La utopía histórica ciudadana y el nuevo gobierno del 2011
REFLEXIONES PERSONALES SOBRE LA FORMACION DE LA COMUNIDAD NACIONAL DE CIUDADANOS, LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES DEL 2011 Y LA CANDIDATURA DE CAMBIO SOCIAL DE OLLANTA HUMALA TASSO

Por:
Manuel Dammert Ego Aguirre

Publicado el 01/02/2010

Desde los 13 años, en que inicio mis actividades socio políticas, siempre he argumentado las decisiones que adopto, más aun cuando tienen que ver con momentos  de interés general. Considero que estamos ante uno de estos momentos, por lo  que les alcanzo estas reflexiones personales.
Ya los historiadores dirán que, desde los años 70 del Siglo XX, se vivió el temprano inicio global del siglo XXI, marcado con la nueva era de las sociedades del conocimiento, en esos saltos históricos de pase de la era agraria  a la industrial, y luego a esta nueva era que crece vertiginosamente, encontrándose el Perú en una etapa crucial de su historia, formación de la comunidad nacional de ciudadanos, con la formación del pueblo soberano como sujeto activo de la nueva representación en un sistema político institucionalizado.
Como expresé en un poema, estas reflexiones son palabras dichas sin ningún otro poder, cargo, representación o autoridad,  sino sólo con el poder del viento (“Machupicchu, vértigo de universo”, 2009). Se las envío a ustedes y a la opinión en general, a través de la revista poderciudadano.org.pe  como una opinión personal, respetado la amplitud y pluralidad de la amplia red que ha construido poderciudadano.
Al adoptar decisiones, aprendí tempranamente un ritual argumentativo: primero ver, luego juzgar, y hacerlo para actuar. Un ritual en la práctica social, corrigiendo autocríticamente dogmatismos, y afirmando el espíritu creativo. Nuestra única certeza por la emancipación humana, es que siempre luchamos, en forma ascendente e inacabada,  por algo que buscamos, que es superior a nosotros mismos. Nuestra razón, afectos e imaginarios, están abiertos a una utopía histórica, situada espacio-temporalmente, siempre inalcanzable por completo,  que es la de ser mas humanos,  por ser mas libre, mas justos, mas solidarios. Más allá del grito aislado, la acción persistente con esta utopía, permite siempre avanzar peldaños hacia un mundo cada vez mejor, ante desafíos cada vez mas amplios, complejos pero también reversibles.
El Perú está entrando a una nueva etapa de su historia, en la cual es necesaria la reflexión en voz alta sobre las utopías históricas. Debemos adoptar decisiones  respecto al desafío del 2010-2011 para formar, con el sufragio, un nuevo Gobierno democrático progresista, que abra curso a la nación pluricultural con la república de ciudadanos. Podremos así derrotar la amenaza que la república lobbysta neoliberal supone de desnacionalización, corrupción y restricción  de los derechos ciudadanos.
Formo parte de una generación que entre sus responsabilidades claves, está la de culminar la formación de la comunidad política nacional, produciendo al mismo tiempo el recambio programático, sociopolítico y  generacional indispensable.  
Desde esta utopía histórica, con muchas experiencias y grandes sueños, y sin tener las manos manchadas, ni de corrupción, ni de sangre,  les alcanzo estas reflexiones sobre la hora actual en el Perú.
 
  1. La Refundación Democrática Nacional pendiente, mi trayectoria política personal y los cambios ideo políticos
Mi vida política social transcurre entre 1963 a la fecha, como participe de una  generación de amplia e intensa participación, en los grandes momentos de refundación democrática de la república, que la revolución de ciudadanía ha puesto en la agenda de la nación. Es posible distinguir tres grandes momentos, en los que he adoptado importantes cambios en mis perspectivas ante los desafíos que el curso histórico impone.  Intento ilustrar un breve resumen de mi trayectoria personal en este proceso de cambios.  
Entre 1963 y 1968, en la Juventud Estudiantil Católica (JEC) y la revista Socialismo y Liberación, afirmé valores fundamentales para toda la vida, en solidaridad, justicia y libertad. Entre 1969 hasta 1974, en los agrupamientos políticos de la nueva izquierda, participe en los grandes debates de la izquierda marxista para asumir la importancia de las masas en la historia y los cambios políticos nacionales, afirmando la vía nacional y superando el vanguardismo foquista y el militarismo en la acción política.
Desde 1974 hasta 1992, participé en el Partido Comunista Revolucionario (PCR), agrupación de enfoque marxista-leninista, en su versión critica mariateguista-gramsciana. Reivindicamos la política como actividad creadora, la vía nacional democrática peruana al socialismo, y la necesidad de un Gobierno de Acuerdo Nacional para Transformar el Perú.
Desde el PCR participé en la lucha por el camino nacional al socialismo, en las grandes movilizaciones de masas contra la dictadura militar 1968-1980. En el momento constituyente y de recuperación de la vida democrática, de los años 79-80, planteamos la necesidad de una Democracia Social Superior. Participamos en la gran experiencia política democrática de masas y su proyección alternativa de Gobierno con Izquierda Unida, como se plasmo en el Programa de Gobierno Nacional Democrático pluralista que presento IU en la campaña de 1985, respaldando la candidatura presidencial y la práctica política de Alfonso Barrantes Lingán, que expresaba un vastísimo contingente que estaba construyendo una nueva representación política.
Los errores en la conducción de la izquierda, en 1986-1990, que son todavía un tema pendiente a evaluar,  trabaron constituirse en mayoría política y alternativa democrática de gobierno de cambios sociales. En este contexto, la crisis nacional generaliza el rechazo a la política, lo que aísla los grupos de izquierda de los movimientos sociales anteriores y nuevos, fragmenta las organizaciones y resquebraja la precaria institucionalidad política llena de defectos de privilegios, corruptelas, burocracias y clientelas.  De esta forma, se crean condiciones para que se imponga la autocracia neoliberal fujimorista a partir de 1992, la que se reviste de un ropaje de critica y superación de la institucionalidad partidocrática, siendo realmente la dictadura neo totalitaria de una mafia autocrática en el poder.       
Desde 1993 al 2010, afirmando las perspectivas de emancipación humana del socialismo, rectifico algunas tesis de la versión doctrinal marxista-leninista, y afirmo una posición de izquierda  socialista democrática. Reivindico la política como campo de primacía del cambio social, y la democracia como institucionalidad de la soberanía de la comunidad política. Trato de promover diversas formas de acercamiento y formulación programática de Gobierno entre las fuerzas nacional democráticas, incorporando las perspectivas de la democracia social, la territorialidad societal, el republicanismo cívico y el nacionalismo pluricultural.
Desde 1992 activo en la resistencia a la autocracia fujimorista, en el Comité por el No y luego en el Comité por la Democracia, con Gustavo Mohme Llona y el grupo Democracia y Socialismo (DEMOS). Respaldamos la candidatura unitaria antidictatorial de Pérez de Cuellar en el 95; y, luego las candidaturas de Alberto Andrade de Somos Perú, en la lucha contra la autocracia fujimorista. Edito en el diario La República el Suplemento “Proyecto Nacional”, con la alternativa de programa en el Comité del No,  y luego con Pedro Planas el Suplemento  Descentralista, en la lucha contra el fujimorismo y su Estado Autocrático hipercentralista. Los movimientos regionales y las juventudes son contingentes claves en la derrota de la Autocracia, y se expresan en la propuesta de Pacto Nacional por la Democracia, que con Gustavo Mohme Llona se logra concordar entre las fuerzas políticas de la nación.
El Gobierno de Transición Democrática de Valentín Paniagua del 2000, realiza una firme lucha anticorrupción, pero no logra dar curso a la refundación del Estado, que el derrumbe de la autocracia hacía posible y perentorio. El ascenso ciudadano de este modo queda sin nuevos cauces institucionales democráticos, limitados a algunos niveles descentralizados. Los nuevos movimientos sociales no logran dar forma a una renovada expresión política.  En los años 2001-2002 participo en un colectivo de izquierda democrática, Justicia y Libertad, que activa en las luchas sociales y hace alianza con Perú Posible al inicio del Gobierno de Toledo. Se impulsan en especial las reformas de la descentralización, la educación y los puertos públicos, únicas reformas que el gobierno de Toledo primero acepta e impulsa y luego abandona y traba.
Los esfuerzos posteriores fueron por la confluencia progresista de la izquierda democrática. Participo en los años 2004 a 2006,  apoyando unir el PDD, el PH y el PDS, pero sólo se agrupan los dos últimos en la Concertación Descentralista, que participa el 2006 en las elecciones generales, con muy limitados resultados. Desde el 2006, en defensa de la Nación pluricultural y la República de ciudadanos, y en oposición al gobierno neoliberal de Alan García, impulso la revista electrónica Poder Ciudadano, de opinión, crítica y alternativas plurales, con campañas de afirmación nacional sobre los recursos naturales, los puertos públicos, la descentralización y la lucha contra la corrupción.   
 
  1. Nuevo enfoque para las utopías históricas en la nueva etapa del Perú en el Siglo XXI
 
Nuestro desafío nacional es claro. Para apreciarlo debemos reenfocar nuestra apreciación de la historia patria en las últimas décadas, renovando sustantivamente nuestras teorías, con ese feliz encuentro de perspectivas que fructifica a la nueva era de la humanidad en el acercamiento del socialismo democrático, el nacionalismo pluricultural, el republicanismo cívico, y la terrritorialidad societal.
Hemos participado en la ascendente revolución de ciudadanía, proceso fundamental  de nuestra historia patria, con la que se empieza  a formar la comunidad nacional como pueblo. Un periodo de esta historia de formación del pueblo como comunidad de ciudadanos en el Siglo XX se dio en los años 30 hasta el 50. Otro, con nuevos sujetos sociales y actores políticos,  se inicia en los años 70 hasta la actualidad, en el cual se amplia sustantivamente los derechos de ciudadanía y se logra avanzar en la constitución de la comunidad nacional de ciudadanos. Esto es lo que expresa la confluencia de las fuerzas sociales emergentes y de las políticas que provenían del reformismo velasquista y de las izquierdas. Se forma una multitud, que reclama ser sujeto soberano,  que entra a la escena política, con millares de ciudadanos activos, desde ese entonces, en la forja de una nueva representación. Este ascenso de la comunidad de ciudadanos,  debía superar la dictadura militar antioligárquica con una democracia social, pero la Constitución de 1979 se restringió al elitismo oligárquico y se contrapuso equivocadamente con la democracia directa, sin vincularlas en una democracia avanzada en un nuevo régimen de república.
En los años 80 se afirman derechos en la vida social y crecen algunas instituciones,  pero no se logra responder adecuadamente, desde los movimientos sociales y las izquierdas, al desafío de formar gobierno para cambiar el país. Primaron graves errores de dogmatismo y sectarismo. J.C. Mariategui, en su afán creador,  había planteado la tarea de Peruanizar el Perú, con las tesis de la nación integral, la heterogeneidad estructural de la formación social peruana, la unión del socialismo con el mundo andino, y el acercamiento de la institucionalidad democrática con la conquista del socialismo. Esta perspectiva de Mariategui afirmaba la comunidad de ciudadanos en la nación y su campo de primacía en la política democrática, con sus afanes, fortunas e incertidumbres.
Lamentablemente,  se asume mayoritariamente y en confusas combinaciones teóricas, no la existencia de clases, que es hecho social indudable, sino la reificación de una clase social a la que se le da vida histórica propia  como “sujeto marcado por un destino previo” (la clase obrera), con un supuesto destino histórico universal de dominio (la dictadura del proletariado), con leyes ineluctables euro céntricas en la sucesión obligada de modos de producción que todas las naciones debían recorrer (feudalismo, capitalismo, socialismo, comunismo).
Eran muchas las variantes respecto a estas ideas básicas. Estuve con quienes nos acercamos a resolver sus entrampamientos para la emancipación humana y una vía nacional al socialismo, con  aportes de Gramsci y el historicismo, del eurocomunismo democrático, del consejismo obrero antiautoritario, y de la autogestión yugoeslava.
No obstante no se lograba resolver las trabas de sus propios fundamentos. Estas dificultades se expresaban en la equivocada contraposición entre la democracia institucional representativa y la democracia directa de masas. En la no incorporación plena de la economía social de mercado con el socialismo autónomo, de justicia y trabajo dignos. Y en la preeminencia de la práctica política del precario sistema político oligárquico, de   partidos-aparatos combinados con clientelas estatales y cuoteos electorales. Este sistema atado a la elitista partidocracia de la oligarquía, se contraponía a la necesidad de la  institucionalidad democrática sustentada en la  soberanía irrenunciable del pueblo y en su capacidad de iniciativa como mandante en un sistema plural y abierto de partidos con funcionamiento democrático. El poder era reducido a una técnica de captura y negociación, perdiendo su dimensión ética y su fundamento en la soberanía popular, y limitando las perspectivas políticas de la revolución de ciudadanía en curso. El ascenso ciudadano no tenía cauces institucionales para afirmar su poder, y con su fragmentación social se acentuaba la antipolítica.  
Es necesario distinguir entre la evaluación autocrítica en las izquierdas respecto de la ideología reaccionaria del senderismo. El senderismo sustentaba otras ideas  fundamentales, cuya abominación se quiso achacar a las izquierdas peruanas. El senderismo tenía una propuesta de poder autocrático, sustentado en el terrorismo y la cuartelización de la vida social. Había creado con el terror, en zonas aisladas,  su propia “república”, de poder  Autocrático. Sostenía un “Presidente Gonzalo”, autodesignado, con poder adscrito en un individuo que concentraba la soberanía en si mismo, desde el cual emanaba el poder. Afirmaba que el asesinato político y el terror eran medios de creación de la conciencia de clase, para forzar el supuesto paso del feudalismo directamente al comunismo, anulando cualquier atisbo de autonomía de la sociedad, de mercado o de innovación científico tecnológica, que sostenía eran imperialistas. Formulaba la militarización del partido y la actividad política,  y la cuartelización de la vida social, las que se imponían con violencia terrorista a las organizaciones sociales (comunidades campesinas, sindicatos, u otras) y que eran asumidas como expresiones de la “nueva sociedad”. Practicaba la esclavización de poblaciones y la sujeción de los integrantes del “partido”  al poder autocrático de la jefatura de Guzmán, condición de súbditos que calificaba como signos del “nuevo poder”. Sobre estos fundamentos delirantes, es que activaban para la extensión al conjunto de la nación de este singular régimen autocrático militar de terror. La historia ha confirmado  que sirvió más bien para debilitar, desorganizar, reprimir, el poderoso ascenso democrático ciudadano. Se le uso para dar visos de legitimidad a las prácticas de guerra sucia de terror estatal. Incentivo la conciencia social de búsqueda de protección autoritaria, que fue usada para instalar el régimen autocrático del Fujimorismo.
La crisis económica, la fragmentación política social, la violencia política y el terrorismo,  aisló de la política y la organización social lo que se había avanzado con el ascenso de la ciudadana. Debilito, contrapuso y desinstitucionalizó la naciente comunidad de ciudadanos. Se cambió el rostro social y los actores, y se dispersó la pujante comunidad naciente que hubiese podido dar forma a un nuevo gran movimiento  de masas, que afirmara soberanamente la acción política democrática, y pudiese convocar al conjunto de la comunidad nacional de ciudadanos.  
La política,  como campo de fuerzas,  será de esta forma cooptada y deformada por una mafia narco-militar, por el Fujimorismo, que expropia la soberanía a los ciudadanos y la adscribe a la autocracia y su jefatura corrupta. Con ello se impuso el régimen de la autocracia neoliberal del Fujimorismo, que se asumía perpetuo, sin limitaciones temporales ni legales, pisoteando la comunidad de ciudadanos que reducía a súbditos mediáticos,  empobrecidos y precarios.
Es la recomposición del pueblo, como fuerza democrática ciudadana, con múltiples actividades de protestas y alternativas, recuperando ser depositario de la soberanía,  lo que logra la derrota y caída de la dictadura autocrática del fujimorismo. Se instala el 2000 el Gobierno de Transición Democrática de Paniagua, con su primavera anticorrupción, pero que no logra refundar la república para afirmar la soberanía de la democracia ciudadana. Luego se produce el entrampamiento del Gobierno de Toledo 2001-2005, que dejo de lado algunas reformas limitadas y  la movilización ciudadana, para dar curso al avance del poder lobbysta en el marco del mantenido sistema estatal mafioso.
En la elección general del 2006, el país polarizado socialmente se expreso electoralmente en aislar primero a la derecha; y luego se distribuye entre dos propuestas de “cambios”,  el discurso de “cambio responsable” enarbolado por Garcìa y el Programa de Transformaciones de “cambio radical” de Ollanta Humala. Ambos, con sus diferencias,  expresaban el viraje del pueblo, de la mayoría nacional, hacia cambios sustantivos.  Desde su primer día, el Gobierno de García se situó en la extrema derecha neoliberal, con lo que ha acentuado la desnacionalización, ha mantenido y reforzado el Estado mafioso impuesto por el fujimorismo,  y ha realizado un gobierno neoliberal autoritario.
 
  1. El Desafío nacional 2010-2011 y la culminación de la formación de la comunidad de ciudadanos como pueblo
 
El país se ha polarizado aun más, socialmente y en asuntos de soberanía. En estas condiciones, esta a la orden del día la posibilidad que un gran bloque nacional popular logre expresar la mayoría ciudadana en el sufragio, y forme un gobierno democrático progresista, abriendo curso a la nueva república, afirmando, la nación pluricultural. Es posible que se logre pasar  a la etapa histórica de afirmación de la comunidad nacional como pueblo, con una nueva representación y un renovado sistema de partidos y movimientos sociales.  Es ante este desafío que se hace imprescindible adoptar decisiones.
   
El nuevo Gobierno Democrático progresista y el cambio de la república de ciudadanos, solo es posible si se sustenta en la comunidad nacional de ciudadanos. Esto es, si revitaliza y afirma al pueblo como sujeto de la soberanía política, en el marco de un Estado-nación activo en el mundo global. Este es el sentido de un gran bloque nacional popular, que de vitalidad a una comunidad nacional que transforme el Estado, con la recuperación del control sobre los recursos naturales y la promoción del mercado nacional, la reforma tributaria para que paguen mas impuestos los que mas tienen,  la igualdad social con estado de derecho, las rentas básicas para una vida y empleos dignos, y con derechos a servicios de educación, salud y vivienda, con acceso universales.  Este Bloque nacional popular resolverá los nuevos temas de la agenda ciudadana, que incluyen la no discriminación, la interculturalidad en el dialogo de civilizaciones, la protección del medio ambiente con la respuesta al calentamiento global, la igualdad de genero, el emprendurismo en la iniciativa autonómica personal, la afirmación del cuerpo y sus derechos reproductivos, el acceso a internet como derecho humano universal, el derecho a la ciudad y vida urbana, la seguridad ciudadana,  la derrota del narcotráfico y los grupos delincuenciales
La comunidad de ciudadanos en si misma, depositaria de soberanía, no debe ser excluyente, sino construirse en común en una historia de contradicciones para el uso común de recursos escasos y desiguales, y en la afirmación nacional de la diversidad pluricultural. Todos forman parte de ella, en sus afanes diversos, fortunas de acciones  no previsibles, y resultados variados. No se la puede reducir, por tanto a la historia predeterminada de una clase, una etnia o un grupo, cualquiera que este sea, ni menos a la atomización de individuos egoístas dedicados a satisfacer sus propias ambiciones aplastando como enemigos al resto de la comunidad..
Por esta razón la comunidad nacional, el pueblo soberano, solo puede expresarse en una institucionalidad democrática, que incluye el renovado sistema de partidos, en el que el poder no sea expropiado ni por el Estado ni por las autoridades ni por los poderes fácticos del mercado, ni concentrado en un grupo (sea el “cobrizo” del etnocacerismo o de algún grupo étnico exclusivista), sino que los poderes instituidos siempre obedezcan, por los procedimientos institucionales, al mandante que es el pueblo soberano igualitario. Esta condición del poder, sustenta su ejercicio temporal limitado y el rechazo a la concentración del mismo en una sola entidad, partido, etnia y/o persona. Estas son ya enseñanzas políticas en el país, que las hemos aprendido y son conciencia colectiva en las luchas contra las dictaduras y las autocracias, especialmente la mafiosa autocracia del fujimorismo y el autoritarismo de la apristización del Estado.
Es necesario construir un nuevo Estado democrático, constitucional, de derecho,  descentralizado, limpio de corrupción, sin cuerpos privilegiados en el congreso, las cortes, las regiones y los municipios,  y con una administración a todo nivel capacitada y ajena a la corruptela. Es necesario que el poderoso ascenso ciudadano, tenga cauces institucionales para refundar la vida política y renovarla con una nueva representación.    
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Al reconocerse el curso histórico propio de la comunidad de ciudadanos, que forja su propio destino, es que  se afirma la condición singular de la nación. En nuestra  condición bifronte, de ser nacional peruana y al mismo tiempo parte de la patria grande suramericana, desde donde debemos posicionarnos geopolíticamente en el mundo multipolar. También, se impone asumir nuestra base civilizatoria andino amazónica, y su efecto en nuestra economía nacional de mercado. Ello debe llevar a variadas formas de una alianza nacional popular, que considere el desarrollo del capitalismo andino amazónico, en alianza del Estado y las Empresas Publicas Estratégicas, con el empresariado nacional, las cadenas productivas de pequeños productores, las comunidades campesinas y nativas, las micros y pequeñas empresas, y las clases medias profesionales. 
Como he señalado, el desafío no es solo ni principalmente formar, con una mayoría política en las elecciones,  el gobierno democrático progresista.  El desafío es culminar la etapa abierta desde los años 70, con una amplia y plural alianza nacional patriótica, en nuevo acuerdo intergeneracional, con la plena incorporación de los movimientos sociales, para dar forma institucional democrática a la comunidad nacional de ciudadanos.
Debe lograrse cambiar el modelo neoliberal vasallo para abrir un curso de desarrollo nacional, endógeno competitivo y de democracia con justicia y libertad. Debe transformarse el Estado mafioso de la neo oligarquía lobbysta, para dar curso al Estado de una república de ciudadanos.
Esta perspectiva es lo que formula el Manifiesto de “Ciudadanos por el Cambio” del 17 de  Enero del 2010, que suscribo con otros intelectuales. El Manifiesto expresa el respaldo a la candidatura a la Presidencia del ciudadano Ollanta Humala, para unir a las fuerzas del cambio en las elecciones generales del 2011. Para ello llama a dar forma a un bloque nacional popular que cohesione, exprese y forme esta mayoría política.
El Partido Nacionalista, es una fuerza política con protagonismo y responsabilidad clave para lograr este cambio, y construir una nueva representación. Las elecciones municipales y regionales del 2010  están dando curso a una muy ampliada y variada agrupación, la que ocurre  entre distintas fuerzas políticas y sociales en todos los ámbitos de dicha elección.  No hay duda que una vasta mayoría de estas fuerzas, en sus disímiles agrupamientos,  forman parte del bloque nacional popular, y deben ser incluidos en el desafío de culminar como pueblo soberano la formación de la comunidad política nacional.
La candidatura presidencial de Ollanta Humala, para la formación del nuevo Gobierno Democrático Progresista, tiene el desafío de abrir cauces a la transformación del país con la república de ciudadanos.  El Partido Nacionalista tiene un rol propio en este desafío. Y también lo tienen los diversos agrupamientos de ciudadanos, incluyendo los que asumen la filiación de las izquierdas democráticas, dispuestos a responder a las exigencias actuales de la utopía histórica.
No será una lucha fácil ni será realizada en un camino alfombrado. Se trata de cambiar el país, de impedir su desnacionalización y lograr más bien su pleno desarrollo democrático. Es la batalla por el difícil alumbramiento de una mayoría democrática que afianzara la comunidad nacional de ciudadanos.
Para este reto histórico, me adhiero, y los convoco a hacerlo, por las razones que les he expuesto.