la década de 1990, en una región que se había
reconocido largamente como mestiza15.
Ciertamente, en la primera parte del siglo xx emergieron corrientes indigenistas
en los diversos países de América Latina. Bengoa rescata las figuras de
Cândido Mariano da Silva Rondon en Brasil, quien defendió el derecho de las
13. Ibíd., pp. 71-74, 134.
14. Ibíd., pp. 128-129, 132.
15. Cit. íbid., p. 68.
comunidades indígenas a conservar sus tierras y sus creencias; de Manuel
Gamio, discípulo de Franz Boas en México, quien dirigió el Instituto Indigenista
Interamericano y, finalmente, de José Carlos Mariátegui, quien desde el
marxismo indigenista reivindicó que el problema del indio era el problema
de la tierra. A su vez, el autor chileno recupera también el rol de intelectuales
y artistas progresistas como Diego Rivera, Osvaldo Guayasamín, Rosario
Castellanos y José María Arguedas, quienes
denunciaron el maltrato, la exclusión y la
explotación que sufrían los indígenas.
En este movimiento indigenista, sin embargo,
participaron muy pocos indígenas, y sus líderes
eran especialistas y estudiosos provenientes
de la antropología, el arte, la educación, la
literatura o la política, sin duda sensibilizados
con la situación de exclusión, pobreza y
discriminación que sufrían las comunidades.
Se trató, en general, del impulso de políticas
de tendencia integracionista, que buscaban el
acercamiento de las comunidades a la «civilización» fundamentalmente a partir
de la educación, el mejoramiento de la agricultura y la implementación de variados
programas de reforma agraria16.
Aunque este periodo indigenista sirvió para dar impulso a las primeras organizaciones
indígenas o campesino-indígenas, fue recién en los 70 y 80 cuando
se empezó a romper el «silencio del indio» y se desafió a los discursos marxistas
y nacionalistas del pasado, ciegos al carácter indígena del campesinado.
Así, en palabras de Bengoa,
Los líderes indígenas se hacen presentes y expresan con claridad su decisión de protagonismo
(…) el silencio del indio comienza a romperse (…) Durante la colonia al inicio
estuvo sometido al silencio racial, en las repúblicas criollas fue sometido a la servidumbre,
en el siglo xx hablaron por él los intelectuales, poetas y artistas. A fines del
siglo comienza a escucharse al principio tímida su voz y poco a poco se va fortaleciendo.
Comienza la última década con el grito de Chiapas y se han sucedido una tras otra
las «voces de la tierra» que sorprenden a las sociedades criollas latinoamericanas.17
Esta lectura del movimiento indígena contemporáneo, aunque poderosa, no
deja de ser problemática. La idea de la «ruptura del silencio» oscurece la
16. Ibíd., p. 206.
17. Ibíd., pp. 251 y 253.
En este movimiento
indigenista, sin embargo,
participaron muy pocos
indígenas, y sus líderes
eran especialistas y
estudiosos provenientes
de la antropología,
el arte, la educación, la
literatura o la política n
capacidad que han tenido los indígenas para actuar políticamente antes de
la «emergencia indígena». La historiografía latinoamericana de las últimas
décadas ha hecho énfasis precisamente en la capacidad de los sectores indígenas,
en particular, y de los sectores subalternos en general, no solo de
resistir, sino también de negociar, disputar y reformular los discursos provenientes
de las elites y las clases dominantes en un intento de consolidar
demandas y objetivos propios.
La lista de historiadores latinoamericanistas que han trabajado en este sentido
es extensa y me remito como ejemplo al caso boliviano, en que conviene rescatar
los trabajos del Taller de Historia Oral (thoa), que desde la década de 1970
han rescatado las estrategias legales y políticas de las comunidades indígenas
de fines del siglo xix y principios del xx en la recuperación de las tierras de
su comunidad. Son fundamentales también los aportes de Ramiro Condarco18,
Teresa Gisbert19, Silvia Rivera20, Tristan Platt21, Rossana Barragán22, Roberto
Choque23, Brooke Larson24, Erick Langer25, Silvia Arze y Ximena Medinacelli26,
Herbert Klein27, Brooke Larson, Olivia Harris y Enrique Tandeter28, Sinclair
Thomson29, Sergio Serulnikov30, Laura Gotkowitz31 y Pilar Mendieta32.
18. Zárate, el temible Willka: Historia de la rebelión indígena de 1899, Talleres Gráficos Bolivianos, La
Paz, 1966.
19. T. Gisbert y José de Mesa: Arquitectura andina 1530-1830, Embajada de España en Bolivia, La
Paz, 1985.
20. Oprimidos pero no vencidos: luchas del campesinado aymara y qhechwa de Bolivia, 1900-1980,
Hisbol / csutcb, La Paz, 1984; S. Rivera y Rossana Barragán (comps.): Debates post coloniales: una
introducción a los estudios de la subalternidad, Historias / Aruwiyiri / Sephis, La Paz, 1997.
21. Estado boliviano y ayllu andino: tierra y tributo en el norte de Potosí, Instituto de Estudios Peruanos,
Lima, 1982.
22. «Identidades indias y mestizas: Una intervención al debate» en Autodeterminacion No 10, 1992,
pp. 17-44.
23. R. Choque Canqui y Esteban Ticona Alejo: Jesús de Machaqa: La marka rebelde, Cedoin, La Paz, 1996.
24. Colonialism and Agrarian Transformation in Bolivia: Cochabamba, 1550-1900, Princeton University
Press, Princeton, 1988.
25. Economic Change and Rural Resistance in Southern Bolivia, 1880-1930, Stanford University Press,
Stanford, 1989.
26. R. Barragán, L. Escobari, X. Medinacelli y S. Arze: Etnicidad, economía y simbolismo en los Andes:
ii Congreso Internacional de Etnohistoria, Coroico, Hisbol / ifea / sbh / Asur, La Paz, 1992.
27. Haciendas y ayllus en Bolivia. La región de La Paz, ss. xviii y xix, Instituto de Estudios Peruanos,
Lima, 1995.
28. La participación indígena en los mercados surandinos: Estrategias y reproducción social siglos xvi a xx,
Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social, La Paz, 1987.
29. We Alone Will Rule: Native Andean Politics in the Age of Insurgency, University of Wisconsin
Press, Madison, 2002.
30. Subverting Colonial Authority: Challenges to Spanish Rule in Eighteenth-Century Southern Andes,
Duke University Press, Durham, 2003.
31. A Revolution for Our Rights: Indigenous Struggles for Land and Justice in Bolivia, 1880-1952, Duke
University Press, Durham, 2008.
32. Entre la alianza y la confrontación: Pablo Zárate Willka y la rebelión indígena de 1899 en Bolivia,
Plural, La Paz, 2010.
Hablar de la emergencia indígena tout court no solo acarrea el peligro de opacar
la agencia de los indígenas en el pasado y desconocer sus estrategias de
resistencia, acción y negociación para lidiar, reinventar y reapropiarse de los
proyectos que provenían de las elites, sino que además se corre el peligro de
pensar las antiguas identidades (de clase, étnicas, nacionales) como meramente
impuestas y sojuzgadoras, en tanto que las actuales serían autoasignadas
y liberadoras. Esta mirada despolitiza el proceso de creación y emergencia
de las identidades y su agenda actual. En este sentido, parece necesaria una
valoración más crítica de la emergencia de identidades de ayer y hoy, y es preciso
repensar lo que afirma y lo que olvida cada una de ellas. ¿Qué proyectos
políticos y qué tipo de sociedades fueron imaginados a partir de diferentes
perspectivas? ¿Quiénes están incluidos y quiénes excluidos? ¿Cómo se incluyen
las personas y las comunidades en estos proyectos?
Esta problemática está particularmente ausente en la tercera parte del libro de
Bengoa, quien al analizar la evolución del reconocimiento de las poblaciones
indígenas en la legislación internacional se enfoca en la elaboración de una
síntesis de los convenios internacionales y de los derechos que se reconocen
en favor de los indígenas. Pero el resultado es una narración sin política, sin
actores, sin agendas, sin ideologías… sin relaciones de poder.
Uno de los aspectos que requiere aún mayor discusión es el carácter actual
de las demandas indígenas. Bengoa contrasta las reivindicaciones de las comunidades
rurales en los 60 –que se concentraban en demandas de desarrollo,
construcción de caminos, escuelas e
integración a la sociedad global33– con las de
la actualidad. Estas últimas, en sus facetas
política, social, cultural y económica, apuntarían
más bien al reconocimiento de las diferencias,
la autogestión de los recursos y el
ejercicio de la libre autodeterminación y autonomía
en las políticas y normas que rigen
dentro de la comunidad.
Un primer aspecto que conviene resaltar en el
carácter de estas demandas es el rol que se atribuye
al Estado. Mientras que en el pasado gran
parte de las reivindicaciones involucraban el
33. Ibíd., p. 145.
Mientras que en el
pasado gran parte de
las reivindicaciones
involucraban el
compromiso del Estado
para intervenir con sus
recursos y políticas,
las actuales demandas
parecen, por el
contrario, pedir menos
participación estatal n
compromiso del Estado para intervenir con sus recursos y políticas, las actuales
demandas parecen, por el contrario, pedir menos participación estatal. Al referirse
a la agenda indígena, por ejemplo, Bengoa anota en el aspecto económico la
defensa de la capacidad de autogestión, el fortalecimiento de las economías indígenas
y la capacidad de autosostenerse; y en lo social: la autosuficiencia alimentaria,
una estructura comunitaria organizacional y la administración de justicia
de acuerdo con los sistemas normativos tradicionales.
Un segundo elemento que llama la atención es que estas reivindicaciones
están pensadas para ser implementadas en comunidades indígenas que se
conciben como diferenciadas (separadas) respecto de las poblaciones no indígenas.
Aunque Bengoa señala en numerosas oportunidades que la mayoritaria
población indígena es actualmente urbana y vive en populosas ciudades
como El Alto, Lima o Buenos Aires, no repara en la contradicción entre una
agenda que hace énfasis en políticas centradas en la afirmación de la autonomía
y poblaciones que mayoritariamente discurren sus vidas en interacción
con personas, instituciones y organizaciones que no pertenecen a su comunidad34.
No obstante, esta disociación entre las características de la población
indígena y el discurso político del movimiento indígena está lejos de ser un
elemento particular del trabajo de Bengoa; es, por el contrario, una característica
recurrente entre los líderes indígenas, los ideólogos y los especialistas
de la temática étnica.
Finalmente, conviene volver a analizar lo que parece una contradicción entre el
carácter local de la agenda indígena y el carácter transnacional de los conflictos
que las demandas indígenas implican. Cuando hablamos de la implementación
de las demandas indígenas hablamos, al menos, de dos tipos de problemáticas:
por una parte, la cuestión de la autodeterminación y la autogestión refiere
específicamente al derecho de las comunidades indígenas a regirse por «usos
y costumbres» que norman la conducta entre sus miembros. La implementación
de estos derechos ha generado ya numerosos debates en los diversos
países de América Latina. Una de las controversias se ha centrado en los límites
de la aplicación de justicia en los marcos de las comunidades indígenas:
¿cuáles son el alcance y los límites de la justicia comunitaria?, ¿en qué tipo de
34. Esta contradicción entre propuestas políticas y discursivas que piensan en los indígenas
como un modelo que vive aislado en comunidades rurales, y poblaciones indígenas reales que
viven en las ciudades, ya fue anotada por Barragán y Soliz para el caso de Bolivia. V. «Identidades
urbanas: el caso de los aymaras en la ciudad de La Paz y El Alto» en Denise Y. Arnold (ed.
y comp.): ¿Indígenas u obreros? La construcción política de identidades en el Altiplano boliviano, unir,
La Paz, 2009.
delitos debería intervenir la justicia estatal?, ¿habría que apuntar a una positivización
de la justicia comunal?, ¿qué ocurre cuando esta justicia debe
lidiar, en disputas entre miembros de la comunidad, con personas ajenas a
la comunidad? Todos estos temas se discuten por ejemplo en Bolivia, en el
marco de la elaboración de la Ley de Deslinde Jurisdiccional. Por otra parte,
los derechos que puedan tener los pueblos indígenas tienen una faceta
aún más espinosa, pues muchos de sus territorios son de crucial interés
nacional y transnacional sea por su biodiversidad, por su riqueza forestal, o
por las riquezas mineras o petroleras. Así, los conceptos de autodeterminación,
gestión y autogobierno no solo tienen efectos en los miembros de esa
comunidad sino implicaciones fundamentales también para las poblaciones
no indígenas, y son de interés estratégico para los Estados nacionales y
las inversiones extranjeras privadas (más allá de los conflictos que también
existen entre comunidades).
Esta problemática ha estado llamativamente ausente en la mayor parte de
los autores que han trabajado el tema de los derechos de los pueblos indígenas.
En la agenda que de manera tan detallada describe Bengoa, en la que
se explicitan los derechos económicos, sociales, culturales y políticos de los
pueblos indígenas, este aspecto está ausente. Miremos una vez más en detalle
las demandas que Bengoa resume, en su aspecto económico, en: a) planes y
programas de desarrollo; b) mecanismos de financiación; c) capacidad de autogestión;
d) fortalecimiento de economías indígenas; e) autosostenibilidad;
f) impacto ambiental; g) preservación y aprovechamiento de recursos naturales;
h) procesos y mecanismos de fiscalización y administración; i) estructuras
administrativas y de control35.
Todos los aspectos arriba mencionados dan la imagen de que estamos hablando
de políticas que tienen efectos única y exclusivamente sobre las comunidades
indígenas. Esta omisión ha sido una tendencia generalizada tanto de los
discursos de líderes indígenas como de la literatura sobre el tema durante
los años 90 y gran parte de esta última década36.
Pero la realidad no se ha hecho eco de este notable silencio. En los últimos
tiempos, las disputas por la explotación de recursos naturales en zonas reconocidas
como territorios indígenas están a la orden del día. Esta nueva faceta del
35. Ibíd., p. 141.
36. X. Albó y C. Romero: ob. cit.; B. Clavero: Derecho indígena y cultura constitucional en América,
cit.; D. Van Cott: Indigenous Peoples and Democracy in Latin America, cit. y From Movements to Parties
in Latin America, cit.; R. Sieder: ob. cit.; D. Yashar: ob. cit.
conflicto se ha expresado en los diversos
países de América Latina en el derecho a
la consulta previa.
Por su parte los gobiernos, lejos de un debate
abierto que exponga de manera clara
los intereses, las consecuencias ambientales
y los réditos de determinada explotación
minera, petrolera o forestal, han
jugado un rol esquivo. Aunque la mayor
parte de los gobiernos a lo largo de la década
de 1990 ha aprobado como parte de
la legislación nacional el Convenio 169 de
la oit que reconoce el derecho de consulta previa a los pueblos indígenas,
resultan notablemente «ocurrentes» los mecanismos legales implementados
para limitar el derecho de estos. Bartolomé Clavero ha denunciado que
en Colombia la última norma sobre consulta indígena, con excusa de ofrecer
garantía del derecho fundamental a la consulta previa de los grupos
étnicos nacionales, dejaba prácticamente el procedimiento a disposición
de las empresas interesadas en el acceso expedito a recursos naturales de
territorios indígenas37.
En Perú, Clavero denunció que tras la elección como presidente de Ollanta
Humala, el congresista opositor Kenji Fujimori presentó un proyecto de ley
que establece la participación de los pueblos indígenas y las comunidades
campesinas y nativas en los beneficios económicos que reportan las actividades
extractivas de recursos naturales, eludiendo el proceso de consulta
previa al que deberían someterse esos proyectos antes de su realización38.
En Bolivia, por su parte, el proyecto de construcción de la carretera a través
del Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure (Tipnis) ha enfrentado
y todavía enfrenta al gobierno de Evo Morales con las poblaciones
indígenas yukis y yuracarés que habitan en el parque. Las comunidades
indígenas han denunciado la violación del derecho de consulta previa
garantizado en la nueva constitución aprobada por el propio gobierno de
37. B. Clavero: «Colombia: proyecto entreguista de ley de consulta» en Bartolomé Clavero. Ensayos,
opiniones y actualidad, 28/11/2011, <http://clavero.derechosindigenas.org/?p=10724>.
38. B. Clavero: «Perú: ataque cruzado a la Ley de Consulta desde el Congreso y el Gobierno», en
Bartolomé Clavero. Ensayos, opiniones y actualidad, 13/12/2011, <http://clavero.derechosindigenas.
org/?p=10829>.
Las disputas por la
explotación de recursos
naturales en territorios
indígenas están a la orden
del día. Esta nueva
faceta del conflicto se ha
expresado en los diversos
países de América
Latina en el derecho
a la consulta previa n
Morales39. Pero el proyecto también ha enfrentado a campesinos cocaleros
e indígenas y a comunidades contra comunidades, en favor y en contra, lo
que deja ver que a menudo no existe una única cosmovisión originaria y
que hay una pluralidad de intereses según diversos posicionamientos (geográficos,
identitarios, ecológicos, productivos) de los distintos pueblos englobados
genéricamente bajo el paraguas de la identidad indígena.
Pero el debate no solamente opone a líderes y defensores de los pueblos indígenas
contra gobiernos o empresas privadas que pretenden imponer proyectos
de explotación de los recursos naturales por encima de estas poblaciones.
La discusión también incluye otra posición, que denuncia que empresas
privadas altamente interesadas en la explotación de los recursos mineros,
petroleros y forestales a menudo exacerban los derechos de autonomía y autogestión
de las poblaciones indígenas con el objeto de desafiar la capacidad
estatal de control territorial.
Aparecen en el escenario, por tanto, dos tendencias enfrentadas: quienes denuncian
las demandas de autonomía indígena como una nueva forma de penetración
de las transnacionales (desde perspectivas nacionalistas), y quienes
igualan las acciones de los gobiernos y las acciones de empresas transnacionales
como atentatorias contra la autonomía indígena (posiciones defensoras
de Estados plurinacionales). Con todo, aunque cada uno tiene su cuota
de verdad, ambos análisis se vuelven problemáticos si los aplicamos como
una categoría general y sin matices para el conjunto de América Latina. La
relación de cada uno de los Estados con las inversiones privadas ha sido y
es diferente; como diferentes son la relación, la historia, las características
demográficas y la situación de cada uno de los pueblos indígenas en cada
uno de estos países. Son desafíos de diferente orden, por ejemplo, tratar de
aplicar las mismas agendas en territorios tan distintos como Colombia y Bolivia,
donde el porcentaje que se reconoce como indígena en el primer caso es
de 5% frente a más de 60% en el segundo. ¿Qué significa y qué repercusiones
tendría en cada uno de estos casos reconocer el derecho a la autonomía, a la
justicia comunitaria y a la autodeterminación?
En el balance de más de dos décadas de emergencia del movimiento indígena,
indudablemente hay que subrayar su capacidad para cuestionar los límites y
los términos en los cuales se planteaba la política nacional. Las organizaciones
39. Más tarde, luego de una marcha que frenó el proyecto carretero, el gobierno aprobó la Ley de
Consulta, que varias organizaciones consideraron tardía e ilegal.
indígenas han logrado interpelar de manera radical las políticas que se asumían
«en beneficio de todos» sacrificando los «derechos de unos cuantos», y
han denunciado los límites estrechos de una identidad nacional cuya pretendida
homogeneidad encubría la discriminación y el colonialismo interno.
Aunque este movimiento, como afirma Bengoa, ha tenido la capacidad, como
nunca antes, de articular un movimiento «panindigenista» a lo largo de América
Latina, su agenda no carece de problemas en tanto a menudo se piensa en
comunidades indígenas «modelo», sujetos de identidades fijas, estancas, ahistóricas;
se ensalzan los derechos de autogestión y autonomía, pero con ausencia
de políticas y propuestas para la mayoritaria población indígena que habita
en las urbes; se subraya el derecho de autodeterminación sin prestar suficiente
atención a los intereses nacionales e internacionales que lo atraviesan.