MONSANTO Y LA REFORMA AGRARIA BOLIVIANA

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Publicado el 01/08/2012

El próximo jueves se cumplirá otro aniversario de la Reforma Agraria realizada en Bolivia el año 1953, pero cuyos efectos hasta ahora, 59 años después, no han sido ajustados a la teoría, porque hasta la tenencia de tierras agrícolas cambió rotundamente por las dictaduras, que regalaron, o vendieron (dilapidaron, en todo caso) miles de
hectáreas, principalmente en el oriente boliviano, donde ahora sostienen cultivos extensivos que han vuelto a concentrar los beneficios de la explotación de la tierra en pocas manos. Por eso, en el caso especialmente de Santa Cruz y del Beni, la recordación de la reforma agraria tendrá que estar orientada, más bien, a temas como el
cultivo extensivo de la soya y los perjuicios que está creando ahí cerca, en el Brasil.


Porque el modelo de “agro negocio” en el oriente parece calcado del Brasil, donde nuevamente los cultivadores de soya tienen serios conflictos con la compañía Monsanto, aunque es poco probable que esos conflictos deriven, como en el Paraguay, en un golpe de estado como el que terminó con la presidencia de Lugo.


La soya está ahora ominosamente presente en Brasil, en la Argentina, en el Paraguay y en Bolivia y cuando se habla de soya es inevitable aludir a Monsanto esa empresa proveedora de productos para la agricultura, muy conocida por producir el glifosato, un herbicida, bajo la marca Roundup, indispensable para el cultivo de la coya
transgénica. A lo largo de su historia, Monsanto ha ido evolucionando en sus
negocios. En sus inicios, en 1901 distribuía sacarina, ese edulcorante sintético que, como tantos otros derivados petroquímicos, se puede obtener a partir del gas de petróleo. Pero volvamos a los problemas de Monsanto en el Brasil, donde la
compañía estadounidense, podría acabar teniendo que pagar 7.500 millones de dólares a sembradores de soya brasileños que están demandando la compañía por regalías.
Monsanto, una de las corporaciones más detestadas del mundo, se ha convertido en los ojos de muchos en el más fácilmente reconocible símbolo del control corporativo sobre los alimentos y la agricultura. El caso ya está en los tribunales y todo parece indicar que a esta corporación, tan acostumbrada a demandar y amedrentar a agricultores,
se le ha volteado la tortilla en Brasil, donde ahora es demandada por los agricultores.
Claro que tampoco es que nos hagamos muchas ilusiones, porque hace tiempo, Dan Glickman, secretario de agricultura de Bill Clinton había declarado sobre asuntos relacionados OGM y sus legislaciones en los EEUU: « Francamente pienso que deberíamos haber hecho más pruebas, pero las empresas agro-industriales no quisieron, porque habían hecho enormes inversiones para desarrollar sus productos. Y, como
responsable del servicio de reglamentación del Ministerio de Agricultura, sufrí muchas presiones para, digamos, no ser demasiado exigente”.


OGM son los productos genéticamente manipulados, como la soya transgénica que tiene alborotados a los soyeros brasileros. Dudamos que el alboroto se trasmine a sus “colegas” bolivianos quienes probablemente estarán preparando festejos para recordar el aniversario de la reforma agraria en Bolivia. Ese aniversario, como ya se sabe, será pasado mañana.