El próximo jueves
se cumplirá otro aniversario de la Reforma Agraria realizada en Bolivia el año
1953, pero cuyos efectos hasta ahora, 59 años después, no han sido ajustados a
la teoría, porque hasta la tenencia de tierras agrícolas cambió rotundamente
por las dictaduras, que regalaron, o vendieron (dilapidaron, en todo caso)
miles de
hectáreas, principalmente en el oriente boliviano, donde ahora sostienen
cultivos extensivos que han vuelto a concentrar los beneficios de la
explotación de la tierra en pocas manos. Por eso, en el caso especialmente de
Santa Cruz y del Beni, la recordación de la reforma agraria tendrá que estar
orientada, más bien, a temas como el
cultivo extensivo de la soya y los perjuicios que está creando ahí cerca, en el
Brasil.
Porque el modelo de “agro negocio” en el oriente parece calcado del Brasil,
donde nuevamente los cultivadores de soya tienen serios conflictos con la
compañía Monsanto, aunque es poco probable que esos conflictos deriven, como en
el Paraguay, en un golpe de estado como el que terminó con la presidencia de
Lugo.
La soya está ahora ominosamente presente en Brasil, en la Argentina, en el
Paraguay y en Bolivia y cuando se habla de soya es inevitable aludir a Monsanto
esa empresa proveedora de productos para la agricultura, muy conocida por
producir el glifosato, un herbicida, bajo la marca Roundup, indispensable para
el cultivo de la coya
transgénica. A lo largo de su historia, Monsanto ha ido evolucionando en sus
negocios. En sus inicios, en 1901 distribuía sacarina, ese edulcorante sintético
que, como tantos otros derivados petroquímicos, se puede obtener a partir del
gas de petróleo. Pero volvamos a los problemas de Monsanto en el Brasil, donde
la
compañía estadounidense, podría acabar teniendo que pagar 7.500 millones de
dólares a sembradores de soya brasileños que están demandando la compañía por
regalías.
Monsanto, una de las corporaciones más detestadas del mundo, se ha convertido
en los ojos de muchos en el más fácilmente reconocible símbolo del control
corporativo sobre los alimentos y la agricultura. El caso ya está en los
tribunales y todo parece indicar que a esta corporación, tan acostumbrada a
demandar y amedrentar a agricultores,
se le ha volteado la tortilla en Brasil, donde ahora es demandada por los
agricultores.
Claro que tampoco es que nos hagamos muchas ilusiones, porque hace tiempo, Dan
Glickman, secretario de agricultura de Bill Clinton había declarado sobre
asuntos relacionados OGM y sus legislaciones en los EEUU: « Francamente pienso
que deberíamos haber hecho más pruebas, pero las empresas agro-industriales no
quisieron, porque habían hecho enormes inversiones para desarrollar sus
productos. Y, como
responsable del servicio de reglamentación del Ministerio de Agricultura, sufrí
muchas presiones para, digamos, no ser demasiado exigente”.
OGM son los productos genéticamente manipulados, como la soya transgénica que
tiene alborotados a los soyeros brasileros. Dudamos que el alboroto se trasmine
a sus “colegas” bolivianos quienes probablemente estarán preparando festejos
para recordar el aniversario de la reforma agraria en Bolivia. Ese aniversario,
como ya se sabe, será pasado mañana.