LA MAFIA Y BERLUSCONI
Las estrechas relaciones entre la Mafia y el partido Forza Italia de Silvio Berlusconi

Por:
Marcelino Cotilla Vaca

Publicado el 01/02/2010

n los últimos meses diferentes sentencias judiciales –que el mismo Berlusconi se encarga de deslegitimar, por más que se trate de sentencias con nutridas bases de pruebas irrefutables- revalidan la tesis del pacto de la Mafia con el Estado italiano, en concreto con su partido, desde antes incluso de los atentados con los coches bomba que asesinaron, con un intervalo de pocos meses, a los dos superjueces antimafia Falcone y Borsellino.
En este momento existe una sentencia en firme de 2004, validada ya ante el Tribunal de Apelaciones (aunque falta su paso por un segundo tribunal de apelaciones, trámite desacostumbrado en cualquier otra democracia europea), que condena a nueve años de cárcel por participación externa en asociación mafiosa a Marcello DellUtri, fundador del partido Forza Italia de Berlusconi, además de ex miembro del Opus Dei y amigo personal de Berlusconi y de su familia. Las razones de esta condena (insistimos, aún por validar) y las pruebas que la avalan son numerosas.
Se halla demostrado el hecho de que DellUtri mantuviera contactos habituales con los más poderosos jefes mafiosos sicilianos [i]. En 1974, Cinà, uno de estos, organizó un encuentro en Milán entre DellUtri, Berlusconi y uno de los más peligrosos jefes mafiosos de la historia italiana, Stefano Bontate, reunión en la que se habló de negocios, concesiones de obras privadas y públicas [ii].
Las relaciones entre los principales dirigentes de Forza Italia , hoy con altos cargos en el gobierno del país, con los negocios inmobiliarios de la Mafia siciliana son un hecho demostrado y reiterado a lo largo de muchos años. Así, por ejemplo, Renato Schifani presidente actual del Senado italiano, fue el abogado defensor del jefe mafioso que construyó un edificio abusivo en Piazza Leoni de Palermo, edificio donde durante años se escondieron de la justicia numerosos jefes mafiosos de primera línea y de donde, al parecer, habría salido el coche bomba directo a via dAmelio, donde murió asesinado el juez Borsellino con varios miembros de su escolta [iii].
En las sentencias judiciales se reconoce también que, antes de que DellUtri fundara el partido de Berlusconi, había mantenido ya relaciones con los temibles jefes del barrio de Brancaccio de Palermo, los hermanos Graviano, condenados en primer grado a cadena perpetua por los atentados contra el juez Borsellino en 1992 y por las bombas de Florencia, Roma y Milán en 1994. Las relaciones con el mundo criminal-empresarial de los hermanos Graviano han sido demostradas recientemente con datos en la mano por Peter Gómez y Marco Lillo [iv]. Estas relaciones arrancan de principios de los años noventa, cuando DellUtri se hace mediador, según los jueces, entre los intereses de Cosa Nostra y los del grupo financiero Fininvest, propiedad de la familia Berlusconi. Las relaciones se consideran demostradas y reiteradas en los años [v]. Según el diario La Repubblica , que se basa en sentencias judiciales, un importante patrimonio de las inversiones iniciales de Fininvest resultan de procedencia dudosa y la misma familia Graviano ha dado entender que tiene “un as debajo de la manga” en el control del poderoso holding berlusconiano [vi].
La temible familia Graviano poseyó por lo demás relaciones fluidas con otros numerosos miembros del partido de Berlusconi, algunos de ellos diputados en el parlamento actual, como demuestran numerosas llamadas telefónicas, dadas por ciertas por los jueces [vii].
Por si fuera poco, está también demostrado y reconocido por el propio Berlusconi y por Marcello DellUtri que éste hizo llegar desde Palermo a la mismísima casa de Silvio Berlusconi, en Arcore (Lombardía), a Vittorio Mangano, un jefe mafioso de “especial estampa criminal” según los jueces antimafia y que, siempre según éstos, habría llegado allí para defender a la familia Berlusconi, aunque el presidente italiano siempre ha hablado del encargo de capataz de caballos que el jefe mafioso habría desempeñado [viii]. No obstante, el juez Borsellino, poco antes de ser asesinado, había identificado a Mangano como uno de los elementos clave de la mafia en el norte de Italia, así como del narcotráfico: de hecho, en las palabras en clave de la mafia, y siempre según el juez Borsellino el término “caballos” se refería en realidad a la droga [ix]. Si hacemos caso a Borsellino, DellUtri y Mangano habrían hablado, pues, por teléfono de tráfico de drogas y no del encargo de cuidador de caballos, más cuando está demostrado que el jefe mafioso no entendía nada de caballos.
Algunos arrepentidos mafiosos como Totó Cancemi consideran que justamente la casa de Berlusconi habría servido como foco de encuentro entre distintos jefes mafiosos de la época. Vittorio Mangano, residente con su familia en la casa de Berlusconi, según el propio Berlusconi, había sido condenado ya por mafia y extorsión y luego lo sería también por secuestro de personas, tráfico de drogas y por tres asesinatos demostrados (dos de ellos como autor material) y cumpliría penas de prisión hasta su muerte. Recientemente DellUtri, al referirse al silencio mantenido por Mangano en la cárcel cuando éste fue interrogado acerca de las actividades de Arcore, ha catalogado a este jefe mafioso como un amigo y un “héroe”, palabras que ha refrendado el mismo Berlusconi [x].
Cuando hace sólo dos meses, otro arrepentido mafioso, Gasparre Spatuzza, implicado en los asesinatos de los jueces antimafia, así como de una treintena más de asesinatos, a las órdenes de los hermanos Graviano (Filippo y Giuseppe), ha considerado que éstos le hablaron de los pactos que la mafia estaba llevando a cabo con importantes hombres del mundo empresarial del norte italiano, DellUtri y Berlusconi en primer lugar [xi], DellUtri ha considerado que tales confesiones no tienen fundamento y ha catalogado de miserable a Spatuzza.
DellUtri demuestra que es más loable la ley implícita de la costumbre mafiosa, la ley del silencio, llamada omertà , que demostró un no arrepentido como Mangano (y que merece según él el calificativo de héroe ) que la colaboración con la justicia de Spatuzza (a quien no hay que hacer caso porque sería un indeseable).
Para corroborar las tesis del arrepentido Spatuzza los jueces consultaron en diciembre a los jefes no arrepentidos Filippo y Giuseppe Graviano, a quienes Spatuzza considera aún hoy hermanos del alma, además de sus inmediatos jefes. Filippo negó conocer a DellUtri [xii]. Inmeditamente DellUtri declaró al noticiario de SKY que Filippo (no lo olvidemos: jefe mafioso condenado en primer grado) era una persona seria [xiii]. Por su parte, en un primer momento, Giuseppe declinó confesar, aquejado del régimen carcelario cerrado al que se hallaba sometido gracias a la ley 41bis introducida en su día por el juez Falcone. Pese a ello, advirtió de que “cuando pudiera, informaría al tribunal” visto que ese régimen no se le denegaba. La sombra de la extorsión hacia el poder se hallaba de nuevo presente [xiv].
Curiosamente, días después el Tribunal de Apelaciones de Palermo retiró el régimen carcelario a Giuseppe Graviano, quien después se negó a corroborar las tesis de Spatuzza que implicarían a DellUtri y Berlusconi. Imaginamos que a este punto que también Giuseppe, otro terrible asesino en serie y jefe mafioso, debe de ser una persona seria a los ojos del fundador de Forza Italia.
Tales cuestiones no se delucidan sólo a través de las declaraciones de un arrepentido mafioso (además de "serial killer") como Spatuzza. Como aseguran Gómez y Travaglio, en la condena en firme al cofundador de Forza Italia se halla también muy detallado el sistema de relaciones entre la Mafia y Silvio Berlusconi.
Hace sólo 48 horas la sombra de los Graviano volvió a amenazar de muerte a los jueces antimafia. Según la policía científica hay un nuevo plan magnicida para asesinar a jueces como a principios de los noventa [xv]. Así informa Il Fatto Quotidiano, un periódico de tirada escasa y poco distribuido, uno de los pocos medios informativos que nos mantiene informado sobre noticias tan tristes en este país de censuras en donde la mayoría gira la cabeza o la orienta hacia los noticieros de la televisión de estado, perdidos entre gossip y recetas de cocina al amparo del control, cómo no, del propio Silvio Berlusconi.
Marcelino Cotilla Vaca es profesor de lengua y lingüística de la Universidad de Milán