
Queridos todos:
no imaginan la pena, el dolor, la decepción, la verguenza que siento ante los
resultados de las elecciones presidenciales en Chile.
Cuando todo el continente vuelca sus ojos y esperanzas hacia el corazón,
Chile hace exactamente lo contrario.
Chile, ay Chile, cómo me dueles Chile, país que se arrodilla ante la dictadura y que premia a su herederos.
Que sigue regido por la constitución nefasta que diseñó Pinochet y que no
tiene el coraje de cambiar.
Chile, país donde los sanguinarios devoradores de la vida se alzan con las
banderas de la esperanza y del porvenir.
Donde los miserables se creen ricos y desarrollados por ser esclavos de las
tarjetas de débito y hasta de crédito en algunos casos.
Chile, país donde desde los años 80 la educación dejó de ser ni remotamente
liberadora y se transformó en un enorme, invisible y eficáz bisturí para
lobotomizar a las niños chilenos pertenecientes a la masa, esa integrada por
pobres y menos pobres, esa que no puede pagar colegios particulares de élite
donde sí educan y desarrollan el intelecto de los futuros empresarios,
políticos, ministros y presidentes. Ay, queridos pinguinos, ustedes son lo
único rescatable, la única esperanza de ese ahora más triste y gris país.
Chile, donde la publicidad y el marketing tienen convencidos a sus habitantes
de que es genial ser chilenos, de que es genial vivir en ese país de orden y
desarrollo, de que el Mercado es Dios todopoderoso, que sólo él permite el
bienestar, el progreso, el desarrollo...
también les hace creer o resignarse a creer que sus casitas de cartón son
viviendas, que sus inequidades, injusticias y exclusiones son necesarias para
mantener el equilibrio macro... ¿macro qué? macro injusto, macro mentiroso,
macro perverso?...
Y lo peor de todo es que los chilenos se lo creen, y juran que es mejor lo
malo conocido que lo bueno por conocer, que "si es chileno, es bueno", que son
los suizos de sud américa, los tigres del Pacífico y no sé cuantas fantasías
más. En todo caso, todo muy cosmopolita, muy europeo, gringo... cualquier
cosa excepto algo con olor a indio, a América, a raíz y orígen autóctonos. Esa
es otra de las feroces heridas que dejó la dictadura: nos separó del
continente. Ya no nos reconocemos como sudamericanos. Somos solo una costilla
suelta apenas arrimada a la columna vertebral del continente.
Chile, país que ahora nuevamente sufrirá la razón de la fuerza, ya que no fue
capaz de construir la fuerza de la razón.
Chile, qué hiciste con los chilenos, con su historia?
Chilenos, qué hicieron con Chile y su historia?
¡¡Carajo, Chile, ¿qué hiciste con tus nervios, tu sangre y tu memoria?!!