DESAFIOS GEOPOLITICOS Y PERSPECTIVAS CONTINENTALES

Por:
Andrés Solíz Rada

Publicado el 01/04/2012

La historia de América Latina es una permanente tensión dialéctica
entre monroísmo y bolivarismo. El monroísmo, expresión de la Doctrina
Monroe, elaborada por el Presidente James Monroe, en 1823, postula la
hegemonía permanente de EEUU sobre América Latina. El bolivarismo
anhela, por su parte, la unión solidaria del polo hispánico
latinoamericano, al considerar que América Latina no es un conjunto de
naciones, sino una Nación deshecha, en palabras del chileno Felipe
Herrera.

El monroísmo buscó consolidarse a través de la Conferencia
Panamericana (1889), la Junta Interamericana de Defensa (1942), el
Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (1947) y la
Organización de Estados Americanos (1948). El bolivarismo lo hizo
mediante el surgimiento de la generación del 900 (Rodó, Ugarte,
Vasconcelos, Blanco Bombona, Franz Tamayo, entre otros), la fundación
del APRA, en 1924; el intento de Perón de crear la Unión Aduanera
entre Argentina, Brasil y Chile (1953), y últimamente, en el
nacimiento del MERCOSUR, UNASUR, el ALBA, la CELAC y el Consejo
Suramericano de Defensa (CSD).

En consecuencia, el CSD, organizado como parte de UNASUR, el 2008,
viene a ser una surte de hito actual dentro de los planteamientos
bolivarianos y que ha conmocionado al Reino Unido, al determinar, en
semanas precedentes, que barcos de guerra británicos o con equipos de
exploración petrolera no puedan recalar en puertos de Argentina,
Brasil, Uruguay, Perú o Chile. Estos temas han sido abordados por el
académico argentino Miguel Ángel Barrios (MAB), en su libro “Consejo
Sudamericano de Defensa: Desafíos Geopolíticos y Perspectivas
Continentales” (Editorial Biblos). MAB ha publicado anteriormente “El
Latino americanismo en el Pensamiento Político de Manuel Ugarte”,
“Perón y el Peronismo en el Sistema Mundo”, “Diccionario
Latinoamericano de Seguridad y Geopolítica”, “El Latino americanismo
Educativo en la Perspectiva Regional” y “El Significado Geopolítico
del MERCOSUR”.

El autor advierte que su nueva producción bibliográfica sale a luz en
momentos de profundos cambios en la escena internacional, entre los
que se destacan el desplazamiento del eje económico del Atlántico al
Pacífico y al Indico, el fracaso de la proyección militar de EEUU
(Irak, Afganistán), la privatización de la guerra a manos de
contratistas, las dificultades del dólar, el fracaso de la
autorregulación de los mercados, los crecientes problemas de
funcionamiento del sistema capitalista mundial y en lo relativo al
empleo, alimentos, finanzas y energía. Estos fenómenos ocurren en
medio de la desoccidentalización del mundo y de un vaciamiento de los
contenidos humanos de la política, sobre todo de los centros de poder
mundial, que se aferran sólo a la “real politik”.

Frente a las visiones neo darvinistas, procedentes del ethos
calvinista estadounidense, el UNASUR, debido a la potencialidad
energética, acuífera, de recursos naturales, alimenticios y en
biodiversidad de la región, ha captado la necesidad de crear una
doctrina de defensa común de la Patria Grande. Esa inquietud se ha
traducido en la formación del CSD: Con la creación del CSD se ha roto
el excluyente análisis geopolítico de Occidente para el resto del
mundo.
El análisis simultáneo de varias globalidades es una nueva categoría
histórica, que tiene carácter irreversible. En consecuencia, se ha
transitado, después de la caída del muro de Berlín, del bipolarismo
(EEUU-URSS), al unipolarismo. Estados Unidos, al no poder mantener su
dominio, ha tenido que ingresar a un sistema “apolar” (sin polos
hegemónicos, de acuerdo a la expresión de Kissinger), desde donde se
avanza al multipolarismo. Con el CSD, América Latina, por primera vez
en su historia, es capaz de defender su seguridad y planificar sus
propios objetivos sin la vigilancia de la Doctrina Monroe, lo que
brinda una idea del avance bolivariano.

MAB nos recuerda que “un nuevo mañana exige un nuevo ayer”. Desde esta
perspectiva, Latinoamérica rescata el hecho de que en su territorio se
fusionaron tres grandes troncos de la familia humana. La estirpe
indígena, procedente del Asía, la blanca mestiza europea y la enorme
migración africana, a través del tráfico de esclavos a países como
Brasil y Cuba. Por esta razón, el mexicano José Vasconcelos llama a la
América morena síntesis de razas y única esperanza de vida pacífica y
civilizada sobre el planeta.

El uruguayo Alberto Methol Ferré refutaba a quienes piensan que nos
hallamos frente al fin del Estado, como creen los indigenistas a
ultranza. Estamos, por el contrario, frente al nacimiento de un nuevo
tipo de Estado: Los Estados continente industrializados, que llevarán
adelante la globalización multipolar. Los Estados continente generarán
las únicas entidades políticas del sistema-mundo, capaces de sostener
la autonomía o soberanía fáctica real, más allá del juridicismo
abstracto elaborado por Occidente. De ahí el por qué Latinoamérica
necesita con urgencia forjar su conciencia geopolítica. El paso
inicial es auspicioso, ya que el CSD es la hija geopolítica del
Congreso Anfictiónico de Panamá, convocado por el Libertador, en 1826

Las reflexiones de MAB necesitan ser discutidas y enriquecidas. Su
texto omite mencionar las reuniones periódicas de los Ministros de
Medio Ambiente de la CELAC, destinadas a plantear posiciones comunes
en “Río + 20”, evento donde las Naciones Unidas debaten los problemas
de la contaminación ambiental. La ausencia de programas regionales
coincidentes ha facilitado la acción desembozada de ONG europeas y
norteamericanas, que han penetrado profundamente en las estructuras
institucionales de la patria bolivariana. La dimensión del problema
amerita planteamientos endógenos.

La región requiere, asimismo, reflexionar sobre las tendencias
indigenistas excluyentes que distorsionan el pasado, las que si bien
denuncian con pertinencia abusos a comunidades aborígenes, ocultan el
entramado poblacional generado en siglos de coloniaje y vida
republicana. Y, lo que es peor, se silencian los profundos cambios
operados en el mundo indígena, a partir de la migración a las grandes
ciudades, sosteniendo, sin ninguna base empírica, que las culturas
tradicionales se mantienen inalterables en medio de grandes urbes. La
intencionalidad es clara: Detener la cohesión espiritual de la América
morena para enfrentar los desafíos del Siglo XXI, acompañada de
acuerdos entre indígenas y petroleras, como ocurrió con Repsol y la
Asamblea del Pueblo Guaraní, en Bolivia, en marzo de 2011.