APLASTANDO A HAITI, AHORA IGUAL QUE SIEMPRE

Por:
Patrick Cockburn

Publicado el 01/02/2010

El esfuerzo de ayuda para Haití emprendido por los USA está empezando a parecerse peligrosamente a la criminalmente lenta y desorganizada ayuda del gobierno usamericano a la ciudad de Nueva Orleans cuando fue devastada por el huracán Katrina en 2005. Hace cuatro años el presidente Bush se hizo célebre por el mutismo y desapego que mantuvo cuando se rompieron los diques en Louisiana. A manera de contraste, pocas horas después del terremoto de Haití el presidente Obama prometió hacer todo lo posible para ayudar a los supervivientes del desastre. La retórica de Washington ha sido muy diferente en el caso de esas dos catástrofes, pero el resultado puede ser el mismo. En ambos casos, muy poca ayuda llegó en el momento en que más se necesitaba y, en el caso de Puerto Príncipe, cuando las personas atrapadas bajo los edificios derrumbados todavía estaban vivas. Cuando lleguen los equipos de rescate extranjeros con equipo pesado ya será demasiado tarde. No es de extrañar que haitianos enfurecidos estén levantando barricadas con rocas y cadáveres.
En Nueva Orleans y Puerto Príncipe existe idéntico terror oficial al saqueo por parte de la población local, por lo que la primera ayuda en llegar ha sido la de tropas armadas. Actualmente hay 3.500 soldados, 2.200 marines y 300 sanitarios rumbo a Haití.
Por supuesto que habrá saqueos porque, con las tiendas cerradas o aplanadas por el terremoto, esa es la única manera que tiene la gente para conseguir alimentos y agua. Haití es uno de los países más pobres del mundo. Yo estaba en Puerto Príncipe en 1994, la última vez que las tropas de USA desembarcaron allí, cuando la población local destrozó sistemáticamente las comisarías de policía, llevándose la madera, las cañerías e incluso extrayendo los clavos de las paredes. En la comisaría de policía en la que me encontraba resonaron de pronto gritos de alarma de la gente que estaba saqueando la planta superior porque descubrieron que no podían volver a bajar: habían cortado y robado entera la escalera de madera.
Siempre me han gustado los haitianos por su coraje, su resistencia, su dignidad y originalidad. A menudo se las arreglan para evitar la desesperación frente a los desastres más devastadores o frente a la falta de toda perspectiva de que su vida vaya a mejorar. Su cultura, en particular su pintura y su música, son de las más interesantes y vibrantes del mundo.
Es triste escuchar a los periodistas que se han abalanzado a Haití tras el terremoto dar unas explicaciones tan mistificadoras e incluso racistas sobre la razón por la que los haitianos son tan pobres, viven en aldeas de chabolas con servicios sanitarios mínimos, escaso abastecimiento eléctrico, insuficiente agua potable y carreteras que son como lechos de ríos.
Tal cosa no sucedió por accidente. En el siglo XIX fue como si las potencias coloniales jamás perdonaran a los haitianos haber organizado una exitosa rebelión de esclavos contra los franceses propietarios de las plantaciones. Los marines usamericanos ocuparon el país desde 1915 hasta 1934. Entre 1957 y 1986 los USA apoyaron a Papa Doc y a Baby Doc, y temieron que pudieran ser sustituidos por un régimen favorable a la vecina Cuba revolucionaria.
El Presidente Jean-Bertrand Aristide, un carismático sacerdote populista, fue derrocado en 1991 por un golpe militar y restaurado en 1994 con la ayuda de USA. Pero los estadounidenses siempre recelaron de cualquier signo de radicalismo de este vocero de los pobres y los marginados y lo mantuvieron atado en corto. Tolerado por el Presidente Clinton, Aristide fue tratado como un paria por la administración Bush, que lo hostigó sistemáticamente a lo largo de tres años que culminaron con una rebelión exitosa en 2004 dirigida por gángsters locales que actuaban en nombre de una elite haitiana cleptocrática apoyada por los miembros del ala derecha de la Partido Republicano en USA.
Tantas críticas al presidente Bush se han centrado en sus guerras en Afganistán e Irak que nunca sus acciones igualmente culpables en Haití suscitaron condenas. Pero si Haití es hoy un Estado fallido gobernado en parte por la ONU -en la medida en que está gobernado por alguien-, las acciones estadounidenses de los últimos años tienen mucho que ver con ello.
Los haitianos están pagando ahora el precio de esta débil y corrupta estructura de gobierno porque no hay nadie para coordinar los esfuerzos más elementales de auxilio y rescate. Su debilidad se ve agravada porque la ayuda se ha canalizado a través de ONG extranjeras. Una justificación es que de esa forma es probable que se robe menos dinero, aunque ello no garantice que gran parte de ese dinero llegará a los pobres de Haití. Un chiste amargo de Haití dice que cuando un ministro de Haití se lleva el 15% del dinero de la ayuda se llama "corrupción", y cuando una ONG o una agencia de ayuda se lleva el 50% se llama "gastos generales".
Muchos de los programas gubernamentales de ayuda y de las ONG más pequeñas están dirigidos por personas capaces, enérgicas y desinteresadas, pero otros, a menudo los más grandes, son poco más que tinglados altamente rentables para quienes los dirigen. En Kabul y Bagdad es sorprendente lo poco que han conseguido los costosos esfuerzos de las agencias de ayuda de USA. "El despilfarro de la ayuda está por las nubes", dijo un ex director del Banco Mundial en Afganistán. "Se está produciendo un saqueo en toda regla, en su mayoría por parte de empresas privadas. Es un escándalo". Consultores extranjeros en Kabul cobran frecuentemente entre 250.000 y 500.000 dólares al año en un país donde el 43% de la población sobrevive con menos de un dólar diario.
Todo esto no augura nada bueno para los haitianos que esperan ayuda a corto plazo o una vida mejor a largo plazo. La única manera de que esto realmente suceda es consiguiendo que los haitianos tengan un Estado legítimo que funcione y satisfaga las necesidades de su pueblo. El ejército usamericano, la burocracia de la ONU o las ONG extranjeras nunca van a hacer eso ni en Haití ni en ningún otro lugar.
No hay nada de nuevo en esto. Los estadounidenses se preguntan con frecuencia por qué su ocupación de Alemania y Japón en 1945 tuvo tanto éxito mientras que medio siglo después, en Iraq y Afganistán, ha sido tan desastrosa. La respuesta es que no fueron los USA sino las eficiente maquinaria de los Estados alemán y japonés las que recompusieron sus países. Allí donde esa máquina era débil, como en Italia, la ocupación de los USA se apoyó, con resultados desastrosos, en las elites locales corruptas e incompetentes, como están sucediendo ahora en día en Iraq, Afganistán y Haití.


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LA TRAGEDIA DE HAITI MAS ALLA DE LOS FENOMENOS NATURALES

 

                                                                                        Paco Azanza Telletxiki
 
Una vez más un desastre natural se ha cebado con uno de los países más pobres del planeta, y, como consecuencia del mismo, también una vez más asistimos a la hipocresía y cinismo de los países que, por su imperialista actuación permanente en buena parte del mundo –incluido en Haití-, tienen responsabilidad infinita en la calamitosa situación de gran parte de los pobladores de nuestra maltrecha Tierra. Haití es el país más pobre de América, lo que no es ninguna bobería, y, según el listado del índice de Desarrollo Humano de la ONU, ocupa el puesto 155 de entre 177 países valorados.
Mucho se habla estos días de la “ayuda humanitaria” ofrecida por los gobiernos del Primer Mundo, como si el Tercer Mundo no fuera precisamente la nefasta consecuencia de la lujosa existencia del primero. Los actuales pobladores primermundistas –los gobernantes y sus gobernados- deberían ser menos soberbios, más humildes y comedidos. No se vayan a pensar que el nivel de vida que hoy en día poseen en sus respectivos “edenes” se debe a que son más inteligentes que los habitantes de los países subdesarrollados. A estas alturas no es conveniente ni saludable confundir la inteligencia con la rapiña.
Sería bueno recordar que, fundamentalmente, las balanzas se desequilibran porque se quita de un lado para ponerlo en el otro. Y para llevar a cabo tan despiadado y egoísta proceso, más que la inteligencia, lo que históricamente siempre se ha utilizado ha sido la fuerza. Citaré un solo ejemplo de los muchísimos que existen: Los 16 millones de kilos de plata que en poco más de siglo y medio fueron extraídos del Cerro Rico de Potosí –en la actual Bolivia- y llevados a España, consolidaron el capitalismo europeo y aniquilaron a ocho millones de explotados indígenas. Hipotecada como estaba la Corona, buena parte de esa plata, así como de los 185.000 kilos de oro que entre 1503 y 1660 igualmente llegaron al puerto de Sevilla, pasaron rápidamente a manos de los acreedores del reino. De esta manera la prosperidad de Madrid, Londres, Alemania, Suiza, Amsterdam, París… se vio grandemente beneficiada.
Hoy, en mayor o menor medida y sin necesidad de mantener a sus colonias tradicionales, los países ricos siguen saqueando a los países empobrecidos, y además lo hacen de manera más eficaz para la consecución de sus perversos intereses.
En una de sus innumerables denuncias, el compañero Fidel se expresó de esta ilustrativa manera: “Los países desarrollados y sus sociedades de consumo, responsables en la actualidad de la destrucción acelerada y casi indetenible del medio ambiente, han sido los grandes beneficiados de la conquista y la colonización, de la esclavización, la explotación despiadada y el exterminio de cientos de millones de hijos de los pueblos que hoy constituyen el Tercer Mundo, del orden económico impuesto a la humanidad tras dos monstruosas y destructivas guerras por el reparto del mundo y sus mercados, de los privilegios concedidos a Estados Unidos y sus aliados en Bretton Woods, del FMI y las instituciones financieras internacionales creadas exclusivamente por ellos y para ellos.
Ese mundo rico y derrochador posee los recursos técnicos y financieros para saldar su deuda con la humanidad...”
Pero no lo hacen. Ni siquiera son capaces de cumplir con el mísero 0,7% del Producto Interno Bruto prometido como ayuda al desarrollo de los países pobres. No tengo a mano datos más recientes, pero, casi con total seguridad, los actuales no deben de andar muy lejos de los de hace cuatro años. En 2006 sólo cinco países abonaron el citado 0,7%: Suecia -0,92-; Luxemburgo -0,87-; Noruega -0,83-; Holanda -0,82- y Dinamarca -0,81-; aportaciones insuficientes, sin embargo, puesto que desde el lejanísimo1972 –año en que los gobiernos primermundistas adquirieron el compromiso de entregar el 0,7% de sus PIB- a esta parte, la brecha económica entre los países ricos y pobres ha ido en rápido aumento.
A los países pobres, lejos de devolverles de alguna manera lo que les pertenece, se les exige descaradamente el pago de la deuda externa -contraída de manera inconstitucional o ilegal la mayoría de las veces- por parte de los países enriquecidos a su costa. Estos despiadados cobros se pagan a base de reducir gastos en la educación, la salud, en el desarrollo económico… y es, en parte, la causa de que, para vergüenza de la humanidad, el hambre afecte a tantas personas en todo el mundo.
Con esta nefasta certeza, quizá habría que tener más en cuenta las palabras de Luis Britto García cuando dice que “todo deudor puede sobrevivir al colapso de un organismo financiero; ningún organismo financiero sobrevive al incumplimiento de todos sus deudores. La deuda debe ser manejada como instrumento de poder”. 
Ofrecer una migaja al hambriento cuando se tiene infinidad de panes, no creo, sinceramente, que sea un gesto digno de admiración; y mucho menos todavía si tenemos en cuenta que esos panes fueron conseguidos usurpando el agua, la harina, y la levadura al famélico e indefenso despojado.
“Cuando repartimos lo nuestro con los que padecen necesidad –escribió Gregorio Magno en el siglo VI-, no les damos lo que nos pertenece, sino lo que les pertenece. No es una acción compasiva, sino el pago de una deuda”.
Solidaridad es ofrecer –y dar- sobre todo cuando se tiene que hacer un verdadero esfuerzo para ello. Y de eso, justo es el reconocerlo, Cuba sabe bastante.
Los gobernantes primermundistas se esfuerzan más bien en que se sepa, si es buena, la posición que ocupan en la lista de los países que más ayuda ofrecen cuando acontece una catástrofe natural, por ejemplo, en algún país tercermundista –lo estamos viendo estos días tras el devastador terremoto de Haití-. Los reaccionarios medios de comunicación –controlados por ellos- se encargan de difundir hasta la saciedad la hipócrita información con lista incluida. Lo que no informa estos medios –una vez eclipsado el “período solidario” por otras noticias- es que muchos de esos gobiernos nunca acaban entregando la ayuda prometida, puesto que la mayoría de las veces y en el mejor de los casos rebajan la cuantía económica considerablemente.
Además, las “ayudas” del primer mundo casi siempre se ofrecen condicionadas; existen infinidad de ejemplos de estas prácticas tan miserables. En 2003, en tiempos en que el “Führercito” Aznar gobernó en el Estado español y “revolvió” a Europa contra Cuba revolucionaria, en un gesto de dignidad el gobierno cubano renunció a la “ayuda humanitaria” que la Unión Europea y sus gobiernos ofrecía, porque a cambio éstos exigían a Cuba condicionamientos políticos, y “la soberanía de un pueblo no se discute con nadie”. Aquellas “ayudas”, muy mermadas en los años precedentes -en 2002 sólo fueron 0,6 millones de dólares, a pesar de que entre noviembre de 2001 y octubre de 2002 Cuba sufrió la pérdida económica de 2.500 millones de dólares como consecuencia del impacto de tres huracanes-, llegaban –cuando llegaban- más mermadas todavía, ya que la Comisión Europea y los países miembros restaban de la exigua cifra los llamados costos indirectos; entiéndase: pasajes en sus propias líneas aéreas, hospedajes, salarios y lujos a niveles de primer mundo… Gastos que, sin embargo, eran computados como parte de su “generosidad”.
El 26 de Julio de 2003, a través del discurso pronunciado en Santiago de Cuba en el por aquel entonces 50 aniversario del asalto a los cuarteles Moncada de la citada ciudad y Carlos Manuel de Céspedes de Bayamo, Fidel recordó muy acertadamente que “los pagos de Cuba a los países de la Unión Europea por concepto de importaciones de mercancías en los cinco últimos años alcanzaron 7.500 millones de dólares, un promedio de 1.500 millones anuales. En cambio, esos países sólo adquieren productos de Cuba por un valor promedio, en los últimos cinco años, de 571 millones anuales. ¿Quién realmente está ayudando a quién?”
Buen ejemplo, sin duda, del cinismo que los gobernantes primermundistas rebosan a raudales. Las ayudas-migajas que hoy en día los “verdugos” ofrecen a sus “víctimas” son tan ridículas y miserables que sólo sirven para parchear la deteriorada imagen que los primeros poseen, y, si la tuviesen, diría que quizá también para tranquilizar a sus angustiadas conciencias.
La prensa reaccionaria está vendiendo estos días el liderazgo del gobierno de los Estados Unidos en la “ayuda humanitaria” que numerosos países del mundo están ofreciendo al hermano pueblo haitiano; cómo si no recordáramos su nefasta e inhumana actuación en su propio territorio y para con sus gobernados tras el paso del Katrina, que fueron vilmente abandonados. Además, ¿ayudar con 10.000 soldados? ¿Por qué en vez de individuos armados no envía personal más necesario, como son los constructores y médicos? De Cuba, que lleva más de diez años ejerciendo de manera desinteresada misiones internacionalistas en la patria de Toussaint-Louverture y Dessalines, y que además, tras el terremoto, sus médicos fueron los primeros en asistir a los damnificados, apenas dice nada.
Obama, un agente del gran capital malamente disfrazado de humanista, ha anunciado la creación del Fondo Clinton-Bush para coordinar el envío de las ayudas que hagan corporaciones e individuos. Y para ello, los citados medios han difundido hasta la saciedad una imagen de lo más patética e insultante: Obama compareciendo junto a los dos ex presidentes: Bush y Clinton. Como si no supiéramos que, durante sus mandatos, el primero de ellos fue un genocida y mentiroso extorsionador de los pueblos del Tercer Mundo; y el segundo, con idénticas credenciales, el máximo responsable de la invasión, en septiembre de 1994, con más de 20.000 de sus soldados, de la propia Haití; y no precisamente para entregar caramelos dulces a sus pobladores ni ayuda humanitaria.
Como en otros muchos países del mundo, en la década de los 90 los “ajustes estructurales” impuestos por el FMI –una de las herramientas más dañinas y eficaces del imperio- provocaron resultados calamitosos en la población haitiana; se redujeron, por ejemplo, las tarifas a la importación de alimentos básicos, tales como el arroz, lo que contribuyó de manera absoluta al hundimiento del sector económico más importante del país: la agricultura.
Haití, que consiguió su independencia de Francia en 1804, no ha sido prácticamente dueña de su destino en ningún momento de su historia escrita. Ya en el lejano 1492 fue “descubierta” por Cristóbal Colón, y, en 1697, mediante el Tratado Ryswick, pasó a manos de Francia. Fue en el citado 1804 cuando, tras el largo proceso emancipador protagonizado por François Dominique Toussaint-Louverture, primero, y finalmente por Jean Jacques Dessalines, culminó en la independencia. Pero pronto fue impuesto un cruento bloqueo económico, político y militar contra toda la población, en un intento desesperado de los franceses –junto a la participación de Inglaterra y la connivencia de los Estados Unidos- de reconquistar –con éxito- y restablecer la esclavitud en el territorio haitiano. Los yanquis invadieron Haití por primera vez en 1915, y ejercieron su control absoluto hasta 1934.
Con ayuda militar y financiera de los Estados Unidos se sucedieron varios y sanguinarios dictadores que favorecieron a los intereses del imperio: en 1957 fue elegido François Duvalier –con más de 60.000 asesinados a sus espaldas-; en 1971 le sucedió su hijo…, y unos cuantos más. Curiosamente, en la actualidad, Jean Claude Duvalier vive muy cómodamente en Francia, y, gracias al dinero recibido por parte de los Estados Unidos para poner fin a su dictadura, Raoul Cedras es un destacado y respetado hombre de negocios.
El 25 de febrero de 2004, soldados yanquis en contubernio con el ejército francés secuestraron al presidente Jean-Bertrand Aristide para sacarlo del país –actualmente reside en Suráfrica-. Estados Unidos y Francia dijeron que el presidente legítimo había renunciado al cargo para evitar un derramamiento de sangre, lo que fue desmentido categóricamente por el propio Aristide. En la actualidad, quien preside la miseria generada por tantos siglos de atropellos imperialistas es René Préval.
El corazón de Haití ya latía muy débilmente, pues, antes del terremoto y, obviamente, necesita ayuda urgente y sincera. Pero ¿debemos creer que van a ayudarle sus históricos verdugos a cambio de nada? La cínica y cruel política de los imperios siempre ha sido la misma: primero saquean a los pueblos causándoles enormes heridas, y luego, cuando por éstas se desangran, aplican ridículas tiritas sobre las mismas. Aplicación que, por supuesto, no sirve para detener la hemorragia.
El FMI –brazo monetario del imperio- ya ha anunciado su “ayuda”; dicen que ha ofrecido un crédito, luego no han regalado nada. Este dinero no repercutirá de manera positiva en el bienestar de los haitianos y, sin embargo, servirá para que Haití se endeude un poco más, si cabe, porque lo más probable es que sea destinado a la reconstrucción de ciertas infraestructuras que, cómo no, serán realizadas por empresas yanquis y de otros países imperialistas.
Se mire por donde se mire y al margen de los adversos fenómenos naturales, para erradicar la pobreza sólo existe un camino: La erradicación de la riqueza privada socializándola, o lo que es lo mismo, sustituyendo el sistema capitalista por el socialista. Mientras los actuales ricos del mundo no acepten la evidencia o sean finalmente vencidos –como grandes beneficiarios del actual sistema, difícilmente van a renunciar voluntariamente a sus privilegios-, la pobreza seguirá golpeando contundentemente a la mayor parte de la población mundial que, como se sabe, lejos de ser reducida, sigue en vertiginoso aumento.
http://baragua.wordpress.com

 

A Haití la respetan
                                                                                             El Pais Tarija
Vamos con orden y desde el comienzo:
Si no fuera por Haití, que en 1.815 ya era un país independiente, liberado de las monarquías europeas, si no fuera por ese Haití, al cual todavía se atreven a mirarlo por encima del hombro, si no hubiera sido por Haití, las repúblicas bolivarianas probablemente no existirían.
Fue en ese Haití independiente por su espíritu revolucionario y abolicionista, donde Simón Bolívar encontró el apoyo moral y material que necesitaba para su segunda campaña libertadora, puesto que en la primera había sufrido derrotas, traiciones, intrigas y divisiones, o sea lo mismo que todavía se sufre en estas tierras, desde Caracas, Bogotá, Lima o la antigua Charcas.
Agobiado por esa incomprensión a sus ideales de crear una Patria Grande en este continente colonizado, salió de Jamaica y se refugió en Haití.  Allí, el general Alexandre Petíon, presidente de ese país, le dio barcos, vituallas, y sobre todo ánimos para continuar la lucha. No fueron palmaditas en la espalda, ni conmiseración ni ropitas usadas. Fue ayuda efectiva.
¿Y qué pidió Petíon a cambio de ese apoyo a Simón Bolívar? Solamente que cuando pisara tierra continental para reiniciar su campaña liberadora, proclamara, también, que su lucha estaba destinada a abolir la esclavitud. Por supuesto, Bolívar así lo hizo, aunque hasta ahora la esclavitud no haya logrado ser abolida sino solamente disfrazada.
Las “Repúblicas Bolivarianas” le deben a Haití, entonces, su existencia misma.
¿Y qué han hecho las Repúblicas Bolivarianas para pagar semejante deuda con la explotada, humillada, invadida, ocupada y destrozada Haití?
Álvaro García Linera, vicepresidente de esto que ya no es república bolivariana sino Estado Plurinacional, tuvo un comportamiento encomiable cuando estuvo allá, llevando ayuda tangible para los haitianos: Criticó –García Linera- la presencia de tropas estadounidenses en Haití, que la están ocupando con objetivos geopolíticos y no humanitarios.
Bien por García Linera.
Pero es un acto aislado. ¿Y las Repúblicas bolivarianas? ¿Y ALBA? ¿Y UNASUR? ¿Y el Banco del Sur? (A la agónica OEA mejor ni la mencionemos). Su inacción orgánica, en bloque, frente al desastre natural, constituye un abandono real. Esta flagrante omisión entregó a Haití a las fauces de la geopolítica norteamericana. La crítica, acertada, de García Linera no tiene correlato con el abandono de los "bolivarianos".
Haití en este preciso momento, con urgencia, necesita acciones concretas, estructurales, eficientes, tanto como la ayuda humanitaria y más que la retórica caritativa.
El inefable canal de noticias CNN se ha empeñado en cuestionar qué hizo Haití con la "ayuda económica" recibida a lo largo de los pasados años. Olvidó preguntar por qué se impuso hace casi doscientos años una "deuda" para reponer gastos de guerra, como castigo a sus esfuerzos liberadores. "La "ayuda" sirvió para pagar ignominiosa deuda y para corromper a los gobernantes que firmaban esos cheques de pago, a costa de la miseria de su pueblo y con la complicidad de los acreedores. Esa es la causa fundamental del retraso al que se sometió a Haití: ocupación, muerte e imposición de deuda externa impagable. Y vino de Europa y de Norteamérica.
La desgracia de Haití, más que el terremoto que destruyó físicamente su territorio, está en la indolencia nuestra, en la ingratitud de los países latinoamericanos, que hemos tolerado que a ese valiente pueblo que supo liberarse mucho antes que nosotros (que aún estamos en eso) lo ocupen, lo humillen  y lo exterminen con cualquier pretexto.
La de Haití es una desgracia histórica que pesa sobre nuestras conciencias de latinoamericanos. Eso no lo vamos a tapar con eufemismos. Es preferible que duela, porque a ver si eso nos hace actuar.
Haití es un país y el haitiano es un pueblo que, primero, antes que cualquier otra cosa, merecen respeto.
Por ahí se debe comenzar.
 DESTACADO 
La de Haití es una desgracia histórica que pesa sobre nuestras conciencias de latinoamericanos. Eso no lo vamos a tapar con eufemismos. Es preferible que duela, porque a ver si eso nos hace actuar

 

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EL TERREMOTO DE HAITI Y EL IMPERIALISMO
 
                                                                                     Marco A. Gandásegui, hijo
                                                                                    ALAI AMLATINA
 El terremoto que sacudió a Haití y, en
particular, su ciudad capital, Puerto Príncipe, causó decenas de miles
de muertes y muchas interrogantes. Después de una semana de los trágicos
movimientos sísmicos, aún no se conoce la cifra exacta de los
damnificados y tampoco se ha podido establecer un mecanismo para darle
sepultura decente a los muertos o iniciar la reconstrucción.
 
Hay varios elementos que deben ser tomados en cuenta para entender lo
que pasa en Haití. En primer lugar, el país isleño fue ocupado
militarmente por EEUU hace diez años. El presidente Bush decidió poner
fin a la democracia en ese país exiliando a su presidente, Jean Bertrand
Aristide, a Africa del Sur. EEUU le pasó el mandato de la ocupación
militar a Brasil y contingentes armados de otros países de América
latina. En este período de ocupación militar, Haití ha sido sometido al
saqueo de sus riquezas y a la represión de su población.
 
La primera vez que EEUU ocupó a Haití fue en 1915. La presencia
norteamericana duró 19 años, período en el cual subordinó las finanzas
del país a la banca de Nueva York, la convirtió en una fábrica de azúcar
y se aseguró que su población siguiera en la pobreza extrema. Décadas
después, en el marco de la histeria del “anticomunismo”, EEUU instauró
la dictadura de François Duvalier, “Papa Doc” que se extendió por más de
treinta años (incluyendo el período de Jean-Claude Duvalier, “Baby Doc”).
 
Las relaciones comerciales entre EEUU y Haití se remontan a fines del
siglo XVIII cuando Haití todavía era una colonia de Francia. Después de
su independencia, producto de una insurrección de los esclavos en 1804,
el presidente de EEUU, Tomás Jefferson “advirtió que (la libertad de los
esclavos en) Haití era un mal ejemplo”. Diría que había que “confinar la
peste en esa isla”. Sólo después que EEUU aboliera la esclavitud en su
propio país el gobierno reconoció a Haití.
 
Un vocero evangélico, precandidato a la Presidencia de EEUU del Partido
Republicano, Pat Robertson, culpó a los haitianos de la tragedia
alegando que ese pueblo tenía un pacto con el diablo desde su
independencia de Francia. En la línea racista que caracteriza a sectores
muy importantes de ese país, agregó que los haitianos le dijeron al
diablo que “te serviremos si nos liberas de los franceses”, Según
Robertson, “el demonio les dijo OK, trato hecho”.
 
El presidente de EEUU, Barack Obama, por su lado, anunció “una partida
inmediata de cien millones de dólares para respaldar nuestros esfuerzos
de ayuda en los primeros días de esta crisis”. Pero antes del envío,
ordenó el desplazamiento de 8 mil infantes de marina – con un
portaviones, helicópteros y armas - para apoyar a las fuerzas armadas de
Brasil diseminadas por el terremoto.
 
Obama también anunció que solicitó a los ex presidentes Bush y Clinton
que coordinaran la iniciativa de Washington de ayuda a Haití. Durante su
primer mandato, Bush recortó la ayuda que se necesitaba con urgencia en
Haití y respaldó el derrocamiento del presidente Aristide. El presidente
Bush (padre), apoyó el primer golpe de Estado contra Aristide en 1991.
Mientras tanto, Clinton respaldó la restitución de Aristide, pero a
condición de que éste aceptara duras medidas neoliberales.
 
La interpretación del fundamentalista de la Iglesia evangélica, Pat
Robertson, no se aleja mucho de la realidad. Sin embargo, hay que
aclarar el significado de los supuestos y de las metáforas del líder
republicano norteamericano. Si se entiende el “diablo” como las fuerzas
sociales y económicas que se formaban de manera embrionaria a principios
del siglo XIX, el exabrupto de Robertson tiene algo de sentido. La
industrialización capitalista de Europa occidental estaba cambiando la
faz del “Viejo mundo” y recreando una “nueva periferia” en América y
posteriormente en Africa y Asia.
 
Haití se independizó de Francia, con apoyo táctico de Londres, Madrid, y
Washington, que se perfilaban como competidores del colonialismo
francés. En el transcurso del siglo XIX estos países – mas Alemania y
Japón, posteriormente - se convirtieron en potencias imperialistas que
se disputaban mercados y territorios desde un extremo del planeta al
otro. A principios del siglo XIX, la gesta separatista de Haití quedó
subordinada a los diseños de quienes se presentaban como aliados de los
haitianos en contra del colonialismo francés (en esos momentos
encabezado por Napoleón Bonaparte). Cuando Robertson dice que los
revolucionarios haitianos cometieron el error de pedirle ayuda al
“diablo”, no sabe o ignora que el diablo es un eufemismo para referirse
a esas futuras potencias imperialistas.
 
Los separatistas de la América hispana tuvieron una experiencia similar.
Poco después de independencia, los países de la región quedaron
endeudados con la banca inglesa. A fines del siglo XIX intervino EEUU
que desplazó a la banca de Londres convirtiendo a la región en lo que
sus mandatarios suelen llamar el “patio trasero”.
 
En Haití hay fuerzas políticas capaces de dirigir un proceso de
reconstrucción. Hay que darles toda nuestra solidaridad, un esfuerzo
continental. A su vez, EEUU tiene que retirar las fuerzas militares de
ocupación (de nacionalidad brasileña y otras) y poner fin a su política
de discriminación inaugurada por Jefferson a principios del siglo XIX.
Desde Buenos Aires, CLACSO anunció que estaba creando un Fondo Gerard
Pierre-Charles para apoyar la reconstrucción. Hay que seguir este
ejemplo y dejar a un lado las políticas militaristas.
 
- Marco A. Gandásegui, hijo, es docente de la Universidad de Panamá e
investigador asociado del Centro de Estudios Latinoamericanos (CELA)
Justo Arosemena. http://marcoagandasegui.blogspot.com
 


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¿DONACIONES PARA PAGAR UNA DEUDA OCIOSA?

 

 

Eric Toussaint - Sophie Perchellet
Rebelión

 

 

Una de las mayores operaciones de ayuda de la historia podría resultar muy similar a la realizada después del tsunami de 2004, salvo que el modelo de reconstrucción adoptado sea radicalmente diferente. Haití ha quedado en parte destruido a consecuencia de un violento terremoto de magnitud 7. Todo el mundo gimotea y los medios de comunicación, ofreciéndonos imágenes apocalípticas, repiten los anuncios de ayuda financiera que los generosos Estados aportarán. Escuchamos que hay que reconstruir Haití, ese país abatido por la pobreza y «el infortunio». Los comentarios no van más allá del terrible cataclismo. Nos recuerdan precipitadamente que es uno de los países más pobres del planeta pero sin explicar las causas de esa pobreza. Nos dejan creer que esa pobreza se abatió sobre Haití porque sí, que es un hecho irremediable: «Es la desgracia que los golpea.»

Es indiscutible que esta nueva catástrofe natural ha causado daños materiales y humanos tan enormes como imprevistos. Una ayuda de urgencia es por lo tanto necesaria y todo el mundo está de acuerdo en eso. Sin embargo, la pobreza y la miseria de Haití no provienen de ese terrible temblor de tierra. Es necesario reconstruir el país porque éste ya había sido despojado de los medios para construirse. Haití no es un país libre, ni siquiera soberano. Durante los últimos años, la política interior es realizada por un gobierno que está constantemente bajo la presión de las órdenes que llegan del exterior y de las maniobras de los grupos de poder locales.

Haití ha sido tradicionalmente denigrado y a menudo descrito como un país violento, pobre y represivo en el mejor de los casos. Casi no hay comentarios que nos recuerden la independencia conquistada en 1804 tras una cruenta lucha contra las tropas francesas de Napoleón. En vez de subrayar la gestión humanitaria y el combate por los Derechos Humanos, serán el salvajismo y la violencia las características asignadas a los haitianos. Eduardo Galeano habla de la «maldición blanca»: «En la frontera donde termina la República Dominicana y empieza Haití, hay un gran cartel que advierte: El mal paso. Al otro lado está el infierno negro. Sangre y hambre, miseria, pestes» [2]

Es indispensable recordar la lucha de emancipación llevada a cabo por el pueblo haitiano, porque en represalia a esa doble revolución, a la vez antiesclavista y anticolonial, el país heredó «el rescate francés de la independencia», correspondiente a 150 millones de francos oro (o sea, el presupuesto anual de Francia en esa época). En 1825, Francia decidió que «los habitantes actuales de la parte francesa de Santo Domingo pagaran a la caja federal de depósitos y consignas de Francia, en cinco plazos iguales, año a año, el primero expirando el 31 de diciembre de 1825, la suma de ciento cincuenta millones de francos, destinada a indemnizar a los antiguos colonos que reclamaron una indemnización» [3]. Esto equivaldría a cerca de 21.000 millones de dólares actuales. Desde el comienzo, Haití tiene que pagar un alto precio, la deuda sería el instrumento neocolonial para facilitar el acceso a los múltiples recursos naturales de este país.

El pago de este rescate fue por lo tanto un elemento fundador del Estado haitiano. En términos jurídicos, esto significa que fue contraído por un régimen despótico y utilizado contra el interés de la población. Francia y después Estados Unidos, cuya zona de influencia se va ampliando en Haití desde 1915, son totalmente responsables. Mientras que habría sido posible enfrentarse a las dolorosas responsabilidades del pasado en 2004, la comisión Régis Debray [4] prefirió descartar la idea de una restitución de esta suma, con el pretexto de que no tenía «fundamento jurídico» y que eso podría abrir la «caja de Pandora». Las demandas del gobierno haitiano vigente fueron rechazadas por Francia: no ha lugar a reparaciones. Francia no reconoció tampoco su papel en el ignominioso regalo que hizo al dictador «Baby Doc» Duvalier en su exilio, ofreciéndole el estatuto de refugiado político y la inmunidad.

El reino de los Duvalier comenzó con la ayuda de Estados Unidos en 1957 y duró hasta 1986, fecha en que el hijo, «Baby Doc», fue derrocado por una rebelión popular. La violenta dictadura, ampliamente respaldada por los países occidentales, reinó durante cerca de 30 años. Estuvo marcada por un crecimiento exponencial de la deuda. Entre 1957 y 1986, la deuda externa se multiplicó por 17,5. En el momento de la fuga de Duvalier, representaba 750 millones de dólares. Posteriormente aumentó, con los intereses y penalidades ,a más de 1.884 millones de dólares [5]. Esta deuda, lejos de servir a la población, que siguió empobreciéndose, estaba destinada a enriquecer al régimen. Por lo tanto es una deuda odiosa. Una investigación reciente demostró que la fortuna personal de la familia Duvalier (bien resguardada en cuentas de bancos occidentales) representaba unos 900 millones de dólares, o sea, una suma mayor que la deuda total del país en el momento de la fuga de «Baby Doc». Existe un proceso en curso ante la justicia suiza para la restitución al Estado haitiano de haberes y bienes mal adquiridos durante la dictadura de los Duvalier. Esos haberes están por el momento congelados por el banco suizo UBS, que impone unas condiciones intolerables en cuanto a la restitución de esos fondos [6]. Jean Baptiste Aristide, inicialmente elegido con un gran entusiasmo popular, fue posteriormente acusado de corrupcion y depuesto. A costa de convertirse en una marioneta de los Estados Unidos fue restablecido en el poder, solo para ser finalmente capturado y expulsado por las tropas de dicho pais. Aristide, desgraciadamente, tampoco fue innmune a la trágica malversacion de fondos y al endeudamiento establecidos por los Duvalier. Por otro lado, según el Banco Mundial, entre 1995 y 2001, el servicio de la deuda, es decir los intereses más la amortización de capital, alcanzó el considerable monto de 321 millones de dólares.

Toda la ayuda financiera anunciada en este momento debido al terremoto ya está comprometida en el pago de la deuda

Según las últimas estimaciones, más del 80% de la deuda externa de Haití es propiedad del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), cada uno con un 40%. Bajo su férula, el gobierno aplica los «planes de ajuste estructural», maquillados como «Documentos Estratégicos para la Reducción de la Pobreza» (DSRP). A cambio del recomienzo de los préstamos, se concedieron a Haití algunas anulaciones o alivios de la deuda, insignificantes pero que dan una imagen de buena voluntad de los acreedores. La Iniciativa Países Pobres Muy Endeudados (PPME), en la que Haití fue admitido, es una maniobra típica de blanqueo de la deuda odiosa, como fue el caso con la República Democrática del Congo [7]. Así se reemplaza la deuda odiosa por nuevos préstamos, que se suponen legítimos. El CADTM considera estos nuevos préstamos como parte de la deuda odiosa, ya que sirven para pagar esa antigua deuda. Existe, por lo tanto, una continuidad del delito.

En 2006, cuando el FMI, el Banco Mundial y el Club de París aceptaron que Haití entrara en la iniciativa PPME, el stock de la deuda externa pública total era de 1.337 millones de dólares. En el punto de culminación de la iniciativa (en junio de 2009), la deuda era de 1.884 millones de dólares. Se decidió una anulación de la deuda de un monto de 1.200 millones de dólares para que «ésta fuera sostenible». Mientras tanto, los planes de ajuste estructural arrasaban el país, especialmente en el sector agrícola, cuyos efectos culminaron con la crisis alimentaria de 2008. La agricultura campesina haitiana sufrió el dumping de los productos agrícolas estadounidenses. «Las políticas macroeconómicas apoyadas por Washington, la ONU, el FMI y el Banco Mundial no se preocupan en absoluto de la necesidad de desarrollo y de la protección del mercado nacional. La única preocupación de estas políticas es la producción a bajo coste para la exportación hacia el mercado mundial» [8]. Por consiguiente, es escandaloso oír que FMI diga que «está listo para ejercer su función con el apoyo apropiado en los dominios de su competencia».[9]

Como se expresa en el reciente llamamiento internacional, «Haití nos llama a la solidaridad y al respeto de la soberanía popular»: «A lo largo de los últimos años y junto con muchas organizaciones haitianas, hemos denunciado la ocupación militar por parte de las tropas de la ONU y los impactos de la dominación impuesta por medio de la deuda, el libre comercio, el saqueo de su naturaleza y la invasión de intereses transnacionales. La condición de vulnerabilidad del país a las tragedias naturales –provocada en gran medida por la devastación del medio ambiente, por la inexistencia de infraestructura básica, por el debilitamiento de la capacidad de acción del Estado- no está desconectada de esas acciones, que atentan históricamente contra la soberanía del pueblo.

"Es momento de que los gobiernos que forman parte de la MINUSTAH, las Naciones Unidas y especialmente Francia y Estados Unidos, los gobiernos hermanos de América Latina, revisen esas políticas a contramano de las necesidades básicas de la población haitiana. Exigimos a esos gobiernos y organizaciones internacionales sustituir la ocupación militar por una verdadera misión de solidaridad, así como la urgente anulación de la ilegítima deuda que hasta el día de hoy se cobra a Haití" [10].

Independientemente de la cuestión de la deuda, se teme que la ayuda tome la misma forma que la que acompañó al tsunami que devastó, a finales de diciembre de 2004, varios países de Asia (Sri Lanka, Indonesia, India y Bangladesh) [11], o incluso la ayuda después del ciclón Jeanne en Haití en 2004. Las promesas no se cumplieron y una gran parte de los fondos sirvieron para enriquecer a las compañías extranjeras o a las cúpulas locales. Esas «generosas donaciones» provienen mayoritariamente de los acreedores del país. En lugar de hacer donaciones, sería preferible que anularan las deudas que tiene Haití con ellos: totalmente, sin condiciones e inmediatamente. ¿Podemos realmente hablar de donaciones cuando sabemos que la mayor parte de ese dinero servirá para el pago de la deuda externa o para el desarrollo de «proyectos de desarrollo nacional», decididos de acuerdo con los intereses de esos mismos acreedores y de las oligarquías locales? Es evidente que sin esas donaciones inmediatas sería imposible pedir el reembolso de una deuda cuya mitad, por lo menos, corresponde a una deuda odiosa. Las grandes conferencias internacionales de cualquier G8 o G20, ampliado a las IFIS, no harán avanzar en nada el desarrollo de Haití sino que reconstruirán los instrumentos que les sirven para establecer sólidamente el control neocolonial del país. Tratarán de garantizar la continuidad del reembolso de la deuda, base de la sumisión, al igual que en recientes iniciativas de alivio de la deuda.

Por el contrario, para que Haití pueda construirse dignamente, la soberanía nacional es el desafío fundamental. Una anulación total e incondicional de la deuda reclamada a Haití debe ser el primer paso de una política más general. Un nuevo modelo de desarrollo alternativo a las políticas de las IFI y a los acuerdos de partenariado económico (APE firmado en diciembre de 2008, Acuerdo Hope II, etc.) es necesario y urgente. Los países más industrializados que sistemáticamente explotaron Haití, comenzando por Francia y Estados Unidos, deben pagar reparaciones con un fondo de financiación para la reconstrucción controlada por las organizaciones populares haitianas.

Traducido por Griselda Pinero y Raúl Quiroz

Eric Toussaint es presidente del CADTM Bélgica (Comité por la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo, www.cadtm.org ). Es autor de Banco del Sur y Nueva Crisis internacional, Viejo Topo, Barcelona, Enero 2008; autor de Banco mundial, el golpe de estado permanente, Viejo Topo, Barcelona, Enero 2007; autor de La Bolsa o la Vida, CLACSO, Buenos Aires, 2004; Coautor con Damien Millet de 60 Preguntas/60 respuestas sobre la Deuda, el FMI y el Banco Mundial, Icaria/Intermón Oxfam, Barcelona, 2010.

Sophie Perchellet es vicepresidenta del CADTM-Francia


[2] Eduardo Galeano, «La maldición blanca», Página 12, Buenos Aires, 4 de abril de 2004.

[3]http://www.haitijustice.com/jsite/images/stories/files/pdfs/Ordonnance_de_Charles_X_de_1825.pdf

[4] http://www.diplomatie.gouv.fr/fr/IMG/pdf/rapport haiti.pdf

[5]http://www.imf.org/external/pubs/ft/scr/2009/cr09288.pdf (página 43)

[6] http://www.cadtm.org/Le-CADTM-exige-que-la-restitution

[7] Ver la publicación del CADTM, Pour un audit de la dette congolaise, Lieja, 2007, en el sitio http://www.cadtm.org/spip.php?page=imprimer&id_article=2599

[8] Ver http://www.cadtm.org/Haiti-Le-gouvernement-mene-une

[9] http://www.liberation.fr/monde/0101613508-haiti-l-aide-internationale-se-mobilise-apres-le-seisme

[10] http://www.cadtm.org/Solidaridad-y-respeto-a-la

[11] Ver Damien Millet y Eric Toussaint, Los Tsunamis de la deuda, editorial Icaria, Barcelona, 2006

 

 

 

 

HAITI: ESTRATEGIA DEL CAOS PARA UNA INVASION
 
                                                                                       José Luis Vivas
                                                                                      ALAI AMLATINA,
 El terremoto que arrasó Puerto Príncipe el
12 de enero pasado ofrece una pretexto inmejorable para justificar la
enésima invasión y ocupación militar del Haití, ya ocupado desde 2004,
pero ahora directamente por los principales promotores de esa ocupación,
sin intermediarios. Motivos, políticos y estratégicos, no faltan. De
paso, serviría para escarmentar al principal intermediario de la actual
ocupación, Brasil, que a pesar de los buenos servicios prestados en
Haití no se ha portado de la misma forma en relación al reciente golpe
de Estado en Honduras.
 
Lo que hemos observado hasta el momento parece corroborar la tesis de
que se está preparando una nueva ocupación militar, no humanitaria.
Varios elementos lo indican como: fricciones con los actuales ocupantes,
la Misión de Paz (MINUSTAH) de la ONU, especialmente con Brasil, que
tiene el mando militar; entorpecimiento de la ayuda humanitaria y
fomento de una situación de caos; y una campaña mediática consistente en
la creación de una imagen de caos y violencia, que justificaría una
ocupación ante la opinión pública. Como veremos abajo, todos esos
componentes parecen estar presentes.
 
Hay motivos para sospechar que se está permitiendo deliberadamente el
deterioro de la situación humanitaria en Haití. Por ejemplo la
reconocida descoordinación en las tareas de rescate, ampliamente
difundida por los medios. En teoría, correspondería a la ONU dirigir
tales tareas, pero al parecer ésta ha sido desautorizada por los Estados
Unidos, que ocupó desde primera hora uno de los puntos claves para la
coordinación de las tareas de rescate, el aeropuerto. Sin el liderazgo
de la ONU, y con un Estado haitiano “fallido” o, en lenguaje menos
Orwelliano, quebrado de forma premeditada, no queda nadie que pueda
dirigir las tareas de rescate eficientemente. Ciertamente tampoco las
ONGs, que han venido recibiendo fondos internacionales para ejercer
muchas de las funciones que deberían corresponder al gobierno haitiano.
A las ONGs no se les puede exigir las mismas responsabilidades que a un
gobierno, un hecho tal vez muy conveniente en estos momentos.
 
Otro elemento es la escasa prisa en el envío de ayudas por parte de
EEUU, en contraste con la rapidez demostrada en a movilización militar.
Incluso la distante China parece haberse adelantado a los Estados Unidos
en el envío de auxilio. Así, el teniente general retirado del ejército
estadounidense, Russell Honoré, que participó en las tareas de rescate
tras el huracán Katrina en 2005, declaraba acerca de la situación de
Haití tras el terremoto: “pienso que eso ya hemos aprendido durante el
Katrina, llevemos agua y alimentos y comencemos a evacuar a la gente…
Pienso que deberíamos haber comenzado con más premura” Por ejemplo,
mientras las fuerzas armadas de EEUU parecen haber sido movilizadas con
bastante rapidez, un buque hospital de la marina se está preparando con
más parsimonia: “es un buque lento, algo viejo, tardará una semana en
llegar una vez que lo hayamos puesto a punto”, aclara un portavoz del
Pentágono. Quizá no puedan hacer nada mejor con el viejo buque, pero
deberían existir otros medios para acelerar las ayudas. Por ejemplo, se
podría seguir la sugerencia algo herética de Lawrence Korb, ex
secretario asistente de Defensa de EEUU, de aprovechar los conocimientos
de los cubanos en las tareas de rescate: “debemos pararnos y pensar que
nuestro vecino Cuba cuenta con algunos de los mejores médicos del mundo…
Deberíamos tratar de trasladarlos allí en en nuestros vuelos “.
 
Todo eso nos deja la impresión que, en el mejor de los casos, las tareas
de rescate no son una prioridad para el gobierno de EEUU, al contrario
de las puramente militares, como el envío de “3500 soldados de la 82
División Aerotransportada de Fort Bragg”, cuya misión “no está clara”,
según el Christian Science Monitor. Pero quizá quede más clara con esta
explicación del portavoz del Departamento de Estado de EEUU Philip
Crowley: “Nosotros no estamos adueñándonos de Haití. Estamos ayudando a
estabilizar el país. Estamos ayudando en el suministro de material y
socorro para salvar vidas, y vamos a permanecer allí a largo plazo para
ayudar a reconstruir Haití.” Y también las palabras posteriores de la
secretaria de Estado Hillary Clinton, asegurando que las fuerzas
norteamericanas se quedarían en Haití “hoy, mañana, y previsiblemente en
el futuro”.
 
Las fricciones diplomáticas con otros países, especialmente Brasil, que
está al mando de las tropas de la ONU en Haití, no tardaron en
manifestarse, lo que parece indicar también que la “misión”
norteamericana en Haití va mucho más allá de lo puramente humanitario.
Hasta hoy Brasil había cumplido diligentemente con el papel que le fue
designado en Haití. Sus tropas se dedicaban a controlar y, en ocasiones,
aterrorizar a la población haitiana, especialmente a los más pobres, de
una forma que ya habían perfeccionado en las favelas de Brasil. Como
informa en una entrevista el periodista Kim Ives, de Haiti Liberté, la
presunta misión de la paz de la ONU en Haití, liderada por brasileños,
“es extremadamente mal vista [por la población haitiana]. La gente está
harta y cansada de que se estén gastando millones en ella, de observar
como los muchachos se la pasan dando vueltas por todas partes dentro de
tanques gigantescos y apuntándoles con los fusiles. Y es que, como
sabes, esta es una fuerza cuya misión es la de someter al país”.
 
Cabe esperar que los EEUU entrarían en conflicto con Brasil si la
intención del primero es la de asumir un papel militar en Haití. El
conflicto no tardó en producirse. En palabras del secretario general de
la ONU, Ban Ki-moon, el 14 de enero, “sería absolutamente deseable que
todas esas fuerzas estuvieran coordinadas por el comandante de la
MINUSTAH allí” (3). Pero los EEUU no aceptaron esta propuesta.
Funcionarios del gobierno de EEUU han indicado que sus fuerzas
“coordinarán” sus acciones con la dirección de la MINUSTAH, y nada más:
“Vamos a actuar bajo comando de los EEUU en apoyo a una misión de la ONU
en nombre del gobierno y del pueblo haitiano”, declara Crowley .
 
Como esa “coordinación” está funcionando se puede deducir de la reacción
del ministro de defensa de Brasil, Nelson Jobim, criticando el control
“unilateral” de EEUU sobre el aeropuerto de Puerto Príncipe, que según
él se tomó sin que otros países fueran consultados, y que estaría
entorpeciendo el aterrizaje de aviones de la FAB (Fuerza Aérea
Brasileña) cargados de personal y mantenimientos. Como indica el diario
brasileño Folha de São Paulo, esa situación “ha causado un pequeño
problema diplomático entre Brasil y EEUU. Además de entorpecer el
aterrizaje de los aviones de la FAB, los brasileños se quejan de que el
control norteamericano habría impedido el acceso de la MINUSTAH (Misión
de paz de la ONU en el Haití, liderada por brasileños) al local [el
aeropuerto]”
 
A pesar de declaraciones posteriores de Hillary Clinton a Jobim,
asegurando que “las fuerzas norteamericanas van a cumplir funciones
esencialmente humanitarias, sin interferir en la seguridad pública del
país”, el hecho es que tales funciones “humanitarias” estarán comandados
“no por agencias civiles del gobierno… sino por el Pentágono” , a través
de SOUTHCOM (Comando Sur de los Estados Unidos), cuya misión es la de
“conducir operaciones militares y promocionar la cooperación en
seguridad para lograr los objetivos estratégicos de los Estados Unidos”,
como señala Michel Chossudovsky, del Global Research,.
 
Otro elemento importante es la aparente instrumentalización de un
supuesto estado de caos en Haití, al que también podría contribuir la
quizás premeditada descoordinación en la distribución de la ayuda
humanitaria. El objetivo aquí sería el de crear una imagen de caos y
violencia que justifique la invasión ante la opinión pública, y para eso
hay que contar con la colaboración estrecha de los grandes medios de
información. Al menos los medios más afines al gobierno norteamericano
parecen no haber perdido tiempo en este sentido. Desde el primer momento
han tratado de dramatizar la situación, por ejemplo a través de la
difusión de rumores de ráfagas de supuestos tiroteos, que nadie más en
Puerto Príncipe parece haber oído, o de la formación de nuevas bandas
criminales. Así, ya un par de días después del terremoto podíamos leer,
en un artículo intitulado “¿Tomarán las bandas criminales el control del
caos haitiano?”, las siguientes ominosas palabras: “cuando la oscuridad
cubrió la ciudad de Puerto Príncipe, asolada por el terremoto, moradores
informaron que habían oído tiros. Eso difícilmente constituía una
sorpresa: en Haití, durante las emergencias – naturales o políticas –
tiros pueden ser tan omnipresentes por la noche como el ladrido de los
perros, con bandas armadas adueñándose de las calles”. El hecho de que
nadie parece haber oído esos tiros ni visto tales pandillas adueñándose
de las calles, puede indicar que la intención aquí es la de crear una
falsa imagen de caos que haga más aceptable para la opinión pública una
eventual invasión y ocupación del país.
 
La mayor parte de los medios machacan ahora con imágenes de caos y
violencia. Pero hay excepciones. Así, como explica el coordinador del
Canadian Haiti Action Network, Roger Annis, refiriéndose a un reportaje
de la BBC que no muestra nada de esa supuesta violencia, este “contrasta
fuertemente con las advertencias de saqueo y violencia que llena las
ondas de canales de noticias tales como la CNN”, y que “están siendo
reproducidas por el secretario de Defensa de EEUU Robert Gates”.
Indagado por los medios acerca del motivo por el cual no se estaban
lanzando provisiones desde el aire, Gates contesta que “me parece que
lanzamientos desde el aire simplemente van a provocar disturbios”, que
por lo visto Gates considera peor que la falta de provisiones.
 
Lo más macabro de todo esto es que las ayudas podrían no estar llegando
a los damnificados debido a una intención deliberada de provocar ese
mismo estado de caos y violencia que parece no existir hasta el momento.
Según Roger Annis “está creciendo la evidencia acerca de una negligencia
monstruosa hacia el pueblo haitiano tras el catastrófico terremoto de 3
días atrás. A medida que provisiones médicas vitales, alimentos,
substancias químicas para purificación del agua y vehículos se están
amontonando en el aeropuerto de Puerto Príncipe, y que los medios están
informando de un esfuerzo internacional masivo para suministrar ayuda de
emergencia, los moradores de la ciudad destrozada se preguntan cuándo
podrán ver algún tipo de ayuda”.
 
El reportero de la BBC Andy Gallaguer declara también que anduvo por
todas las partes de la capital durante el viernes, 15 de enero, y que
“no observó nada más que cortesía de parte de los haitianos que
encontró. En todas partes fue llevado por los moradores a ver lo que
había sucedido en sus vecindarios, sus casas y sus vidas. Y entonces
preguntaban: ¿dónde están las ayudas?” A la declaración del secretario
de defensa norteamericano que motivos de “seguridad” estarían impidiendo
la distribución de ayuda, Gallaguer contesta que “yo no estoy viendo
nada de eso”. Sobre la situación en el aeropuerto, informa que “hay una
gran cantidad de material en el suelo y mucha gente allí. Yo no sé qué
problemas hay con la entrega”. Igualmente, según palabras de un
observador local, “los agentes de los medios están buscando historias de
haitianos desesperados que estén actuando de forma histérica. Cuando en
realidad lo más común es verlos actuar de forma sosegada, mientras que
la comunidad internacional, la élite y los políticos están desquiciados
con ese tema, y ninguno parece tener la mínima idea de lo que está pasando”
 
No solamente no hay planes de transportar a médicos cubanos a la isla,
sino que la ocupación del aeropuerto se dio inmediatamente después de la
llegada de 30 médicos cubanos para reunirse con los cerca de 300 que ya
estaban en la isla desde hace más de un año. Y muchos sospechan que algo
podría tener que ver con la ocupación del aeropuerto. Trinidad & Tobago
Express, por ejemplo, informa que “una misión de ayuda emergencia de la
Comunidad Caribeña [Caricom] a Haití, incluyendo a jefes de gobierno y
funcionarios técnicos de relieve, no pudo obtener permiso este viernes
para aterrizar en el aeropuerto de ese país devastado, ahora bajo
control de los Estados Unidos.” Además, “indagado acerca de si las
dificultades encontradas por la misión de Caricom podrían estar
relacionadas con informes de que las autoridades norteamericanas no
estarían ansiosas en facilitar el aterrizaje de naves procedentes de
Cuba y Venezuela, el primer ministro Golding [de Jamaica] contestó que
‘solamente espero que no haya ninguna verdad en ese tipo de pensamiento
inmaduro, a luz de la espantosa extensión de la tragedia de Haití&