EL OTRO ROSTRO DE AMERICA LATINA
En diálogo con “La emergencia indígena en América Latina” de José Bengoa

Por:
Carmen Soliz Urrutia

Publicado el 01/04/2012

Artículo publicado en la Revista Nueva Sociedad No. 238 marzo-abril 2012

 

 

 

La emergencia indígena en América Latina es, a diferencia del resto de sus trabajos,

un intento por analizar el surgimiento de las demandas y organizaciones

indígenas de los diversos países latinoamericanos a fines del siglo xx. Este

libro es parte de una extensa bibliografía sobre movimientos indígenas en

América Latina. Están, por ejemplo, los trabajos de Bartolomé Clavero2, Héctor

Díaz Polanco3, Deborah Yashar4, Raquel Irigoyen5, Xavier Albó6, Donna

Lee Van Cott7, Nancy Postero8, Willem Assies9 y Rachel Sieder10, entre varios

otros. En el marco de esta profusa bibliografía, que tiende a especializarse

cada vez más en algunos aspectos de los movimientos y demandas indígenas

(los cambios en las constituciones, el pluralismo jurídico, la educación intercultural,

la constitución de gobiernos locales, género y pueblos indígenas), el

libro de Bengoa analiza los rasgos generales de este movimiento explorando

sus orígenes en un permanente diálogo con las corrientes indigenistas

de décadas pasadas. El libro está organizado en tres partes: en la primera,

analiza la emergencia de las organizaciones y demandas indígenas desde

fines de la década de 1980 hasta principios de 2000; en la segunda, describe el

surgimiento de las ideas indigenistas en América Latina desde comienzos del

siglo xx, un proceso protagonizado principalmente por ideólogos no indígenas;

y en la tercera, detalla la irrupción y los avances de los derechos indígenas en

la legislación internacional. Estos tres planos de análisis ayudan a entender las

 

 

2. Derecho indígena y cultura constitucional en América, Siglo xxi Editores, México, df, 1994 e Indigenous

Peoples, Constitutional States and Treaties or Other Constructive Arrangements between Indigenous

Peoples and States, Martinus Nijhoff, Leiden, 2005.

3. La cuestión étnico-nacional, Línea, México, df, 1985; Autonomía regional. La autodeterminación de los

pueblos indios, Siglo xxi editores, México, df, 1991 e Indigenous Peoples in Latin America. The Quest for

Self-Determination, Westview; Colorado, 1997.

4. Indigenous Politics and Democracy: Contesting Citizenship in Latin America, wp No 238, Helen

Kellog Institute for International Studies, University of Notre Dame, Notre Dame, 1997.

5. Pautas de coordinación entre el derecho indígena y el derecho estatal, Fundación Myrna Mack, Guatemala,

1999.

6. Raíces de América. El mundo Aymara, Alianza, Madrid, 1988; Movimientos y poder indígena en

Bolivia, Ecuador y Perú, Centro de Investigación y Promoción del Campesinado, La Paz, 2008; X.

Albó y Carlos Romero: Autonomías indígenas en la realidad boliviana y su nueva constitución, Vicepresidencia

de la República, La Paz, 2009.

7. Indigenous Peoples and Democracy in Latin America, St. Martins Press / Inter-American Dialogue,

Nueva York, 1994; The Friendly Liquidation of the Past: The Politics of Diversity in Latin America, University

of Pittsburgh Press, Pittsburgh, 2000; y From Movements to Parties in Latin America: The Evolution

of Ethnic Politics, Cambridge University Press, Cambridge, 2005.

8. N. Grey Postero y León Zamosc: The Struggle for Indigenous Rights in Latin America, Sussex Academic

Press, Brighton, 2004.

9. W. Assies, Gemma van der Haar y André Hoekema (eds.): El reto de la diversidad: pueblos indígenas

y reforma del Estado en América Latina, El Colegio de Michoacán, México, df, 1999; y W.

Assies y Hans Gundermann (eds.): Movimientos indígenas y gobiernos locales en América Latina,

iiam, Santiago de Chile, 2007.

10. Multiculturalism in Latin America: Indigenous Rights, Diversity, and Democracy, Palgrave Macmillan,

Houndmills, 2002.

 

 

 

particularidades de los movimientos indígenas de la actualidad en contraste

con las corrientes indigenistas del pasado, en términos de liderazgos, actores

y demandas.

Bengoa señala que mientras en el pasado –especialmente las décadas de 1960

y 1970– los indígenas reivindicaban su identidad campesina y de clase, en el

presente las organizaciones han puesto

de relieve sus particularidades étnicas.

Mientras que las demandas campesinas

se enfocaron en la reforma agraria, hoy

los indígenas rescatan esencialmente su

derecho al reconocimiento y a la afirmación

de su identidad. Mientras en la

primera parte del siglo pasado los actores

más activos políticamente y con

mayor visibilidad en la escena nacional

eran los campesinos que fueron sujetos

al sistema gamonal de las haciendas, en los últimos años los indígenas que

viven en lo que antes se pensaba como regiones aisladas y marginales han

tomado la delantera en la agenda política pública11.

En el surgimiento de estos movimientos, el autor rescata el rol fundamental

que jugaron la Iglesia católica y las organizaciones no gubernamentales (ong)

desde fines de la década de 1970. Bengoa apunta, por ejemplo, al papel que

tuvieron los curas salesianos en Ecuador al iniciar un lento proceso educativo,

principalmente a través del uso de las radioemisoras. Esta labor permitió

a los shuar de la Amazonía ecuatoriana y peruana, que hasta comienzos de

los años 70 vivían casi en aislamiento, conformar una de las primeras federaciones

de indígenas de América Latina12. Con relación a organizaciones

internacionales y ong, habría que mencionar también el rol que jugaron la

Organización Internacional del Trabajo (oit) y el Instituto Interamericano de

Derechos Humanos (iidh), y organizaciones internacionales como el Banco

Mundial (bm), el Fondo Indígena, Oxfam, etc.

Uno de los contrastes más llamativos con las organizaciones indígenas del pasado

es el carácter ecologista que tienen hoy estas organizaciones. «Si se analiza el

discurso indigenista de los años 50 o 60, la cuestión ecológica o medioambiental

 

 

11. J. Bengoa: ob. cit., p. 62.

12. íbid., p. 64.

Mientras en el pasado

–especialmente las décadas

de 1960 y 1970– los indígenas

reivindicaban su identidad

campesina y de clase, en el

presente las organizaciones

han puesto de relieve sus

particularidades étnicas n

 

 

no existía. El discurso de los antiguos indios estaba concentrado en el lenguaje

de la explotación», recuerda Bengoa. En la década de 1970 comenzó a desarrollarse

un fuerte discurso medioambientalista en los países desarrollados,

y «las externalidades no controladas del desarrollo capitalista comenzaron a

preocupar a crecientes sectores de la sociedad en los países desarrollados». A

partir de distintos foros internacionales, las demandas indígenas se acercaron

a las propuestas ambientalistas y en 1992, en la Cumbre de la Tierra, se consolidó

el encuentro entre estos dos discursos: «Los indígenas entrado el siglo xxi

se han transformado en actores principales en la defensa del medio ambiente.

La defensa de la tierra ha dejado de ser una lucha de corte agrarista para pasar

a ser una lucha en sentido ecologista». Para Bengoa, la recreación de este culto

a la naturaleza retrata bien lo que ha sido el comportamiento de los indígenas

respecto al ambiente y refleja la conciencia y el respeto que han mostrado hacia

la «madre tierra». Pero no cabe duda de que, al mismo tiempo, como apunta

Bengoa, la articulación con el discurso ecologista les ha permitido a los movimientos

indígenas establecer una sagaz alianza con los sectores posmodernos

de la demanda social13.

Estas nuevas características permiten al autor hablar de un proceso de etnogénesis.

Es decir, no se trata simplemente de la recuperación de rasgos que ya

existían en el pasado, sino de una «relectura urbana de la tradición indígena

realizada por los propios indígenas en función de los intereses y objetivos

indígenas. No cabe duda de que muchos elementos de la visión indígena del

pasado existían previamente, pero tampoco puede caberle duda al observador

desapasionado de que muchos de esos elementos constituyen una idealización

del pasado». En efecto, se ha ido construyendo una nueva discursividad

de carácter híbrido, una cultura indígena pastiche en el marco de la

cual se reinventan ritos y ceremonias.14 Se ha producido también un proceso

de etnogénesis en el sentido en que apunta Christian Gross, quien describe

cómo en Colombia se produjo una resurrección de los indígenas kankuamo

de la sierra de Santa Marta en la década de 1990, en una región que se había

reconocido largamente como mestiza15.

Ciertamente, en la primera parte del siglo xx emergieron corrientes indigenistas

en los diversos países de América Latina. Bengoa rescata las figuras de

Cândido Mariano da Silva Rondon en Brasil, quien defendió el derecho de las

 

 

13. Ibíd., pp. 71-74, 134.

14. Ibíd., pp. 128-129, 132.

15. Cit. íbid., p. 68.

 

 

comunidades indígenas a conservar sus tierras y sus creencias; de Manuel

Gamio, discípulo de Franz Boas en México, quien dirigió el Instituto Indigenista

Interamericano y, finalmente, de José Carlos Mariátegui, quien desde el

marxismo indigenista reivindicó que el problema del indio era el problema

de la tierra. A su vez, el autor chileno recupera también el rol de intelectuales

y artistas progresistas como Diego Rivera, Osvaldo Guayasamín, Rosario

Castellanos y José María Arguedas, quienes

denunciaron el maltrato, la exclusión y la

explotación que sufrían los indígenas.

En este movimiento indigenista, sin embargo,

participaron muy pocos indígenas, y sus líderes

eran especialistas y estudiosos provenientes

de la antropología, el arte, la educación, la

literatura o la política, sin duda sensibilizados

con la situación de exclusión, pobreza y

discriminación que sufrían las comunidades.

Se trató, en general, del impulso de políticas

de tendencia integracionista, que buscaban el

acercamiento de las comunidades a la «civilización» fundamentalmente a partir

de la educación, el mejoramiento de la agricultura y la implementación de variados

programas de reforma agraria16.

Aunque este periodo indigenista sirvió para dar impulso a las primeras organizaciones

indígenas o campesino-indígenas, fue recién en los 70 y 80 cuando

se empezó a romper el «silencio del indio» y se desafió a los discursos marxistas

y nacionalistas del pasado, ciegos al carácter indígena del campesinado.

Así, en palabras de Bengoa,

Los líderes indígenas se hacen presentes y expresan con claridad su decisión de protagonismo

(…) el silencio del indio comienza a romperse (…) Durante la colonia al inicio

estuvo sometido al silencio racial, en las repúblicas criollas fue sometido a la servidumbre,

en el siglo xx hablaron por él los intelectuales, poetas y artistas. A fines del

siglo comienza a escucharse al principio tímida su voz y poco a poco se va fortaleciendo.

Comienza la última década con el grito de Chiapas y se han sucedido una tras otra

las «voces de la tierra» que sorprenden a las sociedades criollas latinoamericanas.17

Esta lectura del movimiento indígena contemporáneo, aunque poderosa, no

deja de ser problemática. La idea de la «ruptura del silencio» oscurece la

 

 

16. Ibíd., p. 206.

17. Ibíd., pp. 251 y 253.

En este movimiento

indigenista, sin embargo,

participaron muy pocos

indígenas, y sus líderes

eran especialistas y

estudiosos provenientes

de la antropología,

el arte, la educación, la

literatura o la política n

 

 

capacidad que han tenido los indígenas para actuar políticamente antes de

la «emergencia indígena». La historiografía latinoamericana de las últimas

décadas ha hecho énfasis precisamente en la capacidad de los sectores indígenas,

en particular, y de los sectores subalternos en general, no solo de

resistir, sino también de negociar, disputar y reformular los discursos provenientes

de las elites y las clases dominantes en un intento de consolidar

demandas y objetivos propios.

La lista de historiadores latinoamericanistas que han trabajado en este sentido

es extensa y me remito como ejemplo al caso boliviano, en que conviene rescatar

los trabajos del Taller de Historia Oral (thoa), que desde la década de 1970

han rescatado las estrategias legales y políticas de las comunidades indígenas

de fines del siglo xix y principios del xx en la recuperación de las tierras de

su comunidad. Son fundamentales también los aportes de Ramiro Condarco18,

Teresa Gisbert19, Silvia Rivera20, Tristan Platt21, Rossana Barragán22, Roberto

Choque23, Brooke Larson24, Erick Langer25, Silvia Arze y Ximena Medinacelli26,

Herbert Klein27, Brooke Larson, Olivia Harris y Enrique Tandeter28, Sinclair

Thomson29, Sergio Serulnikov30, Laura Gotkowitz31 y Pilar Mendieta32.

 

 

18. Zárate, el temible Willka: Historia de la rebelión indígena de 1899, Talleres Gráficos Bolivianos, La

Paz, 1966.

19. T. Gisbert y José de Mesa: Arquitectura andina 1530-1830, Embajada de España en Bolivia, La

Paz, 1985.

20. Oprimidos pero no vencidos: luchas del campesinado aymara y qhechwa de Bolivia, 1900-1980,

Hisbol / csutcb, La Paz, 1984; S. Rivera y Rossana Barragán (comps.): Debates post coloniales: una

introducción a los estudios de la subalternidad, Historias / Aruwiyiri / Sephis, La Paz, 1997.

21. Estado boliviano y ayllu andino: tierra y tributo en el norte de Potosí, Instituto de Estudios Peruanos,

Lima, 1982.

22. «Identidades indias y mestizas: Una intervención al debate» en Autodeterminacion No 10, 1992,

pp. 17-44.

23. R. Choque Canqui y Esteban Ticona Alejo: Jesús de Machaqa: La marka rebelde, Cedoin, La Paz, 1996.

24. Colonialism and Agrarian Transformation in Bolivia: Cochabamba, 1550-1900, Princeton University

Press, Princeton, 1988.

25. Economic Change and Rural Resistance in Southern Bolivia, 1880-1930, Stanford University Press,

Stanford, 1989.

26. R. Barragán, L. Escobari, X. Medinacelli y S. Arze: Etnicidad, economía y simbolismo en los Andes:

ii Congreso Internacional de Etnohistoria, Coroico, Hisbol / ifea / sbh / Asur, La Paz, 1992.

27. Haciendas y ayllus en Bolivia. La región de La Paz, ss. xviii y xix, Instituto de Estudios Peruanos,

Lima, 1995.

28. La participación indígena en los mercados surandinos: Estrategias y reproducción social siglos xvi a xx,

Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social, La Paz, 1987.

29. We Alone Will Rule: Native Andean Politics in the Age of Insurgency, University of Wisconsin

Press, Madison, 2002.

30. Subverting Colonial Authority: Challenges to Spanish Rule in Eighteenth-Century Southern Andes,

Duke University Press, Durham, 2003.

31. A Revolution for Our Rights: Indigenous Struggles for Land and Justice in Bolivia, 1880-1952, Duke

University Press, Durham, 2008.

32. Entre la alianza y la confrontación: Pablo Zárate Willka y la rebelión indígena de 1899 en Bolivia,

Plural, La Paz, 2010.

 

 

Hablar de la emergencia indígena tout court no solo acarrea el peligro de opacar

la agencia de los indígenas en el pasado y desconocer sus estrategias de

resistencia, acción y negociación para lidiar, reinventar y reapropiarse de los

proyectos que provenían de las elites, sino que además se corre el peligro de

pensar las antiguas identidades (de clase, étnicas, nacionales) como meramente

impuestas y sojuzgadoras, en tanto que las actuales serían autoasignadas

y liberadoras. Esta mirada despolitiza el proceso de creación y emergencia

de las identidades y su agenda actual. En este sentido, parece necesaria una

valoración más crítica de la emergencia de identidades de ayer y hoy, y es preciso

repensar lo que afirma y lo que olvida cada una de ellas. ¿Qué proyectos

políticos y qué tipo de sociedades fueron imaginados a partir de diferentes

perspectivas? ¿Quiénes están incluidos y quiénes excluidos? ¿Cómo se incluyen

las personas y las comunidades en estos proyectos?

Esta problemática está particularmente ausente en la tercera parte del libro de

Bengoa, quien al analizar la evolución del reconocimiento de las poblaciones

indígenas en la legislación internacional se enfoca en la elaboración de una

síntesis de los convenios internacionales y de los derechos que se reconocen

en favor de los indígenas. Pero el resultado es una narración sin política, sin

actores, sin agendas, sin ideologías… sin relaciones de poder.

Uno de los aspectos que requiere aún mayor discusión es el carácter actual

de las demandas indígenas. Bengoa contrasta las reivindicaciones de las comunidades

rurales en los 60 –que se concentraban en demandas de desarrollo,

construcción de caminos, escuelas e

integración a la sociedad global33– con las de

la actualidad. Estas últimas, en sus facetas

política, social, cultural y económica, apuntarían

más bien al reconocimiento de las diferencias,

la autogestión de los recursos y el

ejercicio de la libre autodeterminación y autonomía

en las políticas y normas que rigen

dentro de la comunidad.

Un primer aspecto que conviene resaltar en el

carácter de estas demandas es el rol que se atribuye

al Estado. Mientras que en el pasado gran

parte de las reivindicaciones involucraban el

 

 

33. Ibíd., p. 145.

Mientras que en el

pasado gran parte de

las reivindicaciones

involucraban el

compromiso del Estado

para intervenir con sus

recursos y políticas,

las actuales demandas

parecen, por el

contrario, pedir menos

participación estatal n

 

 

compromiso del Estado para intervenir con sus recursos y políticas, las actuales

demandas parecen, por el contrario, pedir menos participación estatal. Al referirse

a la agenda indígena, por ejemplo, Bengoa anota en el aspecto económico la

defensa de la capacidad de autogestión, el fortalecimiento de las economías indígenas

y la capacidad de autosostenerse; y en lo social: la autosuficiencia alimentaria,

una estructura comunitaria organizacional y la administración de justicia

de acuerdo con los sistemas normativos tradicionales.

Un segundo elemento que llama la atención es que estas reivindicaciones

están pensadas para ser implementadas en comunidades indígenas que se

conciben como diferenciadas (separadas) respecto de las poblaciones no indígenas.

Aunque Bengoa señala en numerosas oportunidades que la mayoritaria

población indígena es actualmente urbana y vive en populosas ciudades

como El Alto, Lima o Buenos Aires, no repara en la contradicción entre una

agenda que hace énfasis en políticas centradas en la afirmación de la autonomía

y poblaciones que mayoritariamente discurren sus vidas en interacción

con personas, instituciones y organizaciones que no pertenecen a su comunidad34.

No obstante, esta disociación entre las características de la población

indígena y el discurso político del movimiento indígena está lejos de ser un

elemento particular del trabajo de Bengoa; es, por el contrario, una característica

recurrente entre los líderes indígenas, los ideólogos y los especialistas

de la temática étnica.

Finalmente, conviene volver a analizar lo que parece una contradicción entre el

carácter local de la agenda indígena y el carácter transnacional de los conflictos

que las demandas indígenas implican. Cuando hablamos de la implementación

de las demandas indígenas hablamos, al menos, de dos tipos de problemáticas:

por una parte, la cuestión de la autodeterminación y la autogestión refiere

específicamente al derecho de las comunidades indígenas a regirse por «usos

y costumbres» que norman la conducta entre sus miembros. La implementación

de estos derechos ha generado ya numerosos debates en los diversos

países de América Latina. Una de las controversias se ha centrado en los límites

de la aplicación de justicia en los marcos de las comunidades indígenas:

¿cuáles son el alcance y los límites de la justicia comunitaria?, ¿en qué tipo de

 

 

34. Esta contradicción entre propuestas políticas y discursivas que piensan en los indígenas

como un modelo que vive aislado en comunidades rurales, y poblaciones indígenas reales que

viven en las ciudades, ya fue anotada por Barragán y Soliz para el caso de Bolivia. V. «Identidades

urbanas: el caso de los aymaras en la ciudad de La Paz y El Alto» en Denise Y. Arnold (ed.

y comp.): ¿Indígenas u obreros? La construcción política de identidades en el Altiplano boliviano, unir,

La Paz, 2009.

 

 

delitos debería intervenir la justicia estatal?, ¿habría que apuntar a una positivización

de la justicia comunal?, ¿qué ocurre cuando esta justicia debe

lidiar, en disputas entre miembros de la comunidad, con personas ajenas a

la comunidad? Todos estos temas se discuten por ejemplo en Bolivia, en el

marco de la elaboración de la Ley de Deslinde Jurisdiccional. Por otra parte,

los derechos que puedan tener los pueblos indígenas tienen una faceta

aún más espinosa, pues muchos de sus territorios son de crucial interés

nacional y transnacional sea por su biodiversidad, por su riqueza forestal, o

por las riquezas mineras o petroleras. Así, los conceptos de autodeterminación,

gestión y autogobierno no solo tienen efectos en los miembros de esa

comunidad sino implicaciones fundamentales también para las poblaciones

no indígenas, y son de interés estratégico para los Estados nacionales y

las inversiones extranjeras privadas (más allá de los conflictos que también

existen entre comunidades).

Esta problemática ha estado llamativamente ausente en la mayor parte de

los autores que han trabajado el tema de los derechos de los pueblos indígenas.

En la agenda que de manera tan detallada describe Bengoa, en la que

se explicitan los derechos económicos, sociales, culturales y políticos de los

pueblos indígenas, este aspecto está ausente. Miremos una vez más en detalle

las demandas que Bengoa resume, en su aspecto económico, en: a) planes y

programas de desarrollo; b) mecanismos de financiación; c) capacidad de autogestión;

d) fortalecimiento de economías indígenas; e) autosostenibilidad;

f) impacto ambiental; g) preservación y aprovechamiento de recursos naturales;

h) procesos y mecanismos de fiscalización y administración; i) estructuras

administrativas y de control35.

Todos los aspectos arriba mencionados dan la imagen de que estamos hablando

de políticas que tienen efectos única y exclusivamente sobre las comunidades

indígenas. Esta omisión ha sido una tendencia generalizada tanto de los

discursos de líderes indígenas como de la literatura sobre el tema durante

los años 90 y gran parte de esta última década36.

Pero la realidad no se ha hecho eco de este notable silencio. En los últimos

tiempos, las disputas por la explotación de recursos naturales en zonas reconocidas

como territorios indígenas están a la orden del día. Esta nueva faceta del

 

 

35. Ibíd., p. 141.

36. X. Albó y C. Romero: ob. cit.; B. Clavero: Derecho indígena y cultura constitucional en América,

cit.; D. Van Cott: Indigenous Peoples and Democracy in Latin America, cit. y From Movements to Parties

in Latin America, cit.; R. Sieder: ob. cit.; D. Yashar: ob. cit.

 

 

conflicto se ha expresado en los diversos

países de América Latina en el derecho a

la consulta previa.

Por su parte los gobiernos, lejos de un debate

abierto que exponga de manera clara

los intereses, las consecuencias ambientales

y los réditos de determinada explotación

minera, petrolera o forestal, han

jugado un rol esquivo. Aunque la mayor

parte de los gobiernos a lo largo de la década

de 1990 ha aprobado como parte de

la legislación nacional el Convenio 169 de

la oit que reconoce el derecho de consulta previa a los pueblos indígenas,

resultan notablemente «ocurrentes» los mecanismos legales implementados

para limitar el derecho de estos. Bartolomé Clavero ha denunciado que

en Colombia la última norma sobre consulta indígena, con excusa de ofrecer

garantía del derecho fundamental a la consulta previa de los grupos

étnicos nacionales, dejaba prácticamente el procedimiento a disposición

de las empresas interesadas en el acceso expedito a recursos naturales de

territorios indígenas37.

En Perú, Clavero denunció que tras la elección como presidente de Ollanta

Humala, el congresista opositor Kenji Fujimori presentó un proyecto de ley

que establece la participación de los pueblos indígenas y las comunidades

campesinas y nativas en los beneficios económicos que reportan las actividades

extractivas de recursos naturales, eludiendo el proceso de consulta

previa al que deberían someterse esos proyectos antes de su realización38.

En Bolivia, por su parte, el proyecto de construcción de la carretera a través

del Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure (Tipnis) ha enfrentado

y todavía enfrenta al gobierno de Evo Morales con las poblaciones

indígenas yukis y yuracarés que habitan en el parque. Las comunidades

indígenas han denunciado la violación del derecho de consulta previa

garantizado en la nueva constitución aprobada por el propio gobierno de

 

 

37. B. Clavero: «Colombia: proyecto entreguista de ley de consulta» en Bartolomé Clavero. Ensayos,

opiniones y actualidad, 28/11/2011, <http://clavero.derechosindigenas.org/?p=10724>.

38. B. Clavero: «Perú: ataque cruzado a la Ley de Consulta desde el Congreso y el Gobierno», en

Bartolomé Clavero. Ensayos, opiniones y actualidad, 13/12/2011, <http://clavero.derechosindigenas.

org/?p=10829>.

Las disputas por la

explotación de recursos

naturales en territorios

indígenas están a la orden

del día. Esta nueva

faceta del conflicto se ha

expresado en los diversos

países de América

Latina en el derecho

a la consulta previa n

 

 

Morales39. Pero el proyecto también ha enfrentado a campesinos cocaleros

e indígenas y a comunidades contra comunidades, en favor y en contra, lo

que deja ver que a menudo no existe una única cosmovisión originaria y

que hay una pluralidad de intereses según diversos posicionamientos (geográficos,

identitarios, ecológicos, productivos) de los distintos pueblos englobados

genéricamente bajo el paraguas de la identidad indígena.

Pero el debate no solamente opone a líderes y defensores de los pueblos indígenas

contra gobiernos o empresas privadas que pretenden imponer proyectos

de explotación de los recursos naturales por encima de estas poblaciones.

La discusión también incluye otra posición, que denuncia que empresas

privadas altamente interesadas en la explotación de los recursos mineros,

petroleros y forestales a menudo exacerban los derechos de autonomía y autogestión

de las poblaciones indígenas con el objeto de desafiar la capacidad

estatal de control territorial.

Aparecen en el escenario, por tanto, dos tendencias enfrentadas: quienes denuncian

las demandas de autonomía indígena como una nueva forma de penetración

de las transnacionales (desde perspectivas nacionalistas), y quienes

igualan las acciones de los gobiernos y las acciones de empresas transnacionales

como atentatorias contra la autonomía indígena (posiciones defensoras

de Estados plurinacionales). Con todo, aunque cada uno tiene su cuota

de verdad, ambos análisis se vuelven problemáticos si los aplicamos como

una categoría general y sin matices para el conjunto de América Latina. La

relación de cada uno de los Estados con las inversiones privadas ha sido y

es diferente; como diferentes son la relación, la historia, las características

demográficas y la situación de cada uno de los pueblos indígenas en cada

uno de estos países. Son desafíos de diferente orden, por ejemplo, tratar de

aplicar las mismas agendas en territorios tan distintos como Colombia y Bolivia,

donde el porcentaje que se reconoce como indígena en el primer caso es

de 5% frente a más de 60% en el segundo. ¿Qué significa y qué repercusiones

tendría en cada uno de estos casos reconocer el derecho a la autonomía, a la

justicia comunitaria y a la autodeterminación?

En el balance de más de dos décadas de emergencia del movimiento indígena,

indudablemente hay que subrayar su capacidad para cuestionar los límites y

los términos en los cuales se planteaba la política nacional. Las organizaciones

 

 

39. Más tarde, luego de una marcha que frenó el proyecto carretero, el gobierno aprobó la Ley de

Consulta, que varias organizaciones consideraron tardía e ilegal.

 

 

indígenas han logrado interpelar de manera radical las políticas que se asumían

«en beneficio de todos» sacrificando los «derechos de unos cuantos», y

han denunciado los límites estrechos de una identidad nacional cuya pretendida

homogeneidad encubría la discriminación y el colonialismo interno.

Aunque este movimiento, como afirma Bengoa, ha tenido la capacidad, como

nunca antes, de articular un movimiento «panindigenista» a lo largo de América

Latina, su agenda no carece de problemas en tanto a menudo se piensa en

comunidades indígenas «modelo», sujetos de identidades fijas, estancas, ahistóricas;

se ensalzan los derechos de autogestión y autonomía, pero con ausencia

de políticas y propuestas para la mayoritaria población indígena que habita

en las urbes; se subraya el derecho de autodeterminación sin prestar suficiente

atención a los intereses nacionales e internacionales que lo atraviesan.