
Una de las tareas más difíciles que nos
enfrentamos en el trabajo de
descolonización es el muro que nos encontramos
en las mentes no solo
de las personas que viven bajo el colonialismo,
sino de las personas
encargadas de trabajar con temas de
descolonización.
La primera barrera que nos encontramos es el
lenguaje que usan las
instituciones dedicadas al trabajo de
descolonización: la Organización
de Naciones Unidas (ONU).
La ONU fue creada por y bajo el control de los
países considerados
como los “liberadores” del mundo del flagelo del
fascismo: los
llamados “aliados”, la URSS, EEUU y el Reino Unido
de Gran Bretaña e
Irlanda del Norte. Sin embargo, la repartición
del mundo que se
hicieron las grandes potencias bajo la teoría de
la “esfera de
influencias”, traía consigo el germen de la
contradicción. Mientras
por un lado en el Tratado del Atlántico se
hablaba del derecho a la
libre determinación, por el otro se despojaba a
los palestinos de sus
tierras, se quedaban incólumes las posesiones
europeas y
estadounidenses coloniales en el Asia, África y
América Latina, y se
mantenía la hegemonía soviética en los de Europa
Oriental y Asia.
Así, desde su creación la ONU trajo consigo la gran
contradicción
entre lo que decían los documentos y los
discursos y lo que se hacía
en la práctica con impunidad. Hoy en día esa
contradicción no sólo
sigue existiendo sino que se ha acentuado en las
acciones tomadas por
el organismo con relación a Irak, Libia y
actualmente en Siria.
El trabajo y los documentos sobre
descolonización son un ejemplo
dramático de las contradicciones señaladas. Al
día de hoy todavía se
refieren a los países que tienen pueblos y naciones
sometidas bajo
situación colonial como “potencias
administradoras” y a los
territorios bajo colonialismo como “territorios
no autónomos” o en
“fideicomiso”. Todo un juego de lenguaje
impuesto por los países
colonizadores que después de todo son los que
redactaron los
documentos, con excepción de la Resolución 1514(XV)
cuyo proyecto
aprobado fue el redactado por los países de Asia
y África. Pero, aun
con el lenguaje claro de la 1514(XV) que habla
sobre “países y pueblos
coloniales”, los colonizadores se las arreglaron
para que se siguiera
arrastrando el lenguaje de la Carta de la ONU del artículo 73e que se
refiere a “territorios no autónomos”.
Pero el peor de los legados que tenemos es que
aun cuando la
Resolución 1514(XV) tiene como objetivo principal la
abolición del
colonialismo, al mandatar el traspaso de poderes
de forma inmediata y
sin que medien como excusa tamaño o desarrollo
económico y político
del territorio para no traspasarle los poderes, la ONU y los países
colonizadores han hecho caso omiso de dicho
mandato abolicionista.
¿Por qué? Porque el resultado lógico de dicho
mandato es dejar sin
efecto la titularidad que alegan tener sobre los
territorios los
países colonizadores aun cuando el colonialismo
fue declarado como un
crimen contra la humanidad y una violación
flagrante de los derechos
humanos. De la misma forma que al declararse
ilegal la esclavitud
ningún “amo” podía oponerse a la libertad de su
esclavo alegando
“titularidad” anterior a la abolición de la
esclavitud, ningún país
colonizador puede alegar que tiene título válido
anterior a la
aprobación de la 1514(XV). Menos aún, cuando la
obtención de dichos
títulos fueron el producto de la invasión y
ocupación de territorios
con habitantes o con soberanía claramente
establecida como en el caso
de Las Malvinas, o por “cesiones” y “tratados”
entre imperios
delincuentes.
A pesar de la aprobación de la Carta Magna de la Descolonización
(Res.
1514(XV), hoy el Comité de Descolonización sigue
trabajando el tema de
la descolonización dentro del marco legal
anterior a la aprobación
dela Resolución 1514(XV) y con el lenguaje y las
nomenclaturas que
impusieron los países colonizadores al aprobar la Carta de la ONU. Por
eso estamos en la Tercera Década de la Descolonización
sin que se haya
resuelto el problema del colonialismo en el
mundo. Esto no desmerece
ni ignora las decenas de países africanos y
asiáticos que alcanzaron
su independencia en la década de los sesenta,
aunque habrá que
estudiar con profundidad cuán involucrada estuvo
y cuánto aportó la
ONU a esos logros. Lo que sí es innegable es que aunque
alcanzaron
independencia política, el neocolonialismo se
instaló cómodamente para
continuar el saqueo y expolio de esas regiones
del mundo.
La región a la que pertenecemos, el Caribe,
contiene la mayoría de los
pueblos del mundo bajo colonialismo. El Caribe
tiene tres tipos de
colonialismos: los reconocidos por la ONU como “territorios no
autónomos” y que aparecen en la lista levantada
al amparo del Artículo
73e de la Carta de la ONU, las seis dependencias de Reino Unido -las
Bermudas, las Islas Turcas y Caicos, Islas
Caimán, Anguila, Islas
Vírgenes Británicas y Montserrat- y la de
Estados Unidos (EE.UU.) -las
Islas Vírgenes-, que fueron clasificadas por la ONU en 1946 como
territorios no autónomos y los territorios
semiautónomos Holandeses; y
los territorios “integrados” a la llamada
“metrópolis” como las islas
bajo dominio francés de Guadalupe, Martinica y la Guyana Francesa.
Las islas que han sido “integradas a la metrópoli” no figuran
ante la
atención del Comité de Descolonización y fueron
sacadas de la lista de
“territorios no autónomos” porque supuestamente
ejercieron su derecho
a la libre determinación. Al igual que Puerto
Rico, sus asuntos son
reclamados como “asuntos domésticos” con los cuales
no puede
intervenir la ONU porque estaría infringiendo la soberanía de
un
estado miembro, el poder colonizador.
Los territorios de ultramar del Reino Unido de
Gran Bretaña
En 1999 las islas bajo dominio de Gran Bretaña
cambiaron el nombre
“dependencia” por el de “territorio de ultramar”
(OT), y el título del
Jefe de Gobierno electo cambió de “chief
minister” (ministro jefe o
principal) a la de “Premier” (primer ministro).
Sin embargo, el poder
unilateral de la metrópoli se mantuvo. Los OT para
todos lo efectos
están bajo “direct rule”, con gobernadores con
“poderes reservados”,
nombrados por la reina, que pueden anular
legislación adoptada por el
gobierno electo del territorio. El gobernador
británico también puede
emitir decretos para promulgar leyes, de manera
unilateral, sin el
consentimiento y en contra de la voluntad del
gobierno electo. El
gobierno de su majestad puede dejar sin efecto
la constitución,
(constituciones redactadas en Inglaterra aunque
ésta no tiene una
constitución), como lo hicieron en la Islas de Turcos y Caicos con
la
excusa de sacar una administración corrupta del
gobierno local.
Las Islas Vírgenes de EEUU
Comenta el experto en descolonización, Carlyle
Corbin, que tanto en
las dependencias de Reino Unido y de EE.UU en el
Caribe, nunca se ha
emprendido ningún acto legítimo de
autodeterminación, puesto que todas
las iniciativas políticas y constitucionales se
han llevado a cabo
bajo la jurisdicción de las leyes de la
metrópoli, y no bajo el
derecho internacional. Carlyle Corbin,
Colonialismo contemporáneo en
el Caribe, Revista ALAI (abril, 2012).
Ambas metrópolis sostienen que los habitantes de
“sus” territorios han
consentido a la relación de subordinación
política porque celebran
“elecciones libres”. El pecado original de este
“consentimiento” es
que el pueblo ha tenido que someter “su”
constitución para aprobación
por el Congreso de EEUU, como lo fue en el caso
de Puerto Rico, lo
cual es contrario al derecho a libre
determinación. Las Islas Vírgenes
de EEU han pasado por cinco convenciones
constituyentes para aprobar
una constitución, las cuales nunca han sido
refrendadas por el
Congreso de EEUU, y sin que la ONU haya denunciado la
ilegalidad de
dicho comportamiento de la llamada “potencia
administradora”.
Los departamentos de ultramar de Francia y su
uso militar
Robert Sae explica que aunque “Martinica abarca
apenas 1100 km2 y
cuenta con sólo 400.000 habitantes, sin embargo,
es una base esencial
sobre la cual se apoya la política de los
imperialistas europeos en la
región, que utilizan este “Departamento Francés
de América (DFA)” como
un verdadero caballo de Troya para su
intervención.” Martinica es una
base de apoyo para la vigilancia, la
inteligencia y las intervenciones
militares en la región. Al igual que sucedió con
la Isla de
Vieques en
Puerto Rico, junto con Guadalupe, Martinica
sirvió como escala durante
la
Guerra de las Malvinas
y la invasión de Granada y allí Francia y
EE.UU. organizan regularmente maniobras militares
conjuntas.
En 1946 Martinica fue “integrada” a Francia al
convertirse en un
Departamento de Ultramar. Francia proclamó la
“descolonización” del
país y el carácter “doméstico” del territorio.
Sae describe la
realidad de dicha “descolonización”: “supervisión
de todos los actos
administrativos casi únicamente en manos de
oriundos de la
“metrópoli”, economía extrovertida al servicio
de la metrópoli,
despliegue de las fuerzas armadas en los
conflictos sociales, justicia
a dos velocidades, permanencia del racismo,
etc.”
En el plano social y económico los paralelismos
con Puerto Rico son
escalofriantes: un 32% de la población activa
está desempleada (62%
para los menores de 25 años); y un 20% vive por
debajo del umbral de
la pobreza.
Martinica al igual que Puerto Rico ha luchado
por mantener su
identidad propia. Pero distinto a Puerto Rico,
los independentistas
han logrado avances electorales obteniendo
mayoría en el Consejo
Regional de 2006 a 2010. En la
actualidad la mayoría es autonomista.
Este auge de los sectores independentistas y
autonomistas obligó al
gobierno de Francia a celebrar referendos. Sae
denuncia que “todas las
consultas organizadas en el país se llevaron a
cabo en un contexto de
desinformación masiva y de chantaje respecto a
la supresión de las
conquistas sociales. Además, excluyeron a la
tercera parte de la
población de Martinica, emigrada en Francia,
pero dieron el voto a los
franceses de paso en el país, incluidos los
miembros de las Fuerzas
Armadas y de las fuerzas del orden”. El resultado
del referéndum fue
de 68,30% a favor del “Sí” con una participación
de un 35,81% de los
votantes registrados, Sae concluye que “ningún
poder político
significativo se ha concedido a las autoridades
locales. La tutela
sobre Martinica se mantiene intacta, desde todo
punto de vista.”
Robert Sae; Martinica: una apuesta estratégica,
Revista ALAI (abril,
2012)
Guayana francesa
La Guayana Francesa, un país ubicado entre la República Federativa
de
Brasil y la República de Surinam, está habitado por pueblos
indígenas
y poblaciones migrantes, similares a las de
Brasil, Surinam, Guyana,
Venezuela, Bolivia, Perú, Belice.
Newton, Servais, Carpentier y Charlotte nos
describen cómo Francia lo
ha convertido en un corredor militar francés y
europeo. “Con la
llegada de Galileo (el satélite militar),
Francia cuenta con 40.000
hombres, barbouzes (agentes no oficiales),
jubilados en actividad bajo
el comando del Estado Mayor de las Fuerzas
Armadas y los servicios de
inteligencia destacados en Guayana, en capacidad
de intervenir contra
independentistas guayaneses, y los pueblos o
gobiernos solidarios en
lucha contra todas las formas del imperialismo
en el continente. El
Presidente de Francia tiene el poder de decisión
para utilizar esta
arma temible. La colaboración de gestión
neocolonial Francia-EE.UU.
(presencia militar estadounidense en Colombia)
debilita los
movimientos contestatarios en ese país abocados
a la búsqueda de la
paz. Por ejemplo, debido a la disputa entre
Venezuela y EE.UU.,
Francia se encarga de las investigaciones en
suelo venezolano.”
Marie-Claire Newton, Alphonsine Servais, Pierre
Carpentier, Raymond
Charlotte: Guayana en América Latina Revista
ALAI (abril 2012)
El 18 de septiembre de 2009, se remitió una
solicitud dirigida al
Presidente del Comité Especial de
Descolonización de las Naciones
Unidas, para registrar la Guayana Francesa
en la lista de países por
descolonizar. Se desconoce si ha habido
respuesta a la misma. Francia
hará lo mismo que EEUU hace con Puerto Rico:
alegará que es un “asunto
doméstico” sobre el cual la ONU no tiene jurisdicción
porque
intervenir sería atentar contra la soberanía de
Francia.
El 10 y 24 de enero de 2010 se celebraron
referendos con una tasa de
abstención cercana al 72% de los votantes
registrados. El “Sí” a la
creación de una “Colectividad” ganó con un
57,48%, con una
participación del 27,44% de los votantes
registrados.
Países semiautónomos holandeses
En los países semiautónomos holandeses, explica
Corbin, las
disposiciones de la Carta de 1954 del Reino de
los Países Bajos, para
asegurar la “buena gobernanza” en los países
semiautónomos del Caribe,
han dado lugar a una expresión similar, si bien
menos explícita, de
poder unilateral de la metrópoli. En el 2010 se
“desmantelaron” las
Antillas Holandesas, compuestas por cinco islas,
emergiendo dos países
semiautónomos: Curazao y Sint Maarten (isla de
San Martín),
imponiéndose un modelo que desplazó el proceso
presupuestario y otras
competencias funcionales del gobierno electo a
la metrópoli y redujo
aún más el nivel de autogobierno. Las otras tres
islas fueron
convertidas en “entidades públicas” parcialmente
integradas a los
Países Bajos: Saba, San Eustaquio y Bonaire.
Esta “reorganización” de los territorios
holandeses, la reforma
constitucional y el estatuto autonómico que han
obtenido las Antillas
Holandesas y Aruba, tiene la ganancia colateral
para Holanda de tener
el control de 8,300 km. cuadrados de
aguas territoriales, incluyendo
Curazao, Bonaire, San Eustacio y Saba y sus
respectivas zonas de
exclusividad de zona marítima y zona económica,
estableciendo tres
nuevas fronteras de la Unión Europea en el
Caribe, con implicaciones
para la pesca, recursos naturales, la seguridad
y la integración
regional. (Corbin)
Conclusión
Como se desprende del anterior resumen de la
situación política de las
relaciones de las islas del Caribe y Guayana con
sus respectivas
“metrópolis”, los países colonizadores siguen
tomando decisiones a
espalda del derecho internacional, utilizando
los territorios para la
protección de sus intereses económicos a través
del control hegemónico
de la región, e imponiendo “su” orden legal y
visión del mundo con
total impunidad. El despertar de la conciencia
de los pueblos
sometidos al colonialismo, requiere de una tarea
diaria de educación y
denuncia y, sobre todo, de llamar a las cosas
por su nombre.