RECORDAR LA RECUPERACION DE LAS MALVINAS

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Publicado el 01/04/2012

Buenos Aires, 2 de abril de 2012

 

Señores

Veteranos de Guerra de los Operativos Rosario y Georgias del Sur

 

                                     El Centro de Estudios Económicos Mariano Fragueiro (CEEMFRA), la Unión de Suboficiales y Aspirantes a la Reserva (UNISYAR), el Congreso de Suboficiales de la Argentina (CONASUBAR) y el Partido Socialista de la Izquierda Nacional (PSIN 2ª época), adhieren al acto recordatorio del trigésimo aniversario de la 1ª Recuperación de Malvinas.

 

                                      Nunca más importante esta recordación para todos los argentinos, en momentos en que sectores absolutamente minoritarios, pero de gran poder en los medios de comunicación al servicio del enemigo colonialista, reiteran sus

mensajes desmalvinizadores. El objetivo pretendido es que el Pueblo Argentino “olvide” la gesta malvinera, y al mismo tiempo, que los argentinos nos vayamos haciendo la idea de que no podremos recuperar el archipiélago usurpado y que se “negocie” con el usurpador, el uso de los recursos naturales en juego. La mencionada campaña, es perfectamente funcional con los ataques del Estado, de la Justicia, de la intelectualidad antinacional y de la Prensa del sistema contra las FFAA y Veteranos que participaron en la recuperación del 2 de abril de 1982.

 

                                        Ante tales manifestaciones, que solo pueden servir a los intereses del Occidente imperialista y colonialista y sus aliados nativos, las entidades firmantes declaran:

 

 

1.- El desembarco de nuestras FFAA el 2 de abril de 1982, no fue resultado de la decisión de una dictadura de huir hacia delante, sino un acto patriótico de la Junta Militar que en aquel entonces gobernaba, ante la deliberada sordera del Imperio Británico que desde 1965, se negaba a sentarse para discutir el traspaso de Malvinas, como lo señalaba la Resolución 2065 del Comité de Descolonización de la ONU. Al tomar aquella  decisión, la Junta asumió con gran valentía la histórica tarea de recuperar el territorio usurpado desde 1833. Ese acto, terminó con 150 años de dependencia ideológica y mental y en ello radica su valor. De allí que la decisión de la Junta, cosechó el odio recalcitrante –que aún persiste- de los integrantes del Servicio Civil de la Colonia, quienes pretenden lavar el cerebro de los argentinos y poner en pié de igualdad los derechos de 1.600 kelper, contra los derechos de 40.000.000 de argentinos.

 

 

 

2.- Hay guerras justas y guerras de pillaje. La Guerra de Malvinas fue una guerra justa, a diferencia de las expediciones militares de los países imperialistas que invaden otros países para saquear sus recursos naturales, tal como ha ocurrido en el pasado reciente con Irak y Afganistán (2003) y  Libia (2011).

 

 

 

3.- La colonización cultural impuesta a partir de la caída de Puerto Argentino el 14 de junio de 1982, se manifiesta en el mensaje que los políticos colonizados y los medios de comunicación, como tributo al Imperio, de que la Argentina nunca más volverá a levantarse contra el orden de los países imperialistas y que solo reclamará las Malvinas

por medios pacíficos. Ese pensamiento colonizado es el que debe revertirse.

 

 

 

4.- El 14 de junio de 1982, la República Argentina no perdió una guerra, sino una batalla como en las Guerras de la Independencia las armas patriotas fueron derrotadas en Sipe Sipe, en Cancha Rayada, en Vilcapugio, en Ayohuma o en los combates navales en el Río de la Plata y no por ello los gobiernos patriotas, cejaron en su lucha contra el

Imperio Español, hasta terminar con su dominio en la histórica batalla de Ayacucho, el 9 diciembre de 1824.

 

 

5.- Quienes transformaron la caída de la plaza militar de Puerto Argentino, en la derrota de una guerra, fueron los políticos colonizados que firmaron los Tratados de Rendición, que nunca pasaron por el Congreso y que fueron firmados en Londres en noviembre de 1989 y en Madrid en febrero de 1990. Esos tratados deben ser denunciados, como primer paso para iniciar la contraofensiva política argentina, en pos de la recuperación de las Islas Malvinas. En simultáneo, el país debe comenzar a aplicar represalias económicas contra los intereses del Reino Unido y de sus aliados, integrantes del Conmowealt, como por ejemplo nacionalizando  la actividad minera e hidrocarburífera y derogar las legislaciones al respecto.

 

Por todo ello, decimos que hay que terminar con la campaña de mentiras desmalvinizadoras, orquestadas desde el Estado y desde los medios de comunicación, denunciando por Traición a la Patria a sus instigadores, propaladores y continuadores como la actual administración. El mejor homenaje que los argentinos, civiles y militares, podemos rendir a los caídos en suelo malvinero o en las aguas del Atlántico Sur, es recuperar la soberanía perdida en el Continente y en Malvinas, en el marco de una América Latina Continental y Caribeña Unida.

 

Volveremos

 

Viva la Patria

 

Por la 2ª y definitiva Recuperación del Archipiélago Malvinero

 

Por la Liberación Nacional y Social de la Argentina

 

Por la Unidad Nacional de América Latina

 

CONASUBAR                     CEEMFRA                           PSIN 2ª época

 

Oscar Barbalace                  Juan M. Soaje Pinto           Leopoldo Markus

 

 

 

UNISYAR

 

Carlos Curbelo

 

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HEROICA LOCURA

 

Gloria y Honor a los combatientes, en el recuerdo más Profundo de nuestros Corazones de Trabajadores Argentinos.

Durante el llamado Proceso de Reorganización Nacional, en pleno desarrollo de la guerra de Malvinas, en mayo de 1982, la Revista Línea (Nº 22) publicó un Editorial firmado por el historiador José María Pepe Rosa, que transcribimos a continuación.

 

                                                                                           José María Pepe Rosa

 

 

Rebanadas de Realidad - CGT-Esquel, 02/04/12.- El 2 de abril se abre –¿o se reabre?– un nuevo capítulo en la historia. La recuperación de las Malvinas ha tocado hondo en la fibra patriótica del pueblo.

Nos despertamos con el orgullo de sentirnos una nacionalidad que campea por su respeto. Y eso ha venido –desconcertadamente– tras un período en el que no brillaba precisamente el patriotismo y nuestra Argentina se repartía a pedazos entre los poderosos. Cuando esperábamos de un momento a otro la anunciada privatización del subsuelo, los militares nos salen con esta página de gloria y responsabilidad.

De heroica locura la calificamos en nuestra nota del pasado abril. No queremos saber qué propósitos la dictaron. Si fue por un irresistible impulso patriótico, o medió la consideración de que EEUU nos acompañaría en la patriada. Si fue esto último –lo que no creemos– debemos convenir que nuestros jefes no están al tanto de la historia contemporánea, como desconocen la historia pasada.

Los EEUU no solamente son los más firmes aliados del Reino Unido, sino que nunca, nunca, aceptaron, pese a la doctrina Monroe, la argentinidad de los archipiélagos.

El 28 de diciembre de 1831 –un año antes de la agresión británica que nos quitó las Malvinas– entró al puerto Soledad un navío disfrazado de mercante francés; pero en realidad era un crucero de guerra norteamericano que venía a darle una lección al gobernador argentino Luis Vernet. Se llamaba El Lexington y lo capitaneaba el comandante Silas Duncan.

Apenas desembarcó sus marines, sin que los cañones de la fortaleza pudieran impedirlo, los norteamericanos se apoderaron de esta defensa; validos de la sorpresa, clavaron los cañones, apresaron a los defensores, robaron los cueros de vacuno y lobos marinos que había en las barracas, y acabaron por embarcar en su navío a las familias pobladoras. Entendía el comandante Duncan que los argentinos no tenían derecho a impedirles la cacería que efectuaban los norteamericanos en las islas, que eran tierra de nadie, a juicio del capitán. El gobierno argentino protestó y exigió indemnización. Protesta tanto más fundada por cuanto al año del atropello, y aprovechando el desguarnecimiento en que quedaron las islas, el capitán inglés Onslow, al mando de su corbeta de guerra Clío, y cumpliendo instrucciones de su gobierno, se apoderó de las islas.

Sabemos de la historia de la protesta argentina ante los británicos. Veamos lo que ocurrió con los norteamericanos. Rosas –gobernador en 1835– dio instrucciones al ministro argentino en Washington, que era el general Alvear, para que reclamara por la conducta del capitán Duncan y obtuviera la indemnización correspondiente. Pero el Secretario de Estado, Daniel Webster, respondió que suspendía el pedido argentino -hasta tanto se arreglara la controversia pendiente entre el gobierno argentino y la Gran Bretaña acerca de la jurisdicción de las islas. Lo que motivó que las relaciones argentino-norteamericanas quedaran interrumpidas.

Estados Unidos quería eludir la pertenencia argentina de las islas para ahorrarse indemnizar la conducta del capitán Duncan. No fue la única oportunidad. En julio de 1885 el ministro argentino en Washington, Luis Domínguez, propuso someter a árbitros el monto de la indemnización. El presidente norteamericano prefirió contestar de una manera indirecta; lo hizo en su mensaje anual al Congreso, calificando de piratical colony el establecimiento argentino. A este propósito, respondió Vicente G. Quesada con un enjundioso alegato jurídico e histórico (excelente como todos los suyos), demostrando la argentinidad de las islas, y que el desmantelamiento hecho por el marino norteamericano en diciembre de 1831 fue la causa eficiente para que el Reino Unido se apoderase de las islas en enero de 1833. Este alegato de Quesada, que lleva fecha 9 de diciembre de 1885, fue desechado por el Secretario de Estado norteamericano Thomas F. Bayard el 18 de marzo de 1886, porque -la República Argentina encuentra sus derechos controvertidos por la Gran Bretaña, y hasta que no se resuelva este pleito no puede reclamar indemnización por presuntos desmanes cometidos en lo que no es su territorio.

Suponemos que nuestra Cancillería ignora estos documentos –no obstante encontrarse en su archivo de Relaciones Exteriores–, dado que aceptó la tercería del Secretario de Estado Haig para dirimir el pleito. No haremos el cargo de ignorar la historia del siglo XIX a quienes evidentemente no parecen que supieran las relaciones actuales entre los EEUU y Gran Bretaña.

Debemos hacer muchas cosas después del 2 de abril: entre ellas, estudiar nuestra auténtica historia, que se ignora plácidamente a tenor de los discursos oficiales.

Pero tenemos la certeza de que las cosas cambiarán. La recuperación de las Malvinas no se va a detener en la devolución de los archipiélagos, debe devolverse la Argentina, la Argentina íntegra, con sus ideales, sus industrias, su pueblo y su historia. No es tiempo de procesos ni reorganizaciones, sino de encontrar la Patria. La Patria auténtica. Un pueblo decidido a triunfar puede vencer a un enemigo militarmente más poderoso. Lo vencerá a la corta o a la larga. Es una lucha de liberación, y la historia contemporánea enseña que suelen durar años.

Triunfaremos, sin duda triunfaremos, porque en la lucha de los pueblos contra los imperialismos triunfan los pueblos. Pero lo más importante es recuperar el sentido heroico de la vida argentina. Por eso, aun en el caso de que las cosas no nos fueran militarmente favorables, si se mantiene firme el espíritu patriótico, la derrota es honrosa cuando se cae con gallardía, sin abdicar ninguno de los ideales. Perder las Malvinas por las armas sólo significaría que posponemos su recuperación. Hay mucha sangre vertida para abandonar el propósito de lograrla.

Importa, sí, ¡y mucho!, que perdamos las Malvinas en la mesa de negociaciones. La perderíamos entonces para siempre. Y perderíamos algo más: la fibra patriótica que evidentemente tiene nuestro pueblo. Cundiría el desaliento, y nos sería difícil recobrarlo. Cuidado con las negociaciones diplomáticas, señores del Proceso. No les tenemos fe para hacer diplomacia, como no les tenemos fe para hacer política. Los militares han nacido para héroes. No empañen el título glorioso ganado el 2 de abril, con la pifiada que van a presentarles, llena de palabras equívocas y aviesos propósitos.

Que flamee en los archipiélagos la bandera argentina. Pero sola, sin compañía. Que no hay soberanía compartida.

Todo el pueblo argentino, toda América Latina, tiene la esperanza de que el 2 de abril se haya abierto un nuevo capítulo de la historia de América. No los defraudemos.

El presente material se edita en Rebanadas por gentileza de la Mesa de conducción H. R. Miguens.

 

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LA ULTIMA GUERRA ANTICOLONIALISTA

 

Editorial del Periódico "El Nacional", Tarija (Publicado el 01 abril 2012)

 

Hace 30 años Bolivia estuvo durante algunas horas en estado de guerra

internacional. Una de las principales autoridades de la Fuerza Aérea

Boliviana (FAB) declaraba, por ejemplo, el 4 de abril a la prensa:

“Sí, apoyaremos a nuestros hermanos. Podemos enviar algunos de

nuestros cazas T-33 y también los aviones Hércules para el apoyo

logístico”.

Unos días más tarde una demoledora presión diplomática forzó a la

dictadura de Celso Torrelio a dar pasos atrás. El Gobierno boliviano

se limitó entonces a brindar apoyo diplomático y moral. Un respaldo

mayor habría implicado un contundente empujón externo hacia una peor

crisis inflacionaria de la que ya castigaba al país.

La de la FAB fue parte de la generalizada reacción boliviana que

apoyaba la decisión argentina de reconquistar las islas Malvinas. Era

el eco a la conmoción que sacudía a nuestros hermanos, cuyo Gobierno

reaccionó a reiterativas provocaciones de pesqueros británicos. La

causa unificó absolutamente a los argentinos, pese a la terrible

situación política interna. Incluso los ex guerrilleros izquierdistas

exiliados solicitaron a la dictadura de Leopoldo Galtieri que les

permita ir a combatir al sur.

La gente en las calles inició colectas de vituallas para los

combatientes. También se organizaron donaciones de joyas y dinero.

Todo tipo de voluntariados se organizaron a favor de los muchachos que

iban hacia el extremo sur. Latinoamérica no desentonó. Perú decidió

transferir una escuadrilla de aviones de combate Mirage. El régimen

cubano ofreció enviar tropas a la dictadura argentina.

En los intensos debates desarrollados dentro la Organización de

Estados Americanos (OEA) el secretario de Estado de EEUU, Alexander

High preguntó a los argentinos: “¿Se van a aliar con el gobierno

comunista cubano para enfrentar a Inglaterra?”. El Canciller Nincanor

Costa Méndez le respondió: “Sí, podría ser, así como ustedes se

aliaron con los rusos para enfrentar a Hitler”.

En la OEA la situación estadounidense se tornó incómoda. El abrumador

apoyo a los argentinos le recordaba un tratado interno del organismo.

El Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca  señalaba que un

ataque a cualquiera de sus miembros  implicaba un ataque al conjunto.

El Gobierno de Ronald Reagan finalmente optó por apoyar a Inglaterra

militar y diplomáticamente.

A medida que se precipitaba la guerra, sólo dos gobiernos no se

alinearon con Argentina: Chile y Colombia. Sin embargo, ciudadanos de

ambos países salieron a las calles a apoyar a sus hermanos del Río de

la Plata. Colombia mantuvo una especie de neutralidad. Mientras, la

dictadura chilena llegó a colaborar logísticamente e incluso con

espionaje radial a los británicos.

Y precisamente, el talón de Aquiles de aquella guerra resultaron las

dictaduras. Si Pinochet demostró que los tiranos no tienen alma, sus

pares argentinos no estuvieron lejos. Tal cual explicó hace unas

semanas el general  Martín Balza (quién combatió en las islas) aquella

fue “una causa justa en manos bastardas”. Galtieri y los suyos sumaron

para sí el respaldo generalizado, buscaban ganar tiempo y poder en un

momento crítico. Usaron la guerra en función a sus apetitos

personales.

Por ello, cayeron en fatales errores estratégicos. Inicialmente

supusieron que EEUU no apoyaría a los británicos y hasta que éstos no

reaccionarían. Cuando se lanzaron a la confrontación olvidaron que

para ganar en las Malvinas se precisaba supremacía en el aire y en el

mar.

Mientras en seis semanas los destructores, submarinos y portaviones

ingleses copaban la zona, la aviación argentina tenía sus bases a 700

kilómetros de las islas. La única de sus naves peligrosa para la flota

británica, el destructor Belgrano, fue hundida por un submarino. Con

todo, la lucha se hizo intensa. Londres llegó a amenazar con un

bombardeo a Córdoba.

La barbarie de la guerra afectó a los combatientes de ambos lados. En

74 días de combates murieron 649 militares argentinos  (323 en el

Belgrano) y 255 británicos. Hubo más consecuencias de la batalla.

Incapaces de olvidar el horror vivido, más de 450 ex soldados

argentinos y 300 británicos se han suicidado desde entonces.

El 14 de junio los ingleses tomaron las islas. Así concluyó la última

agresión militar colonialista sobre Latinoamérica.

El Reino Unido, bajo ideas anacrónicas y angurrientos intereses

económicos, porfía en imponer su presencia en territorios ajenos.

Tozudo en su extraviada visión imperialista participa en

contraproducentes agresiones a pueblos como Irak y Afganistán, de

donde no sale bien parado.

Así la causa por las Malvinas vuelve recurrentemente a tomar fuerza.

Un día, otros medios, más efectivos que las armas, forzarán el

retroceso británico. No sobra recordar cómo salió de la India en 1947

o de Hong Kong en 1999. El colonialismo se bate en retirada hace

siglos.