LA REVOLUCION DEL 52 Y LOS PACHAMAMICOS

Por:
Andrés Solíz Rada

Publicado el 01/04/2012

La rememoración del 60 aniversario de la Revolución del 09-04-52,

muestra que Bolivia debe optar entre rescatar los aciertos de esa

hazaña histórica, rectificar sus errores y profundizar sus conquistas

o mantener el fundamentalismo indigenista de su Nueva Constitución

Política del Estado (NCPE), aprobada el 2009. El 52, resume las

rebeliones indígenas, las luchas indo mestizas de los guerrilleros de

la Independencia, la mirada  bolivariana de Andrés de Santa Cruz, los

sueños igualitarios de Belzu y Andrés Ibáñez, los esfuerzos de

indígenas y mestizos por defender en contiendas internacionales la

heredad geográfica, la condena a la oligarquía minero feudal, la

Nacionalización de la Standard Oil (David Toro), el control de divisas

de la Gran Minería (Germán Busch) y el primer congreso indigenal

(Gualberto Villarroel), antecedente del voto universal, la medida

esencial de la gesta de abril. Estos son los prolegómenos de una de

las tres revoluciones más importantes del Siglo XX en la América

morena, junto a la mexicana de 1910 y la cubana de 1959.

 

El 52, es la explosión de unidad nacional en una República fundada por

terratenientes y dueños de indios, casi sin excepciones. La falta de

vertebración física impidió desarrollar el sentido de pertenencia al

territorio patrio y facilitó los despojos perpetrados por oligarquías

vecinas. El enclaustramiento geográfico, impuesto por Inglaterra y sus

acólitos de Santiago, generó un complejo de inferioridad aún vigente.

No fue EEUU el primero en plantear, mediante el Plan Bohan, de 1942,

la “Marcha al Oriente”. En septiembre de 1904, los patricios cruceños

Plácido Molina, Ángel Sandoval y José Benjamín Burela, al igual que lo

hicieron, en forma previa, Antonio Quijarro, Pedro Kramer, Manuel

Vicente Ballivián y Mariano Reyes Cardona, demandaron, en memorando al

Congreso de la Nación, que los recursos pagados por Brasil por la

usurpación del Acre, sirvieran para construir el ferrocarril

Cochabamba-Santa Cruz.

 

La parte sustancial del memorando dice: “Ansiamos que los pueblos del

interior prosperen grandemente; la prosperidad y el engrandecimiento

de La Paz, Oruro, Cochabamba, Sucre, Potosí y Tarija, será la

prosperidad y el engrandecimiento de Bolivia y el orgullo de los

cruceños; queremos sí, que no se sacrifique a Santa Cruz y el Beni, y

esto importa la realización del estrecho ferrocarrilero prohijado en

las esferas oficiales… Unir al Oriente con el Occidente, salir al

Atlántico, para contrarrestar la influencia del Pacífico, hoy en manos

de Chile; salir así del ominoso tutelaje de esa nación absorcionista,

esa es evidentemente la política nacional, racional y unificadora que…

 el sentido común proclama a voces”. El 52, destapó los oídos del

andino centrismo, cementados por la oligarquía minero feudal, e

impulsó la migración colla al Oriente, lo que impidió el  separatismo

y la desaparición del país.

 

EL EXTRAVIO DEL MNR

 

Es erróneo criticar al MNR, el partido que condujo el proceso

revolucionario, por no haber instaurar el socialismo o la dictadura

del proletariado, como hace Guillermo Lora, quien no tomó en cuenta la

mediterraneidad y la dependencia del país de los centro de poder

mundial. No tomar en cuenta que, en 1954 (dos años después de la

Revolución boliviana), EEUU invadió Guatemala con total impunidad, es

una amnesia extrema. El MNR debe ser censurado por no instalar la

fundición de estaño; por desatar un descomunal proceso inflacionario,

generado por el manejo irresponsable de COMIBOL; por aceptar

exigencias irracionales de dirigentes mineros, como Lechín, que

prefirieron la demagogia a la lealtad al proceso revolucionario; por

impedir que Bolivia se potencie económicamente, a fin de dejar de ser,

como hasta ahora, el basurero de Chile (acabamos de legalizar el

contrabando de 120.OOO autos usados que ingresaron por su frontera), y

proveedora de gas a las termoeléctricas y plantas petroquímicas

brasileñas y argentinas, mientras importa GLP, gasolinas y diesel de

Venezuela y los países vecinos. El Estado “plurinacional”, cuyo

respaldo principal procede de los cultivadores de coca, se muestra

cada vez más impotente para contener los preocupantes avances del

narcotráfico.

 

En 1956, EEUU, Alemania y el BID acudieron presurosos a “salvar” a

COMIBOL, a cambio de desnacionalizar el gas y el petróleo. El virus

imperialista se infiltró en el torrente sanguíneo de abril, al extremo

de tolerar que Gonzalo Sánchez de Lozada (GSL) pusiera al MNR al

servicio de su empresa (COMSUR),  e implantara el neoliberalismo. En

forma previa, la influencia del 9 de abril había llegado a las FFAA.

En 1964, el sector pro norteamericano de Barrientos inició la

restauración oligárquica. Fue enfrentado por Ovando quien, junto a

Marcelo Quiroga Santa Cruz, nacionalizó la Gulf, instaló la fundición

de estaño y aprobó una coherente estrategia de desarrollo, redactada,

principalmente, por José Ortiz Mercado.

 

El propio MNR, en alianza con Bánzer y la obsoleta Falange Socialista

Boliviana (FSB), frustró el intento de reencauzar el proceso

revolucionario. Con Evo Morales, el 52 llegó a Santa Cruz. A partir de

su presidencia, la “voz del Comité Cívico” ha dejado de ser la única

que pretendió representar los intereses de la región oriental.  Esa la

dimensión histórica de su gobierno, pero sostener, como hace su

entorno, que Bolivia continuaba siendo un Estado colonial antes del

MAS es una aberración insostenible.

 

LOS PACHAMAMICOS

 

En la década de los ochentas, al acercarse la recordación de los 500

años de la llegada de Colón, los centros de poder mundial advirtieron

que podían usar la inevitable emergencia indígena para debilitar a los

Estados nacionales más vulnerables, a fin de mantenerlos como reserva

de recursos energéticos y de la biodiversidad que necesitan en forma

creciente. Utilizaron como instrumento el Convenio 169 de la OIT, de

1989, en reemplazo del 107, de 1957, que propugnaba la integración de

los pueblos nativos a los proyectos nacionales. El éxito de esos

propósitos se demostró con la creación del primer Fondo de Inversión

“Itika-Guazú”, entre la petrolera Repsol y la Asamblea del Pueblo

Guaraní (APG), el 15 de marzo de 2011, cuyas cláusulas son ilegalmente

mantenidas en secreto. En comunicado de la fecha indicada, la  APG

destaca que se trata  “del primero de esta naturaleza firmado en

América Latina con una empresa multinacional petrolera y que, por

tanto, esperamos que tenga repercusiones en las prácticas de la

industria petrolera, siendo también un aporte específico y concreto a

las reivindicaciones de las comunidades indígenas bolivianas y

latinoamericana”.

 

La estrategia del Convenio 169 fue aplicada con sumisión lamentable

por el gobierno social demócrata del MIR, presidido por Jaime Paz

Zamora. Seguidamente, el MNR de GSL dividió al país en decenas de

Tierras Comunitarias de Origen (TCO) y en “Parques Nacionales”. Con

estos antecedentes, la NCPE reconoció a 36 naciones, con sus

territorios ancestrales, imposibles de delimitar, en los que existe

libre determinación, gestión exclusiva de recursos naturales

renovables,  justicias comunitarias y cosmovisiones excluyentes, que

han convertido al país en una auténtica “Torre de Babel”. El

Pachamamismo y el neoliberalismo son la antítesis del 9 de abril. Por

estas razones, Bolivia debe elegir entre la herencia indo mestiza de

la Revolución del 52, enriquecida con la dignidad conquistada por los

pueblos aborígenes en las últimas décadas, o la acción de agentes

rentados del Banco Mundial, las transnacionales y sus ONG que, al

repudiar la historia patria, pretenden que se olvide el hecho central

de nuestra historia.